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Séneca: saber vivir, saber morir

Enseñó a despreciar los bienes materiales y efímeros, aunque él los disfrutó todos. Fue el hombre más admirado y poderoso de su época y también el más odiado. Aquel que quería enseñarnos a vivir mejor y a soportar la vida se vio abocado a terminar con la suya. Esta es la historia de un hombre fascinante.

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La muerte de Séneca, de Manuel Domínguez Sánchez (el título completo dado por el pintor fue: Séneca, después de abrirse las venas, se mete en un baño y sus amigos, poseídos de dolor, juran odio a Nerón que decretó la muerte de su maestro), de 1871. Museo del Prado (Madrid, España).

La muerte de Séneca, de Manuel Domínguez Sánchez (el título completo dado por el pintor fue: Séneca, después de abrirse las venas, se mete en un baño y sus amigos, poseídos de dolor, juran odio a Nerón, que decretó la muerte de su maestro), de 1871. Museo del Prado (Madrid, España).

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«Formamos dificultades, elegimos palabras ambiguas y enseguida nos damos la solución. ¿Tanto tiempo nos sobra? ¿Sabemos ya vivir? ¿Sabemos morir?». Esa frase resume el esfuerzo de toda su vida: no perder el tiempo en fruslerías, ser agradecido, ser consciente, celebrar la vida y aprender a aceptar la muerte.

De Córdoba (España), donde nació en el año I d. C., Séneca llegó hasta el Senado del corazón del Imperio, algo excepcional incluso para él que, asombrado de su peripecia vital, decía: «Yo, un simple caballero romano, originario de una provincia, ¿en medio de los grandes personajes de Estado?».

Oportunidades de la nobleza

En el camino fue una gran ayuda haber nacido en una familia noble. Su padre, Marco Anneo Séneca o Séneca el Viejo, era un apasionado de la cultura romana —y en esa época era suficiente adoptar el modo de vida de una civilización para ser considerado ciudadano de la misma— y había marchado a vivir a Roma. Allí empezó a labrar la carrera de sus hijos —luego los enviaría allí— estableciendo relaciones y contactos. Los hijos no desaprovecharían las oportunidades: el mayor, Galión, fue senador y gobernador de Grecia; el menor, un alto funcionario, y el del medio fue nuestro Séneca.

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En Roma, a donde Séneca viajó al morir su madre y quedar bajo la tutela de su tía Marcia, contó con los mejores maestros, personajes que le deslumbraban, como el maestro Atalo, griego de Alejandría. De él decía: «Cuando oía a mi maestro estigmatizar el mal, los defectos y los errores de nuestra existencia, me compadecía de la especie humana y me parecía que mi maestro era sublime y más que regio: si hacía el elogio de la pobreza, al salir de clase yo quería ser pobre o prohibirme la glotonería o la sensualidad».

La formación de Séneca fue larga, muy variada y rica también en experiencias. Siguiendo de nuevo los pasos de su tía Marcia y su marido, gobernador de Egipto, Séneca se encontró en Alejandría dando rienda suelta a su furia intelectual. Aprende casi de todo: administración, finanzas, geografía, se interesa por las ciencias naturales —en las que, según Plinio el Viejo, destaca con brillantez—, sabe geología, oceanografía, meteorología. Se acercará también a la mística oriental y se hace amigo del filósofo cínico Demetrio, aunque acaba por acercarse a los estoicos tardíos, Panecio de Rodas y Posidonio de Apamea y convirtiéndose a su filosofía.

«Yo, un simple caballero romano, originario de una provincia, ¿en medio de los grandes personajes de Estado?». Séneca

Poder, recelo y condena

Durante ese periodo, Séneca pasó de la teoría a la acción. Se convirtió en filósofo en el sentido que tenía en la Antigüedad: debía vivir conforme a su filosofía. Pero para la rica y compleja personalidad de Séneca esto no era suficiente y, sobre todo, no era nada fácil. A su regreso a Roma, en el año 31, se enredó en asuntos humanos con el mayor de los éxitos en todos ellos: se dedicó a la política, a las finanzas, practicaba la abogacía… Era un orador y un escritor reconocido, era la personalidad más influyente de todo el Senado, de modo que ¿cómo no suscitar recelo? ¿Cómo no echarse enemigos? Y enemigos en las revueltas aguas del Imperio en esa época significaba enemigos de muerte, de muerte con todas sus letras y significado…

En el año 37, Calígula toma el poder y comienza su persecución a los hombres de talento. Acosa a Virgilio, a Tito Livio, y Séneca no escapa a su recelo. Es condenado a muerte y salvado por una concubina del tirano, que le habla de la mala salud del sabio cordobés. Convencido de que no puede durar mucho tiempo, Calígula deja hacer el trabajo sucio a la naturaleza y al destino. Ambos están del lado de Séneca y quien muere asesinado es el propio Calígula. El imperio pasa a manos de Claudio. Es el tercer emperador que conocerá Séneca después de Tiberio y Calígula. Y aún le faltaba uno: Nerón, el que sería decisivo en su vida y el que ordenaría su muerte.

