Si plantó cara al propio Nietzsche, si promovió la abolición del matrimonio y acabar con la reproducción, si vio en el hombre la fuente de todos los males mientras animaba a las mujeres a ser fieles a ellas mismas… ¿dónde estaba Helene von Druskowitz? Sus Escritos sobre feminismo, ateísmo y pesimismo inauguran el catálogo de la editorial Taugenit.
Por Pilar G. Rodríguez
Como algunos tuits, este texto empieza con una situación vivida en la redacción:
— ¿Y cómo hasta la fecha no se tenía noticia de una mujer que en la segunda mitad del siglo XIX escribió, por ejemplo: «Exigid con energía el acabamiento del Estado masculino, unilateral y eternamente regido de forma poco equitativa»? O sea, estas cosas sobre las que se habla, se discute y se pelea… y más en estas fechas.
— ¿Porque pasó casi tres décadas de su vida encerrada en un manicomio?
Es una respuesta viable, pero hay más: ¿por meterse con Nietzsche? ¿Por odiar el matrimonio e intentar acabar con la reproducción? ¿Por hablar de Dios como de un chapucero que habría creado por encima de sus posibilidades? A la hora de echarse enemigos, a Helene von Druskowitz no le temblaba la lengua. Pero, a fin de cuentas, si hubiera tenido esos enemigos que cultivaba la hubiéramos conocido. Su nombre nos diría algo al menos… Y no. Muy pocos son los que conocen algo sobre su vida o su pensamiento a pesar de que parte de su producción incluye temas sobre los que se discute con ardor en la actualidad como es el caso del feminismo. Por ello es tan buena noticia que una editorial nueva, Taugenit, venga al mundo con un libro de Helene von Druskowitz. Escritos sobre feminismo, ateísmo y pesimismo incluye una introducción a la vida y la obra de la pensadora del profesor Manuel Pérez Cornejo y los textos originales Proposiciones cardinales del pesimismo e Intentos modernos de sustituir a la religión, ambos inéditos y traducidos por primera vez al español.
A la hora de echarse enemigos, a Helene von Druskowitz no le temblaba la lengua. Pero, a fin de cuentas, si hubiera tenido esos enemigos que cultivaba algo sabríamos de ella, ¿no?
Una inteligencia prodigiosa
En la introducción, el profesor Manuel Pérez Cornejo ofrece unas notas biográficas imprescindibles para conocer el mundo de Von Druskowitz. Nació en Viena en 1856 y desde niña mostró una altísima y singularísima capacidad intelectual, una inteligencia prodigiosa que volcó en un primer momento a la música y posteriormente a la filosofía. Con 22 años obtuvo el título de doctora en Filosofía en la Universidad de Zúrich, con una disertación sobre el Don Juan de Byron. Comenzó una vida de viajes, conferencias y círculos literarios y filosóficos que la llevaron a entrar en contacto con Nietzsche. Su relación con el filósofo ocupa un lugar destacado en su vida. En un primer momento cada uno creyó haber encontrado en el otro una afinidad que quizá hizo subir las expectativas intelectuales en vano: pronto Von Druskowitz vio un farsante allí donde antes había visto un profeta y en esos términos comenzó a hablar de Nietzsche.
«Ese ridículo filólogo suizo…» llamado Nietzsche
Así denomina al trastocador de valores y al introductor de conceptos como superhombre o voluntad de poder. Es precisamente al criticar este último en el contexto de su argumentación El hombre como imposibilidad lógica y ética, y como maldición del mundo —incluido en el libro de Taugenit— cuando se despacha así: «Entre las memeces más infames a las que se ha visto sometido el mundo germánico, se encuentra el homenaje a un tal Nietzsche, que ha promocionado aquel malvado rasgo fundamental de la manera más condenable y estúpida. Es, y sigue siendo, inconcebible cómo pudo llegar la inteligencia germánica a la desgracia que ha supuesto este ridículo filólogo suizo (…). Afortunadamente, se ha tomado posición rápidamente frente a este escritor tonto, y de espíritu completamente idiotizado, por lo que esperamos no vernos más en la penosa tesitura de tener que poner en ridículo a un sujeto de tal manera inflamado por la nobleza vulgar, por la clerigalla y sus ridiculeces». Lo llama loco y a continuación habla de Nietzsche como de «el enemigo mortal de la filosofía».
Ahora que Nietzsche no se iba a callar tampoco, como escribe el mencionado Pérez Cornejo: «(…) Reaccionó como solía hacerlo en estos casos: con furia y dirigiendo a su antigua amiga invectivas personales».
