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«Lógica del sentido»: cabalgando la contradicción

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La contradicción no es la negación de un sentido, sino la afirmación de dos sentidos, de dos direcciones opuestas. «Lógica del sentido» parte precisamente de las contradicciones para averiguar la lógica subyacente al sentido. Imagen de CDD20, extraída de Pixabay (CC).

La contradicción no es la negación de un sentido, sino la afirmación de dos sentidos, de dos direcciones opuestas. «Lógica del sentido» parte precisamente de las contradicciones para averiguar la lógica subyacente al sentido. Imagen de CDD20, extraída de Pixabay (CC).

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Figura clave de la filosofía francesa del siglo pasado, Foucault dijo una vez de Gilles Deleuze (1925-1995) que «un día el siglo será deleuziano». Gran conocedor de la tradición filosófica, Deleuze es un pensador difícil de leer, pero fundamental para entender las derivas de la filosofía contemporánea. Analizamos una de sus obras filosóficas más importantes: Lógica del sentido.

Por Myriam Rodríguez del Real

Gilles Deleuze es considerado uno de los pensadores más importantes de principios del siglo XX. Nace en París, ciudad en la que residió toda su vida, donde trabajó como profesor y en la que, finalmente, se suicidó.

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Deleuze recibe una gran influencia de pensadores como Hume, Bergson, Spinoza, Nietzsche y Foucault, quienes forman parte de su primera etapa, una etapa de revisión de la historia de la filosofía. Así, Deleuze no solo dedica su labor a la construcción de un corpus filosófico plagado de nuevos conceptos, de nuevas ideas, de creación, etc., sino que revisa también el pensamiento de autores de la historia de la filosofía en obras como El bergsonismo, Nietzsche y la filosofía, Foucault, Empirismo y subjetividad o Spinoza. Filosofía práctica.

lógica del sentido
Lógica del sentido, de Gilles Deleuze (Paidós).

Al final de su obra definirá la filosofía como creación de conceptos, siendo esto, a su vez, una suerte de crítica a la imagen de la filosofía como una herramienta de revisión histórica (lo que él hace en su primera etapa).

Lógica del sentido fue publicada en 1969, tras Diferencia y repetición, a modo de continuación de lo que el autor venía exponiendo y todavía sin alejarse del psicoanálisis. Es la segunda gran obra de Deleuze y una de las primeras escritas en nombre propio, es decir, donde se empieza a alejar de la revisión histórica per se y comienza a desarrollar su pensamiento. Un pensamiento que se dirigirá hacia la ontología, desde donde desarrollará también su estética y política.

El filósofo francés dirige un pensamiento de la diferencia, de la contradicción, de los flujos y de las grietas, de la herida, de la superficie, un pensamiento nómada. Este pensar la diferencia, que inaugura Deleuze, trata de alejarse de la ontología de la representación, donde hay un modelo y todo lo demás es copia de esa esencia. Se trata de poner en el centro del ser la diferencia pura y salvaje y despojarnos de la identidad fija. Este pensamiento se abre a la pregunta de cuál es la forma de pensar alejándonos de las representaciones: el cine, la escritura conjunta, etc.

Lógica del sentido: ¿de qué hablamos cuando hablamos del sentido?

Así, Lógica del sentido es una obra donde Deleuze describe su ontología bajo esta pregunta: ¿de qué hablamos cuando hablamos del sentido? Tratará de alejarse de toda la «metafísica de la representación», de las esencias, de las ideas fijas, de conceptos generales o universales, a favor de los simulacros, de las intensidades y de las singularidades. En esta obra, Deleuze continúa la empresa comenzada por Nietzsche: la inversión de platonismo. No se trata de invertir a Platón, esto es, el pensamiento del filósofo griego, sino la herencia que a través de los seguidores de su filosofía se ha ido sedimentando en el pensamiento occidental.

La finalidad última de esta gran obra es desentrañar qué es el sentido y en qué plano se sitúa: ¿en el del lenguaje?, ¿en el de las cosas?, ¿en el de las representaciones de nuestra mente?

Después de una primera etapa de monografías sobre distintos filósofos, Deleuze se lanza a escribir en nombre propio, a hacer su propia filosofía. Lógica del sentido es uno de los libros fundamentales de esta etapa

Antes de comenzar a explicar la obra, hago una pausa de puntualización. El horizonte de este breve ensayo no es hacer una exposición, como una suerte de vómito del contenido de forma esquemática de cada una de las partes del libro, sino intentar hilar, construir y poner estas partes en diálogo para observar la grandeza y el propio sentido dibujado, abierto, en desarrollo y múltiple. Mostrar el «caosmos» (según Deleuze, aquella estructura que se resiste a ser organizada de una forma determinada) de la obra, poner en evidencia el sinsentido que es desentrañar las vísceras del sentido.

La obra discurre a través de una serie de paradojas, treinta y cuatro, que se van haciendo mutuamente en el desarrollo de la obra. Durante este desarrollo, en el camino del libro son importantes tanto la figura de la serie como de la paradoja. Por su parte, la serie es una especie de rizoma que se va conectando y va creciendo en el camino de alumbrar el hueco del sentido y construir los diferentes sentidos marchando por la superficie.

