Nació un 9 de mayo, en 1883. El pensamiento de José Ortega y Gasset, una de las luces filosóficas del siglo XX español y europeo, no se centró solo en el interés por la especulación propiamente filosófica, sino que también, y a la vez, penetró en lo más hondo del alma humana en busca de un elemento distintivo, de una esencia característica, de lo humano. Al contrario de lo que la actual y más estricta (y restrictiva) ciencia cognitiva suele adoptar como canon, todo proceso psicológico se encuentra inextricablemente unido a una reflexión por el saber filosófico, por ahondar en las raíces de aquello que, aun sólo pensado, se hace realidad a través de la acción. O dicho en otras palabras: uno de los intereses centrales de la investigación filosófica es el de conocer los resorte psicológicos que nos empujan a pensar y, sobre todo, a conducir nuestra vida conforme a elementos racionales, rasgo que acaso defina el quehacer humano.
El profesor Helio Carpintero (miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y de la Academia de Psicología de España), que me impartió clase en la ya extinta Licenciatura en Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid en la asignatura de Fundamentos de psicología, escribe en Fórcola un magnífico, muy documentado y ameno ensayo sobre la faceta psicológica del pensamiento orteguiano, Ortega y Gasset, psicólogo, desarrollando así una vertiente no suficientemente explorada en el devenir de los estudios sobre el trabajo del filósofo madrileño. Como apunta Carpintero, «Ortega ha situado su pensamiento muy próximo al terreno del psicólogo, y ello puede llegar a facilitar no poco su comprensión. Pero esta no ha sido una aproximación azarosa», pues Ortega siempre se interesó por el funcionamiento de la psique humana en su relación con la fisiología y la anatomía humanas, y llegó a decir de la psicología que «es una disciplina fabulosamente interesante».
Todo proceso psicológico se encuentra unido a una reflexión por el saber filosófico, por ahondar en las raíces de aquello que, aun solo pensado, se hace realidad a través de la acción
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A juicio del autor de este ensayo que todo orteguiano –y todo interesado en el desarrollo del pensamiento hispanoamericano del siglo XX– ha de leer, Ortega se vio en la obligación de dar respuesta a dos elementos o interrogantes que, a finales del XIX, le resultaban acuciantes: por un lado, el conocimiento de eso que podemos llamar «conciencia individual», es decir, intentar desescombrar la siempre escurridiza partícula elemental a la que llamamos«yo consciente», y, por otro lado, aportar una fundamentación a las ciencias humanas, las ciencias del espíritu, lo que aúna, a su vez, lo individual con lo colectivo.
Si bien la psicología siempre ha atendido al estudio de los sujetos (a su interioridad pensante y, en la actualidad, a su fisiología cognitiva, a nuestra psicobiología), sin embargo, y como expone brillantemente Helio Carpintero, para Ortega la psicología se distingue precisamente porque atiende a objetos muy particulares y especiales. El punto de mira de la psicología en Ortega no está en los procesos mentales que nos hacen pensar o sentir de una u otra manera, sino en la manera en que, de manera obligada, nos vemos remitidos a encontrarnos (en tanto que somos arrojados a un mundo repleto de realidades muy plurales) con un conjunto de objetos que llaman y reclaman nuestra atención. Nos situamos afectiva y cognoscitivamente de una manera determinada frente a eso que se nos impone. Parafraseando a Ortega, Carpintero asegura: «Yo tengo cuerpo, tengo alma, pero no los soy; soy quien tiene que vivir con ellos».
«Ortega ha situado su pensamiento muy próximo al terreno del psicólogo, y ello puede llegar a facilitar no poco su comprensión». Helio Carpintero
He aquí la clave para entender la archiconocida y tan manoseada (por mal entendida) cita de Ortega: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo a mí». No se trata de que, vulgarmente, estemos en un momento, en un aquí y ahora (algo, por lo demás, evidente), de nuestra vida y hayamos de afrontarlo, sino que nos vemos obligamos a hacerlo y, en ese hacer, en ese situarnos, nos conocemos y exploramos a nosotros mismos. Nos vemos en potencia, nos vemos proyectados en lo que realmente somos: pues solo la acción pone de manifiesto ese ser individual que somos (una faceta orteguiana que le acerca al pensamiento de Hannah Arendt). Cualquier encuentro con lo exterior, con lo que no-soy-yo, nos hace tomar una postura ante eso mismo que se nos aparece, lo que convierte a cada ser humano en una forma diferente de «vivir en la circunstancia».
* Para leer el texto completo sobre Ortega y Gasset, entra aquí.
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