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5 cuestiones urgentes que la filosofía debe pensar

El mundo actual dista mucho de ser el mejor de los posibles. Hay cuestiones urgentes que abordar como la crisis climática, la desigualdad o la violencia. La filosofía puede y debe reflexionar sobre ellas para ayudar a resolverlas.

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Imagen de un gráfico que muestra la decadencia de la sociedad y dos personas intentando mejorarla buscando soluciones para las cuestiones urgentes.

El cambio climático, la guerra o la violencia son algunas de las cuestiones urgentes que debemos resolver para mejorar nuestras sociedades y hacerlas crecer. Imagen de marrio31, con licencia Canva Pro.

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El filósofo español Jorge Riechmann denomina a nuestro siglo el «Siglo de la gran prueba». Un siglo en el que nuestra especie tiene que hacer frente a una multicrisis: crisis ambiental, crisis social, guerras, desigualdad, pandemias… Todo ello nos pone delante de cuestiones urgentes, los mayores retos que hemos tenido que enfrentar, y lo hace en tiempo de descuento.

Queremos profundizar aquí en algunas de las principales cuestiones urgentes que enfrentamos este siglo. La filosofía, parafraseando a Marx, no solo puede observar y analizar el mundo, sino que puede tener un papel crucial a la hora de transformarlo. Veamos algunas de las claves de cómo podría hacerlo.

1 La crisis ecosocial

Sin duda, es una de las cuestiones urgentes, sino la que más, del siglo XXI. Los fenómenos climáticos extremos son cada vez más frecuentes, se agravan las migraciones por este motivo y la temperatura media de la Tierra no deja de crecer, lo cual pone en serio problema la supervivencia futura de la especie humana y de otras especies.

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La filosofía puede y debe ser una herramienta fundamental para enfrentar la crisis climática y ecosocial. En primer lugar, porque puede establecer un marco de pensamiento a largo plazo, frente a la visión cortoplacista del actual sistema económico, que se enfoca en soluciones inmediatas o rentables a corto plazo.

La crisis ecosocial es una crisis que opera bajo una lógica de crecimiento ilimitado en un mundo muy limitado materialmente y que antepone el beneficio privado al bienestar común. «El capitalismo socava las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el trabajador», sostuvo Marx.

Por tanto, cualquier pensamiento que trate de enfrentar la catástrofe climática no puede limitarse simplemente a maquillar lo ya existente, sino que debe cuestionar con profundidad la dinámica de conjunto y pensar soluciones a largo plazo, dos cuestiones en las que la filosofía puede tener un importante papel.

Por otro lado, la filosofía puede ahondar en los presupuestos éticos que subyacen a la devastación ambiental y proponer otros. La filosofía puede ser una guía para repensar nuestra relación con la naturaleza y el resto de especies, plantea la necesidad de desarrollar una responsabilidad moral hacia el medio ambiente, promoviendo principios como la justicia ecológica, el respeto hacia otras especies y el reconocimiento de derechos para la naturaleza.

Para luchar contra la crisis ecosocial, la filosofía puede establecer un marco de pensamiento a largo plazo, cuestionar la lógica capitalista y proponer principios éticos nuevos

2 La desigualdad

El siglo XXI no trajo el fin de la desigualdad. La base de datos del World Inequality Lab muestra que la desigualdad de ingresos y riqueza ha aumentado en la mayoría de los países desarrollados desde los años 80. Además, hay problemas estructurales del sistema económico que tampoco se han resuelto, como el desempleo que, según la Organización Internacional del Trabajo, podría crecer ligeramente este año. La inflación, la pobreza, el empleo informal y la feminización de la pobreza siguen siendo problemas en muchos lugares del globo.

El impacto de guerras o de la pandemia de COVID también ha generado mayores desigualdades. Según el Word Inequality Lab, el crecimiento económico tras la pandemia favoreció de manera muy desigual a las clases altas, mientras que los hogares con menos ingresos sufrieron un retroceso. Por tanto, la desigualdad no es cosa del pasado, se trata de otra de las cuestiones urgentes de nuestro tiempo.