Aprende casi de todo: administración, finanzas, geografía, ciencias naturales, geología, oceanografía, meteorología…

Nuevas intriga y nueva condena

La vida bajo el mandato de Claudio no es tampoco fácil. Aunque Séneca ha intentado apartarse de la vida pública, sigue siendo relevante en el avispero de Roma y es condenado a muerte por segunda vez. Las causas no parecen muy claras.

Hombre de éxito en todos los aspectos, también lo era con las mujeres. Al parecer o las hermanas de Calígula se sentían atraídas por aquel extraño sabio hombre o al revés o las dos cosas, el caso es que el nuevo césar, Claudio, lo acusó de adulterio y lo condenó a muerte por segunda vez. También en esta ocasión el destino fue su aliado. La pena no llegó a cumplirse: se conmutó por un exilio en Córcega. Séneca rondaba los 40 años e iba a pasar una temporadita —8 años— fuera.

Calígula condena a muerte a Séneca, que es salvado por una concubina del tirano. Convencido de que no puede durar mucho tiempo, Calígula deja hacer el trabajo sucio a la naturaleza y el destino, que se ponen del lado de Séneca

Lejos del Imperio

El destierro le brinda una ocasión inmejorable de ejercitar todo aquello que pensaba y por lo que sería conocido: la filosofía estoica. Allí es donde comienza a redactar textos como Consolación a Polibio, que Séneca dedica  a un influyente liberto de Claudio para consolarlo por la muerte de su hermano. Le recuerda que no somos dueños de nada y menos de nuestra vida. Luego vendrían más según las necesidades del penante: a Marcia por la pérdida de un hijo, a Helvia por el destierro… («En su última expresión no es más que cambio de lugar», afirmaba un Séneca que lo sabía en carnes propias). El filósofo en la Antigüedad era una especie de sabio, consejero, dedicado a hacerle la vida más llevadera a los demás en sus dificultades.

El exilio dura una década. Pasados esos años, Séneca obtiene la posibilidad de volver a la capital del Imperio gracias a otra mujer, Agripina, que se ha casado con Claudio y que quiere que Séneca sea tutor de su hijo Nerón (fruto de un matrimonio anterior). El filósofo vuelve a la metrópoli, donde se le recibe como una auténtica celebridad.

Séneca, el rico banquero

Fue una de las personalidades de la época, una de las más exitosas y envidiadas. Tras acumular elogios y fortuna, estos se acabaron volviendo contra él. Es verdad que Séneca amasó una fortuna inmensa, descomunal, y que esto no le iba a reportar mucha simpatía de sus conciudadanos —sobre todo cuando en sus escritos cantaba las virtudes de la vida sencilla—, pero también es cierto que las condiciones de aquella sociedad no eran las mismas que las de hoy.

Tal y como señala Paul Veyne en su estudio sobre Séneca, «Roma era una sociedad donde todo el mundo era banquero de todo el mundo». Para empezar, no existía una banca profesional, sino que todos aquellos nobles adinerados estaban llamados a convertirse en banqueros y a favorecer con sus préstamos, intereses o donaciones aquellas causas que considerasen justas o valiosas. Ser familia contaba para obtener dinero a un mejor interés y también estar en la onda del prestamista: por ejemplo, se sabe que Séneca promocionó —hoy diríamos becó— a diversos escritores o poetas que él consideraba con futuro.

Séneca era senador y mano derecha de un emperador al que más valía tener contento, es decir, rechazar sus espléndidos regalos o cualquiera de los regalos que le hubiera hecho alguien de su círculo le hubiera puesto en serios problemas antes de tiempo.

Era costumbre que los nobles dejaran en sus testamentos cuantiosas cantidades en herencia a sus iguales. Séneca encontró ahí una fuente de ingresos inagotable e inesperada.

También la conquista de Inglaterra —hoy lo llamaríamos la apertura de un nuevo mercado— multiplicó las posibilidades de negocio y luego las ganancias.

