Richard Wagner nació un 22 de mayo, el de 1813. Revolucionó el panorama musical del siglo XIX con sus composiciones operísticas, impregnadas de un irreprimible componente reflexivo. Tras cada uno de sus compases y pentagramas hay pensamiento. Él mismo escribió en su autobiografía, Mi vida: «Siempre me tentó el querer desentrañar las profundidades de la filosofía». Lo hizo a través de las notas que imaginó.
Por Carlos Javier González Serrano
Música y filosofía han estado estrechamente unidas desde el comienzo de los tiempos. El componente simbólico de la música puso en contacto al ser humano, desde muy temprano, con un mundo al que no pueden acceder las palabras ni los conceptos. Así lo creyó Ludwig van Beethoven (1770-1827) y también, algunos años más tarde, Richard Wagner (1813-1883), compositor hondamente emparentado con el pensamiento de Arthur Schopenhauer (1788-1860), a quien tuvo por maestro y en cuyas convicciones se inspiraron varias de sus óperas. Por añadidura, tanto Wagner como su esposa Cosima mantuvieron una intensa y finalmente turbulenta relación personal con otro de los genios filosóficos de su tiempo, Friedrich Nietzsche (1844-1900).
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