Una orgullosa «anormal»
Sin miedo a la polémica, Von Druskowitz bebía, fumaba, mantenía relaciones con mujeres y se declaraba «anormal» con orgullo. Pero hacia 1888, sin el apoyo de su familia (su madre y sus dos hermanos habían muerto), cayó en el alcoholismo, en la bancarrota emocional y financiera y fue internada en el psiquiátrico de Dresde, donde pasará casi tres décadas. Allí, algunos informes hablan de ella como de alguien «con un elevado concepto de sí misma y mucha autoestima; muy selectiva en las relaciones con los pacientes, pero siempre gentil y afable; se ocupa de problemas filosóficos, escribe tratados, pone anuncios en las revistas (…) Realiza a la perfección actividades literarias. Compone con una caligrafía ininteligible confusos tratados andrófobos». Curiosamente no terminó sus días de una manera muy distinta a la de Nietzsche, aunque su fama e influencia sí corrió una suerte muy dispar.
Pesimista y feminista
Qué no sería para sus contemporáneos si, hoy día, el pensamiento de Von Druzkowitz sigue resultando rompedor. Y no tanto por la parte de pesimismo, que con baluartes como Schopenhauer o Nietzsche ya estaba bien representado en su época, sino por el feminismo al que quedó unido. Para Von Druzkowitz la especie humana no existe: hay hombres y mujeres y los primeros han dominado y corrompido a las segundas y son los responsables del espanto de un mundo hecho a imagen y semejanza del varón.
Para Von Druskowitz la especie humana no existe: hay hombres y mujeres y los primeros han dominado y corrompido a las segundas que son una estirpe mucho más perfecta y noble
Hay, por tanto, que revisar la historia, cuyo fenómeno más terrible «no han sido las guerras de religión, ni la lucha de clases, ni el sometimiento de una casta a otra, ni tampoco los excesos y abominaciones de la superstición, sino el sometimiento de las mujeres». Hay que revisar el presente y volver a la segregación sexual bajo el dominio de las mujeres y de mandatos como «¡Odiad a los hombres y al matrimonio, sed fieles a vosotras mismas!». Ellas son el ser superior porque tienen la capacidad de la vida y de su negación, la muerte, y porque, aun teniendo el poder de la vida, prefieren apostar por la muerte. ¡Abajo la reproducción!
El mundo, un «miserable aborto masculino»
Cuando Von Druskowitz se detiene a examinar el mundo, tiene unas palabritas para el Dios creador; se refiere a «su retraso mental» al haber «creado muy por debajo de sí mismo». El resultado, el mundo, no sería sino un «miserable aborto masculino», cuya materia es «lo otro, lo más bajo, lo impuro, insatisfecho, desgarrado, fraccionado, fracturado, dividido, despojado». En vista de semejantes resultados lo mejor, en su opinión, será dejarse de Dios y de dioses y apostar por el ateísmo. Solo quien se declara ateo puede llegar a ser filósofo propiamente dicho —el único hombre al que Von Druskowitz manifiesta algo de aprecio—, solo él posee la llave de la sabiduría y libertad. Pero, como se ha visto, además de ateos, Von Druskowitz exige militancia en la no creencia: oposición activa frente al matrimonio y la reproducción.
Cuando se refiere al Dios creador, Helene von Druskowitz habla de «su retraso mental» al haber «creado muy por debajo de sí mismo»
Y, sin embargo, la austriaca sí cree en algo que llama la Esfera superior y que surge por contraposición a la materia, algo «único unitario, armónico, [que] excluye la contraposición entre bien y mal, así como todo aquello que comúnmente se denomina alteración y cambio». Un ente privilegiado con el que no es posible ninguna relación, sin embargo, sí es posible imaginarlo y ella lo hace y remata su texto Proposiciones cardinales del pesimismo. Un vademécum para los espíritus más libres con una poesía: Himno a la Esfera Superior.
Por qué editar a Helene von Druskowitz
Escritos sobre feminismo, ateísmo y pesimismo es el título de Helene von Druskowitz que se presenta junto con otros dos libros: Anti-Nietzsche, de Jorge Polo, y Andanzas de un inútil, un clásico del romanticismo alemán de Joseph von Eichendorff que tiene que ver con el nombre y con el espíritu de la editorial. Desde allí, explican por qué se escogió a la filósofa austriaca:
«La figura de Helene von Druskowitz resulta interesante, y fundamental, desde muchos puntos de vista. Ha sido un placer descubrirla y publicarla por primera vez en nuestro idioma, en la que incomprensiblemente permanecía inédita y muy desconocida. El primero de esos aspectos es su aguerrido tono, siempre combativo y reinvindicativo; en una época (finales del XIX y primer tercio del siglo XX) en la que los hombres eran dueños y señores del terreno universitario e intelectual, Helene se atreve a alzar la voz contra ese predominio que considera injustificado y grotesco, y asegura que no solo hay que acabar con él, sino con todo signo de preeminencia masculina en todos los terrenos de la vida. Su declarada (y nunca escondida) inclinación sentimental y sexual hacia las mujeres hizo de ella una figura desplazada, casi defenestrada por los círculos intelectuales y sociales de su época. Y ello a pesar de que fue una de las primeras mujeres en doctorarse en Europa y una profunda conocedora de la historia de la filosofía.
