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La actualidad del Romanticismo

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Romanticismo. Fragmento de «El caminante sobre el mar de niebla», de Caspar David Friedrich. Distribuida por Wikimedia Commons en dominio público.

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Cuando lo infinito asoma desde el abismo, de la escritora y filósofa Virginia Moratiel, recoge los estudios sobre el Romanticismo alemán e inglés realizados por la autora y desvela secretos hasta ahora desconocidos de la vida y la obra de filósofos y poetas románticos.

Por Amalia Mosquera

¿Por qué escribir hoy un libro sobre el Romanticismo? «Todavía tiene sentido escribir un libro sobre el Romanticismo porque sus grandes ideales, los que emanaron de la revolución francesa, la libertad, la igualdad y la fraternidad, quedaron incumplidos —nos responde Virginia Moratiel—. Solo podían llegar a efectuarse en la medida en que los individuos lograsen desarrollar armónicamente todos sus aspectos, tanto materiales como espirituales, es decir, el cuerpo, los sentidos, la inteligencia y las emociones, pero esto no se produjo, de modo que el ser humano sigue estando desintegrado en su interior y también en relación con su cuerpo, con la naturaleza y con los demás».

Alemania, verano de 1793. Dos jóvenes, Ludwig Tieck y Wilhelm Heinrich Wackenroder, llegan a la universidad de Erlangen. Juntos recorren los bosques del sur del país y las ciudades medievales de Núremberg y Bamberg, con sus imponentes catedrales. ¿Qué encuentran en común entre la naturaleza y el arte que descubren en su camino? La majestuosidad, lo divino, la belleza absoluta.

De vuelta en Berlín, Tieck y Wackenroder deciden compartir y extender esta experiencia a otros hombres y mujeres de su generación. De estas tertulias nace el primer círculo romántico, que pronto se extiende a Inglaterra —más tarde también a otros países europeos y a América—, en parte porque los románticos ingleses viajan a Alemania para conocer las ideas que allí se están gestando y en parte porque las lecciones sobre filosofía del arte de Schelling, un joven filósofo alemán romántico, profesor universitario, llegan a Inglaterra a través de un alumno suyo que es periodista.

En Cuando lo infinito asoma desde el abismo. Estudios sobre el Romanticismo en lengua alemana e inglesa, de la editorial Taugenit, la escritora y filósofa Virginia Moratiel reconstruye el pensamiento y ese entramado cultural que se dio entre los filósofos y los poetas románticos de Alemania e Inglaterra a partir del final del siglo XVIII y en la transición al XIX.

¿Qué es ser romántico?

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Cuando lo infinito asoma desde el abismo. Estudios sobre el Romanticismo en lengua alemana e inglesa, de Moratiel (Taugenit).

Ser romántico es habitar el mundo desde la autenticidad, en consonancia entre lo que se piensa, lo que se siente y lo que se dice, nos recuerda Moratiel en las páginas de su libro. Ser romántico es tomar conciencia de las propias limitaciones frente a la infinitud; es dar prioridad a la tolerancia aceptando la diferencia con el otro; es construir el mundo desde el respeto a uno mismo, pero haciendo que prevalezca el amor a los demás y a la naturaleza. «Porque los ideales no se cumplieron y las críticas no fueron escuchadas, el modo de ver y las propuestas del romanticismo vuelven una y otra vez, especialmente cuando se produce una crisis —nos explica la filósofa—. De hecho, el avance del capitalismo se realizó bajo el monopolio de una razón unilateral, la de la ciencia aplicada, la de la técnica, una razón meramente utilitaria que convierte el entorno entero en mercancía, y que procede cuantificando, es decir, masificando y negando la diferencia constitutiva de los seres y las cosas. La pandemia nos ha revelado los fallos de este sistema y, al obligarnos a la reclusión, nos ha enfrentado a la falta de libertad y a la soledad, pero, sobre todo, a la enajenación que producían en nosotros la competencia, el consumismo, la búsqueda del éxito fácil, la adicción a las tecnologías y al trabajo, en suma, a nuestro propio vacío interior».

