Seamos sinceros. Las cosas como son: la filosofía y los filósofos no parecen especialmente brillantes en lo que se refiere al humor o la comedia. No es un género en el que destaquen. Algún caso hay, claro, pero en general cuando los pensadores se han metido a estudiar el humor —o ponerlo en práctica— los resultados han sido de todo menos graciosos, y es que pocas cosas hay menos “divertidas” que un sesudo ensayo, lo que no quita para que pueda tener otras cualidades que lo hagan interesante o atractivo.
Curiosamente, los filósofos que más se han dedicado a pensar en la risa y lo cómico son los que menos reían. Pesimistas con las visiones más siniestra de la existencia —quizá esa fuera la razón de que les interesara el tema, para poder salir de ahí—. A lo largo del artículo veremos a varios de ellos y sus principales teorías.
Curiosamente, los filósofos que más se han dedicado a pensar en la risa y lo cómico son los que menos reían
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El aspecto positivo de que este tema haya tenido tan escaso interés para la filosofía en el pasado es que todavía se puede profundizar en él. Queda mucho que decir al respecto, mucha tela que cortar; conocer mejor y saber definir y explicar el ingenio, la sátira, la paradoja, la gracia, la risa, etc. No es que no se hayan hecho aproximaciones antes, pero sí que de un modo muy “cerebral”, muy racional. Eso es algo que a nivel formal tiene sentido, pero no deja de ser contradictorio siendo el humor. Tratar el humor prescindiendo del humor… ¿no lo desnaturaliza en buena parte? Obviamente no se trata de explicar el humor haciendo guasas y gags entre medias —para eso uno se va a ver a un monologuista o ve una película cómica y experimentará la sensación mucho mejor—, pero sí puede parecer que enfrentarse a la cuestión desde la absoluta seriedad no es la actitud más adecuada, pues deja un “hueco” que necesariamente se ha de notar. Lo cual no quiere decir que resolver el problema sea fácil, claro.
Pero parece que las cosas van cambiando y hoy el humor es visto como una parte importante de la naturaleza humana. Más aún, podríamos decir que es visto como una de nuestras principales rasgos que nos hacen diferentes de otros seres vivos.
Es cierto que, si pensamos en filosofía, lo que nos viene a la mente es una formulación teórica. Pero, en lo que se refiere al humor, a veces el chiste es mejor herramienta. Y es que a menudo estos son grandes ejemplos de sabiduría, ya que rompen el orden lógico del conocimiento pero aportan chispas de sabiduría igualmente válidas. Aunque a algunos les pueda extrañar, el chiste y la filosofía tienen aspectos en común: ambos se nutren de la paradoja o el acertijo y se necesitan para alcanzar su mejor versión –una filosofía demasiado seria es aburrida y alejada de la humanidad; el humor sin la inteligencia que lleva aparejada la filosofía puede resultar poco atractivo y poco interesante–. Se ayudan uno al otro al trabajar codo con codo, dando a luz a grandes resultados, como la creatividad y la fantasía.
¿Qué ha dicho la filosofía sobre el humor?
La risa y el chiste ya empezaron a ser planteados como objetos de estudio allá por la Grecia clásica. Unos los investigaron y otros los pusieron en práctica. Diógenes fue de estos últimos, mofándose de sus conciudadanos e instituciones en un claro ejemplo de provocación, y conciliando esa apariencia de ermitaño/vagabundo con la alegría y la carcajada. Y Aristipo hizo gala de un humor socarrón que le granjeó mucha fama. Aristóteles, por su parte, lo trató como trató todo lo demás: observándolo detenidamente y en profundidad. Y lo vio como lo que es, una emoción eminentemente buena (algo en lo que no coincidía con su maestro, Platón) y un rasgo de la personalidad humana demasiado único como para no tenerlo en cuenta.
Otro filósofo de renombre que se interesó por el humor fue Inmmanuel Kant, aunque a nosotros –en confianza– nos da la sensación de que lo que sabía del tema era un poco de oídas… A fin de cuentas, Kant, con su personalidad maniática e hiperorganizada, poco dada a la sorpresa y a la impulsividad, no debía de ser el alma de la fiesta en Königsberg, ni el hombre más divertido con el que uno podía pasar el rato, y eso se nota en sus reflexiones.
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