En busca de un narrador
Tras la publicación de La señora Dalloway, Virginia Woolf sintió que había encontrado una voz, un estilo único y personal. Ella misma, en junio de 1925, apuntaba: «Me parece que voy a tener que inventar un nuevo nombre para mis libros, uno que reemplace la palabra ‘novela’. Una nueva…, de Virginia Woolf. Pero, ¿qué? ¿Elegía?».
En La señora Dalloway, Woolf había demostrado que dominaba ese nuevo método ya gestado en El cuarto de Jacob, pero no fue hasta la publicación de Las olas, en 1931, cuando Virginia consolidó un estilo propio y complejo que la ha hecho destacar en la historia de la literatura.
Tras escribir sobre fiestas londinenses y vestidos y flores, Woolf dirigió su mirada hacia el mar. El paisaje costal es de gran importancia a lo largo de Al faro, mientras que el ritmo del océano lo es para la estructura de Las olas. De pequeña, Woolf solía pasar los veranos en la costa de Cornwall junto a su padre. Décadas después, en su última crisis nerviosa, escogió el río Ouse para terminar con su vida. El mar —o, más concretamente, el simbolismo del agua—, así como la pintura, es otro elemento transversal en la obra de Woolf.
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