Sin embargo, aunque esto parezca una evidencia, se desprecian con demasiada facilidad las bonanzas de un saludable pesimismo, que, lejos de lo que suele mantenerse, no nos aboca a un escenario apocalíptico o a sostener una actitud de rendición o, más aún, un talante depresivo u oscuro. Más bien, un pesimismo correcta y cabalmente entendido ayuda a asentarnos en nuestro ahora, en nuestra circunstancia, y, lejos de esperar que las cosas mejoren, se sitúa críticamente ante el escenario humano para pensarlo y rebelarse contra las crueldades que contiene, por mucho que le parezcan inevitables: su invitación es, pues, la de aspirar a conquistar un mundo más habitable, consciente siempre de sus limitaciones y adversidades.
Un pesimismo correcta y cabalmente entendido ayuda a asentarnos en nuestro ahora, en nuestra circunstancia
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