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Dosier Virginia Woolf

F+ Virginia Woolf y la búsqueda de un narrador

A comienzos del siglo XX la literatura occidental estaba reinventándose. Era una época de muchos cambios en el plano cultural y filosófico, lo que afectó a la forma de escribir. La muerte de Dios, por ejemplo, ponía en tela de juicio al narrador omnisciente, que todo conoce y que describe todo con una supuesta objetividad. ¿Desde dónde narrar?

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En cada nueva novela, Virginia Woolf experimentó con el narrador. Su literatura es una pregunta constante por cómo narrar una historia. Imagen de Freepiks (licencia CC).

En cada nueva novela, Virginia Woolf experimentó con el narrador. Su literatura es una pregunta constante por cómo narrar una historia. Imagen de Freepiks (licencia CC).

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Contenido de esta parte del dosier de Virginia Woolf

En busca de un narrador

Tras la publicación de La señora Dalloway, Virginia Woolf sintió que había encontrado una voz, un estilo único y personal. Ella misma, en junio de 1925, apuntaba: «Me parece que voy a tener que inventar un nuevo nombre para mis libros, uno que reemplace la palabra ‘novela’. Una nueva…, de Virginia Woolf. Pero, ¿qué? ¿Elegía?».

En La señora Dalloway, Woolf había demostrado que dominaba ese nuevo método ya gestado en El cuarto de Jacob, pero no fue hasta la publicación de Las olas, en 1931, cuando Virginia consolidó un estilo propio y complejo que la ha hecho destacar en la historia de la literatura.

Tras escribir sobre fiestas londinenses y vestidos y flores, Woolf dirigió su mirada hacia el mar. El paisaje costal es de gran importancia a lo largo de Al faro, mientras que el ritmo del océano lo es para la estructura de Las olas. De pequeña, Woolf solía pasar los veranos en la costa de Cornwall junto a su padre. Décadas después, en su última crisis nerviosa, escogió el río Ouse para terminar con su vida. El mar —o, más concretamente, el simbolismo del agua—, así como la pintura, es otro elemento transversal en la obra de Woolf.

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