«Igual que los románticos, en esta crisis hemos descubierto que el todo universal que daba significado a nuestra vida se ha quebrado por habernos confiado a la inteligencia y al materialismo —continúa Moratiel—. Nos sentimos escindidos de la naturaleza y de los otros, nostálgicos y desvalidos, sin saber qué hacer, como si fuésemos un fragmento desgajado de lo infinito, una hoja al viento arrojada a un abismo, por eso, estamos deseosos de trascender el aislamiento y el subjetivismo, en el que de hecho nos encontrábamos ya antes de la pandemia. En semejante estado, un libro sobre el romanticismo es absolutamente necesario, puede ayudarnos a reflexionar sobre lo que nos trajo hasta aquí y a encontrar vías de salida para esta angustiante situación, porque —como dice Hölderlin en su poema Patmos— ‘allí donde está el peligro, también crece lo que salva’».

Ser romántico es tomar conciencia de las propias limitaciones frente a la infinitud; es dar prioridad a la tolerancia aceptando la diferencia con el otro; es construir el mundo desde el respeto a uno mismo, pero haciendo que prevalezca el amor a los demás y a la naturaleza

Así que razones para escribir un libro sobre el Romanticismo, dos siglos después, hay. ¿Y cuál es la actualidad de este movimiento literario, artístico, antropológico, si es que la tiene? «En los últimos cincuenta años, el Romanticismo ha sido denostado por ignorancia —responde la autora—. Lógicamente siempre hay excepciones. En España tienes a Argullol, incluso a Trías, pero son casos aislados que luchan contra la tendencia a encasillar el movimiento y a reducirlo a sus exponentes más vulgares. Si no, por qué la palabra ‘romántico’ se utiliza para referirse a un soñador, a un idealista que no tiene los pies en la realidad, a un tipo que se deja ganar por el sentimentalismo. Sin embargo, es un movimiento más profundo que todo eso, un movimiento filosófico que no solo construyó una antropología, sino también una ontología, toda una concepción sobre el mundo humano, incluido el entorno natural en el que vivimos. Y, además, fue un movimiento extremadamente crítico, rupturista, y no solo formalmente, sino que ahondó en temas considerados tabú hasta entonces, como el mal, la locura, las drogas, el sexo, el sueño, la noche, la muerte, la magia, el sentimiento y el deseo».

«La verdad es que, como contrapartida a la lógica científica dominante, hay que admitir que la filosofía todavía vive inmersa en el Romanticismo, solo que los filósofos han intentado atribuirse como propias las ideas románticas, mientras criticaban su verdadero origen, para defender su originalidad. Esto viene sucediendo desde Nietzsche, y es aplicable, sobre todo, a Heidegger y a los posmodernos. Los románticos buscan una síntesis de todos los factores tanto positivos como negativos del ser humano, pero se niegan a admitir que dicha síntesis pueda alcanzarse, es decir, que defienden al individuo con sus diferencias, a la vez que lo reconocen como algo inestable, un punto de cruce único entre las infinitas fuerzas del universo, un ser en permanente estado de fluencia. En cambio, en la cultura underground la tendencia a retornar al Romanticismo es explícita; así ocurre con los neorrománticos, los góticos y los darks, incluso con el heavy metal (por ejemplo, una de las canciones más famosas de Iron Maiden es la Rima del antiguo marinero, un poema de Coleridge). Y algo parecido pasa con Edgar Alan Poe, cuyos poemas han sido musicalizados, por ejemplo, por Alan Parsons Project (El cuervo) o por Radio Futura (Annabel Lee). Por no hablar de la presencia de los personajes de Woyzeck o de Frankenstein en el cine o incluso en el cómic».

El origen del Romanticismo

Los acontecimientos políticos de la época enturbiaron el entusiasmo y la esperanza de vivir en una sociedad libre e igualitaria. La literatura plasmó este estado de ánimo. La poesía se volvió más dura y el Romanticismo dejó salir su lado más oscuro y tenebroso. La imaginación, el mal, la locura, el sueño, la noche, el sentimiento, la muerte, la magia… son los grandes temas que hicieron del Romanticismo un movimiento rupturista y que permitieron crear una religión estética en la que el amor, la mujer y la naturaleza fueron los protagonistas. En Cuando lo infinito asoma desde el abismo, Virginia Moratiel lo analiza y expone de forma original, amena y rigurosa, centrándose en el Romanticismo inglés y alemán.

