He estudiado filosofía en la universidad durante nueve años, cuatro de la carrera y cinco haciendo un doctorado, en dos facultades diferentes: en Palma de Mallorca y en la UB, en Barcelona. Muchos son los buenos profesores que me he encontrado y he podido aprender de todos ellos. Sin embargo, también he de decir que el margen de mejora es enorme. Hay que cambiar para adaptarse a los nuevos tiempos, aunque eso suponga acabar con viejas tradiciones muy arraigadas.
Por Roberto Augusto, filósofo
Mi primera crítica es al excesivo historicismo de los estudios académicos. No se enseña filosofía, sino historia de la filosofía occidental. Según mi parecer, los problemas y conceptos fundamentales del pensamiento filosófico deberían ser el eje de los estudios académicos, no las corrientes, los autores y los sistemas.
El canon oficial es demasiado limitado. Parte de un modelo base cronológico impuesto por Hegel donde se supone que todo empieza en Grecia, después filosofía romana (poco), Edad Media (Santo Tomás, San Anselmo y San Agustín), Renacimiento (Maquiavelo, Bruno y algún otro), empiristas, racionalistas, idealistas y filosofía contemporánea. Es un planteamiento eurocéntrico donde los autores son los protagonistas. Una visión cronológica no me parece la más adecuada, porque no se puede decir que unos sistemas dejan obsoletos a los otros, tal como sucede con la ciencia. Newton supera la física de Aristóteles, pero no podemos decir que Heidegger supera a Platón porque sea posterior. Unos estudios académicos que asuman este modelo base, tal como sucede en las universidades españolas, no ayudan a la filosofía, la convierten en un saber historicista que sigue un modelo obsoleto.
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