Nos enfrentamos a una de las obras cumbre de la literatura filosófica: Ética demostrada según el orden geométrico, de Baruch Spinoza. Un libro redactado según el modelo de las obras matemáticas del siglo XVII, que marcaría un antes y un después en la forma de pensar de su época y que, por ello, hubo de ser escrito, publicado y leído con sumo cuidado por los recelos que despertaría.
Por Jaime Fernández-Blanco Inclán
Si hubo un filósofo que se jugó el tipo a la hora de defender su trabajo, ese fue Baruch Spinoza. Como judío holandés de raíces hispanolusas, sufrió en sus carnes las persecuciones antisemitas que asolaron Europa, pero también las de sus propios vecinos, que veían en sus posturas filosóficas signos claros de herejía por los que sería condenado al ostracismo y la marginación. No es extraño, por tanto, que Baruch Spinoza publicara en vida nada más que dos libros (Principios de la filosofía de Descartes y Tratado filosófico-político) y se dedicara de manera profesional a ser pulidor de lentes. Un trabajo que le salvaba de la pobreza absoluta mientras le permitía dedicar su tiempo libre a la que era su verdadera vocación: la filosofía.
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