«El Romanticismo fue un movimiento extremadamente crítico, rupturista, y no solo formalmente, sino que ahondó en temas considerados tabú hasta entonces, como el mal, la locura, las drogas, el sexo, el sueño, la noche, la muerte, la magia, el sentimiento y el deseo». Moratiel

«Me he centrado en el romanticismo alemán e inglés porque el movimiento nació ahí —nos explica la autora—. Los primeros círculos románticos aparecieron a finales del siglo XVIII en Berlín y en Jena, es decir, en Alemania, donde se encuentra también su origen filosófico, que es el idealismo. Rápidamente sus ideas se trasladaron a Inglaterra, porque los románticos eran viajeros; piénsese en Humboldt, Lord Byron o los Shelley, aparte de que los contactos entre los intelectuales de estos dos países eran realmente muy estrechos. Los ingleses hacían viajes a Alemania para empaparse de la nueva cultura filosófica postrevolucionaria y, además, estudiaban allí, por ejemplo, Coleridge, Wordsworth o Henry Crabb Robinson. Otra gran transmisora fue Madame de Stäel con su libro Sobre Alemania».

«Para poder hablar del Romanticismo con un poco de seriedad, sin caer en lugares comunes ni en errores, hay que conocer muy bien el idealismo alemán, en particular, a Fichte, porque los románticos alemanes se consideraron discípulos y continuadores de su filosofía absoluta, pero a la vez dialógica (como es el caso de Hölderlin, Novalis, Schlegel o Schleiermacher)», explica Virginia Moratiel. «También es necesario conocer a Schelling, porque fue el filósofo del grupo romántico de Jena, sobre todo, en lo que se refiere al tema de la naturaleza y del arte, además de que también él se creyó continuador de Fichte. El desconocimiento de la filosofía hace, por ejemplo, que los estudiosos ingleses asocien la teoría de la imaginación de Coleridge a Kant, cuando en realidad el propio poeta reconoció que se basa en El sistema del idealismo trascendental de Schelling, donde aflora ya su sistema de la identidad. Y, cuando aciertan en la referencia a Schelling, la centran en el Tratado sobre la esencia de la libertad humana de 1809, a pesar de que Wordsworth y Coleridge fueron a estudiar a Alemania once años antes de su aparición, simplemente porque es la obra más conocida de Schelling debido a los estudios que realizó Heidegger. Esta falta de formación filosófica hace que se digan muchas falsedades sobre los románticos, a veces, porque no se sabe en qué se fundamentan sus ideas. Yo escribí este texto no solo porque llevo más de cuarenta años estudiando el Romanticismo, sino porque soy especialista en Fichte y Schelling, he escrito varios libros, además de ser su traductora. Era mi obligación solventar esas lagunas y creo que esa es una de las peculiaridades de esta obra».

Sin embargo, según continúa explicando Moratiel, no se puede pensar esta transmisión de una manera unilateral. «El Romanticismo no habría existido sin la literatura inglesa, sin un Shakespeare, que fascinó a los jóvenes del Sturm und Drang con su tragedia de grandes pasiones; tampoco sin los falsos poemas celtas de Ossian, que Macpherson escribió probablemente con el fin de realizar una defensa de las culturas locales, incluso de su derecho a la independencia, y que tuvieron un éxito abrumador en Alemania, por ejemplo, entre Herder y Goethe; tampoco sin la explicación del origen del mal que da John Milton en El paraíso perdido, y mucho menos sin la recepción que de Milton hizo ese genio visionario y medio loco que es William Blake. Por otra parte, una vez que los artistas se identificaron con esos principios estéticos, el romanticismo oscuro tuvo una verdadera eclosión en las islas británicas con la novela de fantasmas, vampiros y monstruos, para finalmente extenderse a Norteamérica con Edgar Alan Poe y sus cuentos de terror».

«Para poder hablar del Romanticismo con un poco de seriedad, sin caer en lugares comunes ni en errores, hay que conocer muy bien el idealismo alemán, en particular, a Fichte». Moratiel 

¿Por qué acercarse a este libro?

Este libro puede ofrecer respuestas para aquellos que enfrentan una crisis vital de gran calado, cuando todo se derrumba y se descubre la fragilidad y vulnerabilidad tanto individual como colectiva. «A pesar de ser un ensayo riguroso, mi objetivo al escribirlo ha sido netamente romántico, he pretendido sensibilizar las ideas para hacerlas más accesibles, más vívidas, más cercanas. Por poner un ejemplo, al comienzo del libro yo podría haber delimitado el movimiento romántico con dos fechas, por muy imprecisas que fueran, pero he preferido hacerlo con dos imágenes, dos efigies de la locura: la de Hölderlin encerrado en su torre junto al río Neckar y la de Poe, sumido en alucinaciones, embarcando hacia su último destino y dejando olvidadas las maletas en el puerto, dos formas de locura que, a su vez, permiten distinguir el primer romanticismo del romanticismo oscuro».

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