En segundo lugar, es importante señalar que su perfil combativo no tiene tanto que ver con una mera reacción subjetiva o con un sentimiento de apocamiento o un herido orgullo como con la creencia racional y fundamentada de que el mundo no iba bien. Helene plantea posibles salidas, tentativas, y una de ellas es, como defiende en este libro, acabar con la religión. Este ahínco no tiene tanto que ver con la proclamación teórica de un ateísmo radical (que también) como con la necesidad de pensar libremente. De hecho, fue una de las primeras pensadoras en hablar de «Freigeist», «espíritu libre» en alemán. Debemos liberarnos de todo sesgo que nos impida pensar libremente, y hacerlo sin prejuicios.
Esto nos lleva al tercer punto reseñable sobre por qué publicar a Helene: y es que, a su juicio, todo un sector de la sociedad había y ha permanecido silenciado porque, precisamente, se le ha impedido pensar, y ese sector es el femenino. Las mujeres han vivido amordazadas por los hombres, dominadas por un imperio que no dejó que desarrollaran sus capacidades intelectuales ni emocionales. El feminismo de Helene es, en este punto, tan radical como clarividente; nos hace pensar, y mucho, sobre si las cosas han cambiado desde que escribiera aquellas explosivas líneas. Por último, se puede apuntar que Helene von Druskowitz funciona como una bisagra entre el pensamiento del XIX y las nuevas corrientes, aún por venir, del siglo XX, sobre todo con el existencialismo y con el posmodernismo. Von Druskowitz militó, al principio, en las filas nietzscheanas, pero se desvinculó de ellas al considerar que la filosofía del pensador de Röcken solo conducía, de nuevo, a cimentar la prevalencia del pensamiento único masculino, hecho por y para hombres; además, fue una entusiasta defensora del pesimismo schopenhaueriano, que sin embargo reconfiguró para poder defender sus propias tesis. En definitiva, Helene von Druskowitz penetrará como un enriquecedor aguijón en la imaginación de sus lectoras y lectores, abriendo nuevas (y viejas) sendas de pensamiento. Una imprescindible por descubrir».
Mejor que la religión
La última parte del libro de Von Druskowitz, ya lo indica el título, es una investigación que intenta sustituir a la religión. Pero no es otra religión lo que busca la pensadora, sino algo «superior y más perfecto» que ella. Empieza por los descartes: no le vale el arte, ni la ciencia, ni el culto a la naturaleza… Dotada del mejor espíritu analítico, su búsqueda comienza por examinar qué es eso que la religión ofrece para elegir a continuación el sustituto más adecuado. Una cosmovisión, confianza, respeto… Una religión con garantías debe asegurar buena dosis de los anteriores.
En Intentos modernos de sustituir a la religión, la pensadora austriaca no se conforma con buscar otra religión: quiere algo «superior y más perfecto»
A continuación, Von Druskowitz se fija en los sistemas filosóficos que han propuesto diversos pensadores y los valora como opciones para su objetivo sustitutorio. Ahí aparecen Comte y su religión de la humanidad y Feuerbach con su religión del amor. Von Druskowith los compara, los valora en distintos aspectos con algunos postulados de Stuart Mill… Schopenhauer y Nietzsche vuelven a aparecer por allí y hacia el final del texto Von Druskowitz formula sus finalistas: «Son Julius Duboc, en su obra El optimismo como cosmovisión en su significación ético-religiosa para el presente; luego, E. Dühring, en La sustitución de la religión por algo más perfecto, y la eliminación de todo judaísmo del espíritu de los pueblos modernos, y, finalmente, William Mackintire Salter, en Religión de la moral». Con ellos sí se mide ella intelectualmente explicando lo que acepta o reprocha de sus teorías y las razones. Y al final las conclusiones: «Dühring, Duboc y Salter son quienes han expuesto de manera más satisfactoria los elementos que habría de incluir un sustituto superior de la religión». Y sin embargo la autora les reserva un gran pero: para los pensadores mencionados el sustituto de la religión brota de la ambición de moralidad del ser humano y, para ella, más que de moralización se trata de espiritualización. «Un nuevo entusiasmo por todos los factores superiores, este sería el sustituto perfecto de la religión, en lo que se refiere a las directrices para guiar la vida». Concluye y no se engaña, Von Druskowitz: mientras haya que ganarse el pan «en la servidumbre de un trabajo impuesto», que arrebata tanto la nobleza como la alegría, «no cabe esperar un salto espiritual general, ni una concepción superior de la vida». Von Druskowitz nunca decepciona: siempre negativa.
Para saber más… Qué opinaba Druskowitz de los hombres y las mujeres
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