Trazos de una nueva conciencia
Como bien apunta María Luisa Prieto en su introducción al poemario El lecho de una extraña (Hiperión, 2005), lo que definió la creación poética de Mahmud Darwish (1941-2008) fue la expulsión que sufrió cuando aún era un niño del pueblo palestino Al-Birwa allá por 1948.
No por nada, en La cuestión palestina, Edward Said afirmaba que «Carnet de identidad», el famoso poema de Darwish, puede ser considerado como un texto fundacional para la tradición palestina. La razón para considerarlo así es que, pese a las tragedias que enumera el poema, este representa la configuración de una conciencia política. Una conciencia que empieza a definir «el surgimiento palestino» como una forma de apropiación cultural frente al despojo que la ocupación israelí había propiciado.
Esta «genealogía privada» que Said encuentra en la poesía de Darwish no es otra cosa que los elementos esenciales que aparecen cuando la identidad se utiliza metafóricamente. En este uso, la identidad se entiende como una composición de elementos que, ante la imposición de una narrativa colonialista, pretende dibujar la permanencia de todo un pueblo, el palestino.
Esto nos lleva a considerar que, efectivamente, la poesía y su establecimiento ontológico le permiten a Darwish, en primer lugar, expresar todo aquello que está padeciendo. De eso emergerá, inevitablemente, una forma de concebir la poesía como una formulación elemental desde donde existe la posibilidad de denunciar el autoritarismo. Y lo hace desde aquello que la tradición fenomenológica ha denominado como «el mundo de la vida».
El poema de Darwish «Carnet de identidad» ha sido considerado por muchos teóricos un texto fundacional para la tradición palestina, entre ellos Edward Said en La cuestión palestina
Entre el exilio y el despojo
Lamentablemente, la expulsión de Al-Birwa no fue la única que sufrió Darwish a lo largo de su vida. En 1982, y con motivo de la invasión israelí del Líbano, el poeta se vio obligado a abandonar, otra vez, un lugar que le era familiar. Sin embargo, fue en el exilio donde comenzó a encontrarse con ideas que empezaron a transformar su poesía militante en un ejercicio confesional.
En este ejercicio confesional, la experimentación metafórica denunciaba las injusticias, pero también anunciaba la modulación estética de la subjetividad. De esta forma, la poesía de Darwish se despegó de un dilema puramente nacional y lo hizo para afianzarse en la universalidad poética, donde la tristeza del pueblo palestino se codificaba en un canto total.
Precisamente por esto, no debe extrañarnos que en la entrevista con el poeta y novelista Abbas Beydoun, incluida en el libro Palestina como metáfora, Darwish sostuviera que prefiere a Sófocles antes que al poeta árabe medieval Imru’ al-Qays. Para Darwish, lo central es afirmar que «toda la poesía de la humanidad es, en realidad, una sola canción en la que contribuyen todos los poetas». Su compromiso, que es con toda la humanidad, se revela en la denuncia —que impregnó toda su obra— tanto de la guerra como de las políticas xenófobas que lo habían expulsado de su lugar de nacimiento.
Fue en el exilio donde Mahmud Darwish comenzó a encontrarse con las ideas que empezaron a transformar su poesía militante en un ejercicio confesional
Los años de París
Para la profesora de la Universidad de Georgetown, Amira El-Zein, es en Francia donde Darwish encontró la posibilidad de reflexionar sobre sí mismo y sobre su labor poética. Y ahí fue, también, donde teorizó sobre Palestina y su conflicto como una metáfora de corte universal mediante la cual podemos ver la crisis política en la que vivimos actualmente.
En otras palabras, para Darwish, la cuestión palestina es en sí un problema que nos interpela a todos, pues nos muestra las consecuencias de la fractura del derecho internacional y de la ética contemporánea —a partir de los cuales nombramos los conceptos que nos permiten comprender la otredad—.
Por eso, El lecho de una extraña es quizá uno de los mejores libros de Darwish porque ahí expone las tres categorías a partir de las cuales piensa el mundo —y nos las ofrece a nosotros, sus lectores—: la metáfora, la intimidad y la política. Elementos que están presentes cuando escribe en su poema «No espero a nadie» que «Tu canto se escapa de ti, de mí y de mi tiempo», o cuando se pregunta en su poema «Nos falta un presente» si «Este camino no es más que polvo / en forma de sentido».
Y es precisamente en ese polvo donde se levanta la esperanza y el sueño de una vida distinta. Una vida que pueda codificar en su núcleo tanto la estructura crítica de pensar la metáfora como un vehículo político (y que nos permita debilitar la violencia de la realidad) como también el arte y su función emancipadora.
De esta forma, quizá, algún día podamos decir, como hizo Darwish, «yo no regreso, yo llego». Estos versos, que dan nombre a la entrevista que le hizo el poeta israelí Helit Yeshurun, expresan la añoranza de un retorno a las palabras. Porque, si algo sabe el poeta, es que lo que está en juego es la poesía, pero, sobre todo, nuestra propia humanidad.
Sobre el autor
Andrés Piña (México, 1989) estudió la licenciatura y luego la maestría en Filosofía social en la Universidad La Salle, donde ganó la Medalla Febres Cordero a la excelencia académica. Es miembro de la comunidad de hablantes de judeoespañol Ladinokomunita y del Consejo Consultivo de la Facultad de Humanidades y Ciencias sociales. Tiene cuatro libros de poesía publicados.
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