Dos son los culpables principales de la mala fama que tiene el resentimiento: la RAE, es decir, el habla general, y Nietzsche. El filósofo intempestivo, el promotor de la acción, del tomar las riendas y de la creación de valores propios no podía llevar bien la actitud reactiva del que llama «el hombre del resentimiento» y al que describe en estos términos en su obra La genealogía de la moral: «El hombre del resentimiento no es ni franco, ni ingenuo, ni honesto y derecho consigo mismo. Su alma mira de reojo (…); entiende de callar, de no olvidar, de aguardar, de empequeñecerse y humillarse transitoriamente». Alguien de estas características no encarna ningún valor, no puede presentar ninguna conexión con la justicia ni con la libertad, sino al revés; es su contrario, el ser activo, «el hombre agresivo, asaltador, el que está siempre cien pasos más cerca de la justicia que el hombre reactivo».
La RAE recoge el significado —y el sentir— general de la palabra en su derivado: resentido, a quien define así:
- adj. Dicho de una persona: Que muestra o tiene algún resentimiento.
- adj. Dicho de una persona: Que se siente maltratada por la sociedad o por la vida en general.
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