Breve historia del nihilismo
La palabra «nihilismo» tiene su origen en el vocablo nihil, que en latín significa «nada». Añadiendo el sufijo «-ismo», la palabra nihilismo alude etimológicamente a la postura o doctrina de la nada. Así, atendiendo a este significado, el nihilista es aquella persona que cree en la nada o, dicho de forma parecida, pero no igual, aquella persona que no cree en ningún principio.
La palabra «nihilista» tiene un largo recorrido histórico. Ya en el siglo V, San Agustín acusaba de nihilistas a los incrédulos, a los no creyentes en la fe cristiana. San Agustín usa la palabra «nihilista» en un sentido radicalmente etimológico: nihilista es aquel que no cree en nada. En un contexto de ubicua religiosidad, el santo de Hipona identifica a los ateos y creyentes de otra religión con los nihilistas. Allí donde Dios es el Absoluto, el Infinito, el Bien, los no creyentes son los adoradores de la Nada, los nihilistas.
Avancemos 1 300 años, del siglo V al XVIII. Tras unos siglos de uso minoritario, el término «nihilista» vuelve a cobrar cierta relevancia intelectual en la Francia de la Revolución francesa. En ese contexto histórico, el adjetivo «nihilista» se usaba para designar a las personas que no estaban ni a favor ni en contra de la Revolución. Al igual que en la antigua Grecia «idiota» era el que no se preocupaba de los asuntos públicos, en el ocaso del Antiguo Régimen, en la Francia rayana en la modernidad, nihilista era aquella persona que no se posicionaba ante los acontecimientos políticos del momento.
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