La filosofía, como pensamiento transformador de la realidad y no mero comentario de ella, debe cuestionar estas dinámicas de desigualdad global y proponer alternativas. En el terreno del análisis, filósofos como Amartya Sen o Martha Nussbaum han planteado una crítica a la desigualdad, por no corresponder a las capacidades humanas, sino a injusticias estructurales.

Sin embargo, desde el pensamiento crítico es desde donde en mayor medida se han cuestionado estas dinámicas injustas. Desde Marx hasta pensadores más contemporáneos como Nancy Fraser, la filosofía ha proporcionado análisis profundos de las estructuras capitalistas que perpetúan la desigualdad, impulsando reflexiones sobre alternativas económicas y sociales.

La desigualdad no es cosa del pasado, se trata de otra de las cuestiones urgentes de nuestro tiempo y desde el pensamiento crítico se ha cuestionado esta dinámica, proporcionando análisis profundos de las estructuras capitalistas que perpetúan la desigualdad, impulsando reflexiones sobre alternativas económicas y sociales

3 Las guerras

Si atendemos al panorama actual de los conflictos bélicos por todo el mundo, encontramos una situación preocupante, con un número récord de guerras activas. Actualmente hay al menos cincuenta y seis conflictos armados en curso, el mayor número desde la Segunda Guerra Mundial. Algunos de los enfrentamientos más destacados son la guerra en Ucrania o el genocidio en Palestina, que además avanza hacia una dinámica de guerra regional con la apertura de nuevos frentes para Israel en Siria, Irán o Líbano.

Digamos que cada vez queda más claro que la idea de fin de la historia de Francis Fuyukama no ha envejecido particularmente bien. La historia, sus antagonismos, las guerras y también los conflictos de clase se han perpetuado en el siglo XXI. La tendencia apunta hacia un incremento de estos conflictos y tensiones geopolíticas que podría agravarse por la competencia de recursos escasos y otros elementos derivados de la propia emergencia climática.

Desde su origen, la filosofía ha pensado el problema de las guerras como parte del modo de relación entre sociedades humanas. Desde Tucídides hasta Hobbes, los filósofos se han interrogado sobre si las guerras son inevitables debido a la naturaleza humana o si resultan de estructuras sociales y políticas. El marxismo interpretó la guerra contemporánea desde las coordenadas del conflicto de clase, la lucha por el control de los recursos económicos y políticos y la dinámica imperialista del sistema, elementos que siguen siendo vigentes hoy para explicar el origen de casi todos los grandes conflictos.

En términos morales, filósofos como Tomás de Aquino o Kant pensaron los criterios morales de las guerras e incluso el problema de la paz en términos filosóficos. Como resultado, el pensamiento filosófico de estos autores a menudo preconizó la existencia de instituciones de cooperación internacional.

Además, una de las mayores preocupaciones de la filosofía hoy es nuestra relación con la tecnología, que se ha erigido como otra de las cuestiones urgentes que abordar. Autores como Habermas reflexionaron sobre cómo las tecnologías modernas afectan a la ética de la guerra y las tecnologías relativas a la inteligencia artificial plantean nuevos retos en este sentido.

La historia, sus antagonismos, las guerras y también los conflictos de clase se han perpetuado en el siglo XXI. Además, una de las mayores preocupaciones de la filosofía hoy es nuestra relación con la tecnología, que se ha erigido como otra de las cuestiones urgentes que abordar y que tiene relación con cómo son las guerras actuales

4 La violencia

Sigue siendo un problema de rabiosa actualidad. El incremento de la violencia, especialmente hacia las mujeres, en todo el mundo es uno de los asuntos que más debería preocuparnos. Por un lado, el propio aumento de los conflictos armados genera mayor violencia. Además, la neoliberación de la economía, la retirada del Estado y la injerencia imperialista en determinados países ha generado un incremento del crimen organizado en países como Venezuela, Honduras y El Salvador, que repercute en altas tasas de homicidio.

