El arte sin órganos toma su título del cuerpo sin órganos (CsO), el concepto que Gilles Deleuze y Félix Guattari tomaron a su vez del poeta Antonin Artaud. El CsO es uno de los conceptos más complejos de su obra y refiere a un plano de intensidades que no está organizado en una estructura mayor. Como escribió Myriam Rodríguez del Real en su artículo «Deleuze: 10 conceptos clave», «el cuerpo sin órganos es aquella estructura que se resiste a ser organizada de una forma determinada, cerrada y preestablecida. Esto no quiere decir que se huya de cierto orden u organización. Como dijeron Deleuze y Guattari en Mil mesetas: el cuerpo sin órganos no se opone a los órganos, sino al organismo».
El libro explora en qué medida la música electrónica es una práctica artística que se resiste a su completa categorización o a su completa inclusión dentro de una forma determinada, rompiendo con la idea de un género cerrado, con sentido y estructura predefinidos. Frente a la concepción clásica del arte como expresión de un sujeto creador, Gorostizu —en la estela de Deleuze y Guattari— sugiere que la música electrónica es un flujo de intensidades, una forma de «pensamiento maquínico» (el término también es deleuziano) que desafía las nociones convencionales de autoría y materialidad.
La propia multiplicidad y heterogeneidad de la música electrónica hace que esta música contenga dentro de sí todo un campo de posibilidades que se tensionan entre ellas. Esto es especialmente visible con el tema de la comunidad, uno de los ejes del libro. Como muestra Gorostizu en su libro, siguiendo esta vez a McKenzie Wark y su libro Raving, los eventos de música electrónica pueden servir tanto para aislarnos y aumentar la esfera del consumo como para generar espacios de afecto colectivo.
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