Una nueva utopía debería ser posible bajo el signo de la revolución tecnológica. Cada salto de paradigma nos trae una nueva utopía, y con ella, una distopía, como la de Miguel de Unamuno en su novela de ciencia ficción Mecanópolis, en la que, al visitar una ciudad dominada por las máquinas, tiene una idea terrible, «la de que las máquinas aquellas tienen su alma, un alma mecánica, y que eran las máquinas mismas las que me compadecían».
Para Fernando Ángel Moreno, profesor de Teoría del Lenguaje Literario en la Universidad Complutense de Madrid, en Mecanópolis, se encuentra la duda existencialista, tan presente en la obra de Unamuno. En este caso, ante un mundo automatizado y mecanizado, ¿cuál es el sentido del ser humano?
Es decir, que sin duda las utopías del siglo XXI estarán ligadas a la revolución tecnológica y a la Inteligencia Artificial, de la misma forma que, como explica Eugenio Imaz en el prólogo de Utopías del Renacimiento (Fondo de Cultura Económica), fue la ciencia de su tiempo la que dio origen a Utopía, la presencia de América la que hizo surgir la utopía de Moro, posible el viaje de Hitlodeo a la Isla de Utopía y encontrar la Atlántida que Platón nos daba por perdida.
«No hay tal lugar, pero puede haberlo». Platón, La República
Hoy la Inteligencia Artificial (IA) es una de las dominaciones tecnológicas de nuestro presente, por lo que existen numerosos intentos colectivos de investigar su impacto en el mercado del trabajo. Es cierto que la mayor parte son distopías, pero también se atisban destellos utópicos ligados a los estudios sobre el futuro y, en particular, muy relacionados con el diseño de escenarios y la construcción de futuros preferibles, un concepto procedente del campo del actual diseño de futuros. Y es que, frente al temor de la desaparición de la mayoría de los puestos de trabajo en manos de la robo-dominación, también cabe otro discurso.
La utopía del futuro del trabajo
El proyecto Millennium es un proyecto multinacional que ha tenido tres años de duración (2015-2017) y que sugiere tres escenarios posibles para el mercado del trabajo. Como resultado de sus 30 talleres en 29 países y numerosas propuestas evaluadas por cientos de futuristas y expertos de más de 50 países, para 2050 —contemplados a trazo grueso— estos son algunos escenarios de lo que podría suceder:
- Escenario distópico: agitación político-económica y desesperación futura
Los gobiernos no anticiparon los impactos de la Inteligencia Artificial y no tenían estrategias establecidas cuando el desempleo explotó en la década de 2030, dejando al mundo de 2050 en crisis política. La polarización social y el bloqueo político crecieron, y el orden global se deterioró en una combinación de estados-nación, megacorporaciones, milicias locales, terrorismo y crimen organizado. - Escenario utópico y preferible: economía de la autorrealización
Los gobiernos sí anticiparon los impactos de la Inteligencia Artificial, tuvieron éxito con la incorporación del ingreso básico universal y promovieron el autoempleo. Los artistas y magnates de los medios fomentar el cambio cultural de una cultura laboral a una economía de auto-realización.
Hablemos de «tecnofuturismo»
El problema es que, a pesar de las posibilidades que ofrece la tecnología actual, «cada vez dependemos más de cosas que no controlamos: un mundo artificial hecho sobre una maquinaria sofisticada y la comunidad global; existe una brecha cada vez mayor entre la inteligencia media de la persona promedio y la complejidad intrínseca de los entornos en los que estamos inmersos y las herramientas que nos vemos obligados a usar», tal y como explica el físico y experto en innovación Francisco Jariego en su artículo Setting the scene.
«Cada vez dependemos más de cosas que no controlamos». Francisco Jariego
Y es que la tecnología se ha convertido a la vez en el problema y en la solución, y es necesario hacer un esfuerzo conjunto para construir nuevas visiones que conviertan a la tecnología en nuestro mejor aliado. Necesitamos un nuevo «futurismo» enfocado a navegar los escenarios futuros de la sociedades posibles, plausibles y probables —y, entre todos ellos, los preferibles—, aquellos que podríamos calificar tal vez de utópicos por lo inalcanzables y perfectos que nos parecen.
Utopía = más allá de Topía
¿Acaso es que un pintor, después de haber delineado con arte consumado el ideal de un hombre perfectamente bello, será peor porque es incapaz de mostrar que un hombre semejante pudo haber existido nunca? Sin ánimo de hacer de este artículo un tratado académico sobre la utopía, toda utopía, en su sentido más extendido, es un nuevo orden inalcanzable e ideal. Pero la Utopía de Tomás Moro fue ensayada con éxito en suelo de América en los hospitales de Vasco de Quiroga (Tata Vasco), y, como dice Sohail Inayatullah, director de Future Studies de la Unesco, necesitamos, podemos y debemos definir nuevas eutopías, es decir, definir qué es una buena sociedad que sea consciente de sus contradicciones y que entienda que cada situación, cada fase de la historia, crea las semillas de su destrucción.
Y eso solo podemos hacerlo si miramos simultáneamente al lado oscuro y al lado más brillante de la tecnología, con ojos críticos, ambiciosos y frescos. Solo así podemos hacer frente a los retos del milenio y construir un mundo mejor para nosotros y para nuestros hijos.
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