Por otro lado, no hay otra forma de explicitar qué es el sentido que a través de la paradoja, pensamiento de la diferencia que se contrapone y deviene en lucha. La paradoja es la afirmación de los dos sentidos, de las dos direcciones, afirmación que deviene sinsentido, vacío, hueco, grieta. No existe el sentido único, siempre sentidos desfigurados, multiplicados, singularidades.

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En el sentido nos instalamos de golpe, porque el sentido es el hueco vacío, la herida entre la cosa y la palabra. Ahora bien, el sentido no existe fuera de la proposición que lo expresa, porque lo expresado no existe fuera de su expresión.

Con todo y con esto, en la proposición se dan tres relaciones: la designación (relación de la proposición con el estado de cosas que se expresa a través del signo), la manifestación (la relación de la proposición con el sujeto que la expresa a través de las creencias o deseos) y la significación (relación entre la palabra y conceptos universales).

La cuarta dimensión es el sentido, que es lo expresado de la proposición. Así, y siguiendo ahora a Foucault, la proposición «Marco Antonio está muerto» designa un estado de cosas, expresa una creencia, significa una afirmación y tiene un sentido. ¿Qué sentido? «El morir». El sentido es atributo de la cosa, verbo infinitivo. Además, añade Deleuze —dejando entrever cierto estructuralismo—, el sentido pende también de la posición del término en relación con el resto de términos de la estructura.

A lo largo de la obra, el sentido adquiere la forma de juego ideal. Describe Deleuze este juego ideal como aquel en el que no hay reglas preexistentes y en el que cada tirada inventa sus propias reglas. Este juego ideal que es el sentido solo puede ser pensado como sinsentido, como vacío. Nos instalamos en el sentido a través del jugar, o, mejor dicho, es su condición de posibilidad —el juego libre, el sinsentido—.

La cuarta dimensión del lenguaje es el sentido. El sentido no es lo designado ni la creencia ni el significado. Es la herida que yace entre las palabras y las cosas

El sentido es efecto producido que se alarga a través de la superficie. No existe un sentido único que desentrañar, ni tampoco está por descubrir, desvelar o recordar, porque nunca es originario. El sentido es efecto de las causas corporales y de sus mezclas, de las acciones y pasiones del cuerpo. Pero efecto de superficie, porque es aquí donde aparecen estas. Como dijo Paul Valéry, «lo más profundo es la piel».

¿Qué es el sentido para Deleuze?

Entonces, ¿qué es el sentido para Gilles Deleuze? Es el vacío que queda entre el significante y el significado, entre la palabra y la cosa, porque siempre es múltiple, nunca es único. Es esa cuarta dimensión que no es ni lo que se designa, ni lo que se manifiesta, ni el significado, sino lo expresado en la proposición.

La escritura de Deleuze es un ejercicio de despersonalización, donde no hay un Deleuze (¿acaso somos solo uno?), sino que se desparraman todas las multiplicidades siempre abiertas que conforman su ser en devenir (¿su sentido?). Para pensar el sentido, Deleuze partirá de la base del pensamiento estoico, de su idea de tiempo como Cronos y Aión, de la idea de los incorporales y del extraser que subsiste.

Así todo, para Deleuze, pensar en el sentido es pensar el acontecimiento, que no es lo que sucede o lo que existe, sino lo que subsiste, insiste y persiste en la superficie. Acontecimiento como punto, foco, nudo. El tiempo del sentido, del acontecimiento, es Aión, en contraposición con Cronos. Para Cronos solo existe el presente. Así que pasado y futuro no son dimensiones del tiempo, sino que son siempre relativas al tiempo presente. Este presente devora al pasado y futuro.

El Aión es el pasado y el futuro que insisten y subsisten sin ser absorbidos por el presente. Aquí es, más bien, el pasado y el futuro quienes organizan el presente en instantes. Respecto al tiempo del acontecimiento, este es algo que acaba de pasar y que va a pasar, a la vez, pero nunca algo que pasa. Así, Aión es línea que se desplaza en los dos sentidos mientras está siendo recorrida. Es infinitivo.

El sentido es lo que acontece. El acontecimiento no es lo que existe, el estado de cosas, sino lo que subsiste o insiste y, pese a todo, persiste en la superficie del lenguaje

De esta manera, los acontecimientos posibilitan el lenguaje. En este lenguaje de superficie, la donación del sentido se produce en la frontera entre las proposiciones y las cosas. Sobre esta línea fronteriza que traza Aión circula el sentido y el sinsentido dados de la mano. Del lado de las cosas encontramos las propiedades físicas y sus relaciones, que conforman los estados de cosas.

Deleuze trata de huir de los prejuicios, de los conceptos generales, de los modelos para establecer lo verdadero y lo falso, el buen y el mal sentido. Por eso, rescata el simulacro de las garras del pensamiento idea/copia. El simulacro es la copia de la copia, pervertida, la completa desemejanza. El sentido nunca puede desacoplarse del sinsentido.

En fin, resulta ardua la tarea de escribir un ensayo sobre Lógica del sentido porque no basta con hacer uso de cualquier palabra o expresión para tratar de exponer lo que Deleuze dibuja a través de un mapa rizomático de series. Así, palabras como acceder o entender difícilmente formarán parte de un vocabulario con el que movernos de forma deleuziana en esto del sentido. Además, se trata de una obra desgarrada, que forma un puzle que se pliega y se fuga por todas partes y hacia todas las direcciones. Cuando crees haber desmenuzado, desentrañado, enclaustrado el sentido del sentido, se escapa entre las grietas.

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