¿Calificarías como ciencia ficción la historia de un viajante de comercio que se acuesta como ser humano y se levanta convertido en un extraño bicho? Si has respondido que sí es que nunca te has sentido como una cucaracha. El libro La metamorfosis tiene una respuesta para ti.
Por Pilar G. Rodríguez
Los amantes de lo anecdótico dicen que no es una cucaracha aquello en lo que Gregorio Samsa se convierte una noche y que un escarabajo sería lo más parecido. Qué importa. No es esto un tratado de entomología. Pero tampoco es una novela de misterio. Desde la tercera línea ya sabemos lo que pasa con desconcertante precisión: «Al despertar Gregorio Samsa una mañana de sueño intranquilo, se encontró en la cama convertido en un monstruoso insecto». La historia podría haberse acabado ahí y constituir un relato hiperbreve de esos que parecen tan modernos ahora o, si hubiera querido el escritor checo acometer una novela de intriga, bien podría haber colocado la explicación al final del texto. Pero no. Kafka nos plantea un juego, una fantasía si se quiere, un órdago, un ¿lo tomas o lo dejas? Lo tomamos, lo tomamos.
El silencio como respuesta
Kafka es a la literatura lo que Nietzsche a la filosofía; ambos decretan la muerte de Dios ante el mundo, la soledad del individuo ante él. Con reacciones diversas, contrarias si se quiere. La respuesta de Nietzsche es la exaltación y el superhombre al que dará lugar; la respuesta de Kafka es el silencio, una resignada aceptación. Ante los aconteceres más asombrosos (la mutación de un ser humano en bicho, la detención de un sujeto sin ningún motivo, la imposibilidad de acceder a las autoridades de un castillo…), Kafka no ofrece respuestas en sus escritos, ni valoraciones, ni juicios morales; sus obras son todo situación y lucha. Cualquier pregunta, cualquier esfuerzo por hallar la razón de lo maravilloso (cuando lo maravilloso no tiene por qué ser «bueno») está condenada al fracaso y a la desesperación, castigo y represión de quien osara cuestionárselo. De este modo, ¿buscan los familiares de Gregorio, el bicho, algún médico que les pueda explicar qué ha pasado, ruegan a Dios o le maldicen por su suerte…? En absoluto; lo que hacen es cerrar la puerta y encerrar a Gregorio minimizando su existencia y esperando (deseando cada vez menos en secreto) su muerte. Nabokov, en su Curso de literatura europea, lo expresa muy gráficamente: «Ved la curiosa mentalidad de esos retrasados mentales que nos presenta Kafka, poniéndose a leer el periódico de la tarde a pesar del fantástico horror alojado en el interior de la vivienda».
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