En todo el mundo, aunque particularmente en América Latina, se ha registrado un crecimiento en los casos de violencia doméstica y en los feminicidios. Esto se atribuye en parte al impacto de la pandemia de COVID-19, pero también tiene que ver con el auge de ideas reaccionarias, contra lo que ha sido uno de los movimientos más dinámicos y radicales de este siglo.

El sistema genera más y más crisis y eso tiene un correlato en el terreno de la violencia. El avance de la extrema derecha, de los discursos de odio y de la desinformación se entrelaza con la perpetuación de las desigualdades estructurales que veíamos en un punto anterior. Esto se ceba particularmente con las comunidades migrantes y racializadas que, además, son culpabilizadas de las crisis en muchas ocasiones.

Según Naciones Unidas, en Europa, las comunidades afrodescendientes y migrantes suelen estar sobrerrepresentadas en índices de pobreza y exclusión social. La gestión criminal de la migración, plagada de racismo institucional en el centro imperialista, ha alimentado reacciones xenófobas. En 2023, más de cuatro mil personas murieron intentando cruzar el Mediterráneo, un número que da cuenta de la deshumanización de los migrantes que la realpolitik perpetra.

La filosofía no es un pensamiento ideológicamente uniforme. Es uno de los muchos productos culturales que beben de estas mismas condiciones estructurales. Así que, tanto en este tema como en el resto de los que estamos planteando, no tiene por qué tener un papel progresivo de tratar de resolver las cuestiones urgentes del siglo. Pero la propuesta que aquí hacemos es que debería, como mínimo, no ponerse de perfil con ellas. Esa es la filosofía que puede transformar el mundo.

No se trata solamente de condenar la violencia, sino también de desvelar las estructuras que subyacen en ella y proponer alternativas. Autoras feministas como Simone de Beauvoir, Judith Butler y bell hooks han analizado cómo las estructuras patriarcales perpetúan la desigualdad de género, normalizando la violencia contra las mujeres.

Por su parte, pensadores como Frantz Fanon y Angela Davis han explorado el racismo como una forma de opresión estructural ligada al colonialismo y al capitalismo, evidenciando cómo se naturaliza la exclusión y la explotación de grupos racializados. A menudo estos autores se entrelazan y cruzan con las primeras.

La filosofía no es un pensamiento ideológicamente uniforme y puede jugar un papel progresivo o no. Pero numerosos filósofos han pensado la cuestión de la violencia, desvelando las estructuras que subyacen a ella y proponiendo alternativas

5 Imaginario de fin del mundo

Si uno atendiera únicamente a los elementos anteriormente descritos, quizá caería irremediablemente en una depresión. Y no solo por su magnitud, sino porque a menudo parece que no hay alternativa ni modo de resolverlos. Se atribuye a Jameson la famosa frase de que «es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo» que vendría a condensar esta idea, lo que probablemente sea otra de las cuestiones urgentes que tenemos que abordar y que atraviesa a todas las demás.

¿Cómo ha llegado un sistema que genera caos climático, violencia y guerras a ser incontestable? Lo cierto es que a través de un proceso doloroso y violento. Marx dice en El capital que «el capital vino al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies hasta la cabeza». A quienes vivimos en el Estado español en estos días, además, no nos pueden resonar más esas palabras «sangre» y «lodo», que son lo que la DANA en Valencia, con mucha relación con los problemas que estamos abordando aquí, ha dejado como impronta.

Tal vez el mayor éxito de un sistema así es haber instalado precisamente esta idea de que no hay alternativa. Y tal vez este sea el elemento en el que la filosofía más tiene que decir. Frente a un pensamiento distópico de no futuro, frente a la limitación de la imaginación política que nos imponen las condiciones de precariedad y desigualdad y frente al pesimismo profundo al que nos conduce la dinámica global, la filosofía puede recordarnos que somos competitividad, pero también competencia, que somos violentos, pero también empáticos. Y que para avanzar precisamente es necesario apoyarse en estos elementos antropológicos y en la vasta historia de lucha de las mayorías contra toda opresión y explotación.

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