¿Son ética y psicología disciplinas enfrentadas? ¿Cómo influye una a la otra? ¿Qué relación han tenido? ¿Qué aplicaciones mutuas comparten? Indagamos en la unión entre ambas, tratando de buscar los puntos en común que comparten y el contexto actual en el que se desarrollan.
En las últimas décadas, el aumento de las enfermedades mentales se ha convertido en un verdadero fenómeno en el mundo, debido principalmente al fuerte impacto social que provocan. Es una cuestión que ha llamado la atención no solo a nivel personal o local, sino que ya está en boca de la mayoría de autoridades sanitarias internacionales del planeta. Siendo un tema capital en lo referente a la salud, no es de extrañar que su impacto vaya mucho más allá de la medicina o la sociología: afecta a disciplinas que van desde la política a la economía.
Se estima que en el continente europeo los costes sociales por causas atribuibles a problemas de salud mental oscilan en torno al 3% del Producto Interior Bruto de cada país. Estos trastornos (incluidos los que están ligados de alguna manera a las adicciones) ocupan cerca del 23% de los años de trabajo perdidos por discapacidad de todas las enfermedades, y solo la auténtica plaga de nuestra época, la depresión, suma el 11%. Se trata, por tanto, de un grave problema de gran alcance social que afecta a todos los ámbitos –tanto humanísticos como sociales– en los que es necesaria la mente. Puesto que es la principal herramienta de la que nos valemos para enfrentarnos a la realidad, podemos concluir que sus consecuencias son visibles en prácticamente cualquier actividad humana.
La mayoría de los problemas actuales se deben a situaciones reactivas a determinadas transiciones biográficas, o respuestas adaptativas a circunstancias vitales: un divorcio, la muerte de un ser querido, una enfermedad grave, un cambio de estatus, una pérdida laboral, etc. En esos casos, la vulnerabilidad individual junto a la presencia acumulativa de dichos factores forman el sustrato que condiciona el tipo de conducta. Se calcula que el 3% de la población general sufre problemas crónicos o agudos de este tipo, que conllevan en casi todos los casos algún grado de discapacidad.
Durante muchos siglos ética y psicología fueron campos íntimamente unidos, estudiados por un mismo grupo de sujetos: los filósofos. Con el paso de los siglos, ambas disciplinas terminaron separándose, siendo hoy día el periodo en que se encuentran, quizá, más disociadas, lo cual es para muchos, tanto filósofos como psicólogos y psiquiatras, más un error que un acierto. Y esto es así porque la interrelación entre filósofos y profesionales clínicos es una de las perspectivas más fértiles que pueden producirse en la medicina. Conceptos como valores, moral y ética, son prioritarios en relación con los cambios sociales que estamos observando, así como con respecto a los derechos humanos en la actividad asistencial.
Dentro de la filosofía, la rama más íntimamente relacionada con la psicología es la ética. Esta, que es el arte de vivir bien y distinguir el bien del mal, se ha encargado tradicionalmente del mismo estudio que desarrolla la psicología: el comportamiento humano. De ahí que no sorprenda demasiado su relación. Pero profundicemos algo más.
La ética se ha encargado tradicionalmente del estudio que desarrolla hoy la psicología: el comportamiento humano
Dentro de la ciencia de la medicina y su impacto en nuestra vida –a fin de cuentas, se encarga de aquello que es más importante para todos nosotros, la vida–, el enfoque ético es de vital importancia. Puesto que la psiquiatría es una rama de la ciencia y la psicología una faceta íntimamente relacionada a esta última, resulta comprensible que la ética juegue también un papel relevante para ellas.
Erich Fromm, en su obra Etica y psicoanálisis, afirma que la ética no puede desvincularse del estudio de la persona puesto que los juicios de valor que elaboramos determinan nuestras acciones, y sobre estas descansan nuestra salud mental y nuestra felicidad. Fromm ve una relación directa entre ética y psicología, hasta el punto de sostener que los síntomas neuróticos que muchas personas sufren son expresiones específicas de un conflicto moral. De esta manera, la ética incide sobre la psicología, pero también sucede lo contrario: para el éxito de la terapia será determinante la capacidad del terapeuta para comprender el problema moral del paciente y de esa manera poder solucionarlo.
Como ya vimos en otros artículos de este dosier, uno de los pensadores que comparte con Fromm esta visión de la ética y la psicología como dos ramas interconectadas fue Carl Gustav Jung. Para el suizo, psiquiatra y fundador de la psicología analítica, la psicología y su terapia están estrechamente vinculadas con los problemas filosóficos del hombre, especialmente a nivel moral.
Deja un comentario