El título, a primera vista, parece redundante. Se elimina la redundancia si se aclara que puede haber más de una ética y que, en consecuencia, es necesario especificar de qué ética se está hablando. En esta ocasión se trata de cómo llegar, encontrar o recuperar la ética de la bioética.
Por Javier Sádaba, filósofo y experto en bioética
Algunas observaciones previas nos posibilitarán avanzar hasta el final. Estamos ante una mínima parte de la acción humana. Y, por tanto, dentro de una Teoría de la Acción. Lo que sucede es que después del libro La acción humana, del celebre economista von Mises, dicha acción suele ser referida a la economía. A nosotros nos importa, sin embargo, tomarla en toda la extensión. Y su extensión va desde un ser que se supone que actúa libre y responsablemente hasta una meta a la que se llega a través de los medios que considera más apropiados. Ocurre lo mismo que en el terreno teórico, puesto que partimos de un intención para lograr un fin y utilizamos los medios o instrumentos que nos parecen más oportunos. Los humanos no somos –es una pena– como el Dios de la teología medieval que en un acto entendía todo y hacía todo. Las acciones morales que llamamos buenas o malas componen esa parte teórica y práctica activa y que incide en el mundo mejorándolo o empeorándolo. Una vez situado el rango amplio en donde habita la ética se impone hacer una serie de distinciones.
La bioética, una ética aplicada
Digamos antes de nada que la bioética de cuya ética vamos a hablar es lo que se ha dado en llamar una ética aplicada. La expresión no quiere decir que la ética ha cambiado o que nos encontramos ante una nueva ética, sino que se ha desarrollado de manera extraordinaria un campo de la realidad que exige una atenta y concentrada mirada ética. Para lo cual, es obvio, que se ha de tener el mayor conocimiento del campo en cuestión. Si se desconoce qué es y cómo es la epigenética, por ejemplo, mejor dedicarse a otras labores. Ocurre algo parecido con la ética aplicada a los animales dado el conocimiento que hemos adquirido de ellos y los problemas nuevos que plantean. Otra vez hemos de decir que hay que distinguir, por ejemplo, entre un caracol, un cerdo, un bonobó o un neanderthal, y si se desconocen tales diferencias mejor dedicarse a otras labores o entretenimientos.
Una ética aplicada significa que se ha desarrollado de manera extraordinaria un campo de la realidad que exige una atenta y concentrada mirada ética
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