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F+ La cara B de Kant

Lo kantiano sigue siendo objeto de grandes discusiones. Contra lo que han sostenido muchos de sus detractores y no pocos de sus seguidores, Kant no fue idealista, ni fue moralista, ni tampoco fue liberal. Ahondamos en la cara menos conocida del filósofo.

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Lo kantiano y su legado sigue siendo un objeto de discusión filosófica trescientos años después. Imagen de dominio público, de Wkimedia Commons y fondo extraído de Canva Pro.

Lo kantiano y su legado siguen siendo objeto de discusión filosófica trescientos años después el nacimiento del filósofo. Imagen de dominio público, de Wkimedia Commons y fondo de Canva Pro.

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Varias décadas después de haber tomado clases con él, así recordaba el poeta y filósofo J. G. Herder a su maestro:

«Tuve la fortuna de tener como profesor a un gran filósofo, a quien considero un verdadero maestro de la humanidad. Este hombre tenía en aquel entonces la animación propia de un muchacho, cualidad que según parece no desapareció en su madurez.

Su amplia frente, hecha para pensar, era la cuna de un gozo y una amenidad inagotable; de sus labios brotaba un discurso pleno de inteligencia. Tenía siempre a su servicio las anécdotas, el humor y el ingenio, de modo que sus clases resultaban siempre tan educativas como entretenidas.

En sus lecciones se examinaban las últimas obras de Rousseau con un entusiasmo sólo comparable con la acuciosidad aplicada al estudio de las doctrinas de Leibniz, Wolf, Baumgarten o Hume, por no mencionar la lucidez derrochada al explicar las leyes naturales concebidas por Kepler y Newton. Ningún descubrimiento era minimizado por él para explicar mejor el conocimiento de la naturaleza y el valor del ser humano. La historia de la humanidad, de los pueblos y de la naturaleza, las ciencias naturales, la matemática y la experiencia eran las fuentes con las que este filósofo animaba sus lecciones y su trato.

Nada digno de ser conocido le era indiferente. Ninguna secta, ningún provecho personal y ninguna ambición ensombrecieron su celosa pasión por dilucidar y dar a conocer la verdad. Sus alumnos no recibían ninguna consigna más que la de pensar por cuenta propia; nada le fue más ajeno que el despotismo. Este hombre, cuyo nombre invoco con la mayor gratitud y el máximo respeto, no es otro que Immanuel Kant»1

El 22 de abril de 2024 se cumplieron trescientos años del nacimiento de Kant en Königsberg, ciudad ubicada al oriente de Prusia en donde residió sin interrupciones hasta su deceso, ocurrido el 12 de febrero de 1804. Testimonios como los de Herder y otros allegados revelan que fue una persona de trato afable, dotado de una férrea disciplina y reconocido por sus rutinas meticulosas.

Una de sus más reiteradas anécdotas relata que solía dar paseos vespertinos siempre a la misma hora, al punto de que los vecinos cuadraban sus relojes ateniéndose a su paso por las calles, excepto una tarde en la que el profesor Kant, de forma inusitada, no salió a su ronda de costumbre. Sucedió que aquel día llegó a Königsberg la noticia de la Revolución francesa, acontecimiento que el filósofo no tardó en justificar con base en el entusiasmo que despertaba en los espectadores la decisión de un pueblo libre de darse a sí mismo una constitución republicana.

El 22 de abril de 2024 se cumplieron trescientos años del nacimiento de Kant. Testimonios como los de Herder y otros allegados revelan que fue una persona de trato afable, dotado de una férrea disciplina y reconocido por sus rutinas meticulosas

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