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F+ Víctimas e ilesos

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En exclusiva para los suscriptores de FILOSOFÍA&CO, el prólogo (escrito por Graciela Fainstein) y la presentación del libro Víctimas e ilesos (próxima publicación Herder 2022) de Olga Belmonte.

Prólogo

Una noche del último verano, en plena ola de calor que calcinaba la meseta castellana, me desperté en la sierra de Madrid antes de la madrugada oliendo a humo. Preocupada por la posibilidad de que hubiera incendios en la zona, me asomé a la ventana intentando aclarar la procedencia de esa leve, casi imperceptible, pero inconfundible, señal de peligro inminente.

«Avisadores del fuego» (Feuermelder), nos explicó hace años Manuel Reyes Mate, es una expresión benjaminiana con la que el pensador judioalemán designa a quienes avisan de catástrofes inminentes para impedir que se cumplan. «Hay que apagar la mecha encendida antes de que la chispa active la dinamita», escribió Benjamin.

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Desde las primeras páginas de este libro recordé aquellas palabras, porque, sin ninguna duda, estamos ante una nueva avisadora del fuego, y esta vez es una mujer la que nos alerta.

He leído este texto desde dos perspectivas, una como víctima y testigo de una catástrofe social, política y humana, y otra como colega profesional de Olga Belmonte en el ámbito de la filosofía universitaria. Al menos esta fue mi primera disposición al comenzar la lectura y también al encarar la tarea de escribir este prólogo.

Sin embargo, conforme iba adentrándome en el libro, cada vez me resultaba más difícil separar una cosa de la otra, porque el texto me llevó de la mano por sí solo con su propia fuerza, hasta perder pie por completo en cualquier clasificación o ropaje que pudiera ponerme para sentirme de alguna manera «protegida», segura de mi lugar. Y esto ¿por qué? Creo que, sobre todo, por respeto y por humildad, por sintonía con alguien que nos presenta unas páginas en las que la propia autora se despoja de todo rótulo, de todo equipaje académico, para entregarse ella misma completamente y sin fisuras, con todo su ser, su sentir y su saber.

«La caricia expresa a la vez el amor, el cuidado del otro, y su propio fracaso, por no poder expresarlo o sanar del todo»

Sin embargo, tengo que decirlo, porque no sería honesto ocultarlo, leerlo ha sido para mí una experiencia de ternura y de cuidado, una caricia, como la propia Olga Belmonte dice: «La caricia expresa a la vez el amor, el cuidado del otro, y su propio fracaso, por no poder expresarlo o sanar del todo».

Y estas palabras me evocaron el primer gesto de amor que yo misma recibí a mi regreso del infierno humano (no hay más infierno que el humano) y que se convirtieron para mí «en acto extraordinario de bondad, en pequeño milagro o destello de lo más sagrado de nuestra humanidad».

De alguna manera, leer este ensayo (como a su autora le gusta llamarlo, quizás en reconocimiento de lo provisional que es todo lo que pensamos y hacemos) es una experiencia parecida a la que se tiene al leer un poema cuando ocurre lo extraordinario y uno se siente identificado con la expresión de lo sentido por el o la poeta.

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