«Hay que buscarse a una misma lo más cerca del paraíso».
Marguerite Duras
Simone de Beauvoir es conocida, sobre todo, por ser la autora de El segundo sexo. La celebramos como referente feminista y valoramos que —en ese impasse entre la primera y la segunda ola, en términos de la genealogía occidental, incluso anglosajona— publicara una obra rupturista que dotaría a la teoría feminista de herramientas antiesencialistas. Fue ella quien habilitó la posibilidad de pensar el género como una vivencia cultural no inherente ni a la genética ni a ninguna forma de condición innata.
Ahora bien, el marco de pensamiento desde el que Beauvoir formuló su célebre «no se nace mujer, se llega a serlo» ha sido atribuido con frecuencia a Jean-Paul Sartre. No se trata de negar la influencia que el filósofo ejerció sobre su pensamiento —ese gesto sería igualmente ingenuo—, sino de reconocer a Beauvoir como una pensadora existencialista de primer orden que dialogaba, sí, con Sartre o Merleau-Ponty, pero que sostenía una apuesta teórica propia. El objetivo de este artículo es exponer la singularidad de su pensamiento existencialista e iluminar la relación que establece con su literatura.
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