Y, sobre todo, la riqueza estaba mucho más desprovista de juicios morales que en la actualidad. Si alguien era rico era porque había obrado bien en su profesión, en su vida, en sus negocios… Todo personaje relevante tenía que, ¡debía!, ser rico. Y Séneca lo era. De todas formas, cuando hablamos del Séneca escritor y filósofo siempre es notorio cierto pudor, cierto aire de justificación, en sus obras: escribe sobre la virtud en general, no sobre la suya. Conoce el camino correcto, no va a dejar de señalarlo, aunque él vaya por otro. Además, sostiene que la riqueza y los placeres no son malos si uno los utiliza sin que le dominen. La sabiduría no está condenada a la pobreza. Y se vive mejor siendo rico, qué demonios.

Junto a Nerón

Séneca está animado en esta nueva etapa. Los negocios siguen prosperando, sus libros alcanzan una notable repercusión, sus opiniones son valoradas con alta estima y sobre todo está feliz con su nueva tarea: cree que es el momento de acabar con las intrigas, las corrupciones, las presiones y asesinatos que deciden año a año la política de Roma y que Nerón, con su ayuda, será el gran renovador, el nuevo gobernante sabio que estaban esperando. Todo se precipita cuando Claudio muere prematuramente —más bien se lo carga Agripina— y Nerón, a los 17 años, es emperador.

Tras permitirse algún exceso de mal gusto, como escribir la obra satírica La transformación en calabaza del divino Claudio, donde se mofa de las aspiraciones a la divinidad del césar muerto, Séneca se convierte en la mano derecha del joven Nerón junto con el líder militar Afranio Burro. El trío gobierna de facto todos los aspectos del Imperio: promoviendo reformas legales y financieras, velando por las fronteras del Imperio, arreglando asuntos internos… Su cargo le proveerá a Séneca de información privilegiada a la hora de hacer negocios y no se sabe si haciendo buen o mal uso de ella, el caso es que sus riquezas se multiplican de modo escandaloso. Mucho más escandaloso habida cuenta de los textos que escribía el filósofo donde defendía el desapego y el desprecio de todas las propiedades y bienes terrenales, incluida la propia vida.

Séneca se convierte en la mano derecha de Nerón, quien le dará acceso a información privilegiada para hacer negocios y sus riquezas se multiplican de modo escandaloso

Exilio interior de Séneca

Pero Nerón va creciendo y poco a poco se va cansando de sus padrinos, que, básicamente, no le dejan hacer lo que quiere o, al menos, todo lo que quiere. Como explica Antonio Priante en su libro Del suicidio considerado como una de las bellas artes, «Séneca, al principio, intentó eliminar aquellas tendencias desviadas del discípulo Nerón, pero no pudo; luego trató de controlarlas, pero tampoco pudo; finalmente se limitó a procurar encauzarlas para no salir él mismo mal parado. Y en este proceso acelerado de dejación el severo filósofo llegó a verse tan implicado en las maldades del César que algunas ya no se sabe si tuvieron su origen en el discípulo o en el mismo maestro». Se juntó todo: por un lado, un césar caprichoso y sanguinario con ansias de desvariar sin tregua y por otro a un hombre inteligente y con experiencia que ve la que se avecina. En esa situación, Séneca decide apartarse de la vida pública y, aunque, en un principio, su jefe no lo acepta, acabará finalmente aceptando el retiro.

Vida retirada

Hacia el año 60, Séneca se dedica a cultivar su viña, a viajar con su segunda esposa, Paulina, y a escribir una de sus obras más importantes: las Cartas a Lucilio. Es donde echa el resto. Séneca ha aprendido todo lo que tiene que aprender en la vida y lo vuelca en ese texto que es el mejor resumen de su doctrina estoica. Pero si el filósofo se ha olvidado del mundo, el mundo no se ha olvidado de él. En el corazón del Imperio es un hombre caído en desgracia. Su riqueza se ha vuelto contra él y también su relación con Nerón, que se ha traduce en persecución y odio. En esas condiciones, la condena a muerte no se hace esperar. En el año 65 se le acusa de participar en una conjura para asesinar al césar. Qué más da. Nerón le tenía ganas y ahora era el turno de Séneca, pues de un patricio como él se esperaba el suicidio, no una entrega a la crueldad ilimitada de Nerón.

