Una genealogía del sujeto moderno
«Creo que, si se quiere analizar la genealogía del sujeto en la civilización occidental, hay que tener en cuenta no solo las técnicas de dominación, sino también las técnicas de sí. Digamos que se ha de tener en cuenta la interacción entre estos dos tipos de técnicas: las técnicas de dominación y las técnicas de sí».
Foucault, Conferencia en Darmouth, «Subjectivity and truth» (1980)
En la década de los 80 del siglo XX, tras haber ampliado su estudio de las prácticas de gobierno del cristianismo a la Antigüedad griega y romana, Foucault descubre una relación entre el sujeto y la verdad que no es de sumisión. Hasta entonces, el filósofo se había centrado sobre todo en las técnicas de dominación y las de resistencia, por ejemplo, en los análisis de las sociedades disciplinarias en Vigilar y castigar (1975).
A partir de 1980, tanto en sus cursos como en sus conferencias, Foucault descubre en los rituales de verdad de la tradición pagana, tanto en Grecia como en Roma, una forma de relación entre el sujeto y la verdad destinada a producir sujetos autónomos.
En su curso de 1981-1982, La hermenéutica del sujeto, Foucault distingue entre el examen de conciencia estoico y el examen de conciencia cristiano. En el primer caso, el examen de conciencia estoico es un tipo de revisión de las conductas realizadas a lo largo del día destinado a mejorar la propia vida, a modo de transición entre el hoy y el mañana.
En el caso cristiano se trata de un examen de conciencia que tendrá que realizarse a lo largo de toda la vida, en busca de faltas cometidas contra la ley moral cristiana que habrá de obedecerse durante toda la vida. En su aplicación por parte del cristianismo, el examen de conciencia incorpora una dimensión de sumisión vitalicia, un carácter judicial y una ley moral externa en función de la cual se enjuician los actos.
En el caso de la dirección de conciencia en las sectas paganas, no solo en los estoicos, sino también en los epicúreos y en los cínicos, la relación entre el maestro y el discípulo no tenía por qué ser jerárquica. La dirección podía darse entre amigos que intercambiaban consejos para la vida, mientras que en la relación cristiana el pastor o el sacerdote siempre gozaba de una autoridad moral que no estaba basada en el conocimiento, sino en la jerarquía.
En segundo lugar, en el caso pagano, cuando se trataba de una relación jerárquica, entre maestro y discípulo, se presuponía siempre como una relación provisional, ya que se esperaba que el discípulo llegase a adquirir autonomía en sus juicios y en sus actos, y prescindiera del director de conducta para emprender su propia aventura vital librado a su propia experiencia.
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