«Rodeado de amigos, se hace cortar las venas de brazos y piernas. Pero la sangre apenas fluye. Entonces toma cicuta. Se introduce en una bañera de agua caliente, cuyos vapores aceleran el mal que le ha acompañado toda la vida y del que muere: el asma». Antonio Priante

Al encuentro de la muerte

En el mencionado libro Del suicidio considerado como una de las bellas artes no puede no haber un espacio destacado a la accidentada, y algo chapucera, muerte de Séneca. Priante lo narra así: «Rodeado de amigos en su casa romana, primero se hace cortar las venas de los brazos y las piernas. Pero el hombre es tan viejo (69 años), débil y seco que la sangre apenas fluye por las heridas abiertas. Entonces toma cicuta, el mismo veneno con que Sócrates acabó con su vida. Pero su agotado organismo no responde en ningún sentido. Mientras tanto, va dictando frases se supone que memorables (suposición que no podemos comprobar porque no se ha conservado ni una palabra). Finalmente, se introduce en una bañera de agua caliente, cuyos vapores aceleran el mal que le ha acompañado toda la vida y del que finalmente muere: el asma». El que durante toda la vida predicó el sosiego, el desprecio a la muerte al final fue coherente e hizo lo que recomendaba: «Procura solamente no temer el nombre de la muerte: háztela familiar a fuerza de pensar en ella, de manera que si fuese necesario, puedas salir a su encuentro».  Así lo hizo. Tuvo que perseguirla un poco, pero al final se encontró con ella.

Sus obras: las cartas a Lucilio y mucho más

Séneca fue un escritor —y escritor de éxito, además— que usaba el latín en sus obras en vez del griego porque no quería renunciar a llegar a un extenso público. De hecho, su estilo breve, directo y sencillo es contrario a la elocuencia desaforada que imperaba entre las supuestas mentes cultivadas. Empezó a escribir pronto, quizá para dar cuenta de sus viajes, pero muchos de sus primeros escritos no se conservan. Su producción se compone en su mayoría de consolaciones, tratados morales y tragedias. El estoicismo se desparrama en todas ellas y no en ninguna en especial, como solían hacer los filósofos al uso. Culminan su producción las Cartas morales a Lucilio, que lo convertirán en un gran escritor, en un escritor inmortal.

Entre las Consolaciones destacan la que hace a Polibio por su hermano perdido, lo que le da fácil pie a «colocar» su tesis sobre lo efímero de todo lo que poseemos, empezando por la vida; la Consolación a Helvia, dirigido a su madre y donde trata de la forma más pragmática posible el destierro al que califica como «cambio de lugar» al fin y al cabo. En Consolación a Marcia intenta aliviar la pérdida de un hijo.

En sus Diálogos, breves tratados morales repletos de contenido, destacan De la tranquilidad del ánimo, con su alegato a favor de la vida en sociedad y de manera que se sea útil a la misma; De la constancia del sabio y que en él no puede caer la injuria, de elocuente título; Sobre la brevedad de la vida, dedicado a su cuñado, probablemente, y donde da salida a buena parte de la filosofía estoica; De la clemencia, con las expectativas que tenía puestas en el joven Nerón; De la vida bienaventurada, De los siete beneficios…

Entre sus tragedias se encuentran nueve títulos: Hércules delirante, Las troyanas, Las fenicias, Medea, Fedra, Edipo, Agamenón, Tiestes y Hércules en el Eta. También escribió epigramas y un tratado sobre los fenómenos de la naturaleza.

Las conmovedoras Cartas a Lucilio son el producto de toda una vida de acción y reflexión. Séneca las escribe en sus difíciles últimos años de vida, cuando se separa del emperador y sabe lo que tarde o temprano ocurre a quienes se apartan de este. Mientras espera la muerte, Séneca las escribe dejando como legado una auténtica guía para la vida y la sabiduría estoicas. En ellas están presentes, de forma elaborada y bellísima, los temas a los que había dado vueltas durante toda su vida: la obsesión por el tiempo, el desapego por todo aquello que nos ata a la existencia, el elogio de la vida retirada y, sin embargo, la necesidad de ser útil a los demás, a los amigos al menos; la compañía de los buenos libros.

Para saber más… El pensamiento filosófico de Séneca

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5 respuestas

  1. Avatar de Ricardo
    Ricardo

    Mi comentario anterior era a propósito de la muerte .

  2. Avatar de Ricardo
    Ricardo

    «algunas cosas que de lejos , o de noche ,parecen temibles o terribles, el día las vuelve ridículas » ¿ésto lo dice Seneca ? lo leí hace años y no sé dónde

  3. Avatar de Javier Godoy
    Javier Godoy

    Su sentido de la libertad hacia que no respondiera a una escuela sino a todas, de base estoica pero de pensamiento ecléctico y libre.

  4. Avatar de Leonardo
    Leonardo

    Asombra la diversidad de hechos en su biografía. De Cínico a Estoico?

  5. Avatar de Luis Barboza
    Luis Barboza

    Una muy buena invitacion a leer los escritos de Séneca

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