La biblioterapia es una herramienta terapéutica que ha logrado miles de seguidores. Y es que esta técnica, que busca que reinterpretemos nuestra realidad y sus circunstancias a través de la lectura de clásicos literarios, ha conseguido ser tan útil para los psicoterapeutas como entretenida para los pacientes que acuden a las consultas.
Por Jaime Fdez-Blanco
De un tiempo a esta parte, ha surgido un modelo de terapia que es el auténtico sueño de cualquier lector: la biblioterapia. La dinámica es simple. El terapeuta analiza los gustos literarios del paciente, así como sus dudas y problemas: un corazón roto, dificultad para afrontar sus circunstancias, falta de espiritualidad, etc., y, a partir de ahí, hace una serie de recomendaciones para leer, tanto de ficción como de no ficción. Libros que tratan de profundizan en esos «trastornos» o que se relacionan con ellos, de manera que, leyendo, el propio paciente puede realizar una tarea de introspección, mirar su situación desde nuevos puntos de vista o descubrir nuevos enfoques de los mismos. Y los resultados, al parecer, son de lo más positivos.
Una utilidad lógica
La biblioterapia, que como término empezó a usarse a principios del siglo XX, abarca un conjunto de prácticas que hacen uso de los libros como herramienta de mejora personal y que van desde los talleres de lectura en prisiones hasta terapias con sujetos afectados de demencia. La idea comenzó con un principio que, de puro lógico, sorprende: en lugar de simplemente buscar libros que nos distraigan y nos alejen de la realidad, sustituir los mismos por tramas, personajes e historias que se relacionen de algún modo con nuestras dudas y preocupaciones. No libros digestivos para pasar el rato, sino títulos que nos golpeen donde más duele, que siembren dudas hasta producir cambios en nuestra manera de pensar.
Puede que alguno esté ya pensando en los tradicionales libros de autoayuda, pero no se trata exactamente eso. De hecho, la biblioterapia se centra mucho más en los libros de ficción y poesía que en los libros de no ficción, autoayuda o divulgación psicológica. ¿Por qué? Pues porque todos los estudios al respecto parecen demostrar que las virtudes de la ficción, en estos aspectos, son mayores, ofreciendo la posibilidad de transformar y desarrollar nuestras propias experiencias a través de terceros. Algo que sin duda es muy sorprendente, habida cuenta de que solemos hacer (o tal vez sea cosa de quien firma este artículo) más uso de los libros de no ficción a la hora de desarrollar nuestros conocimientos. En realidad, puede tratarse de una práctica que quien más y quien menos ha sabido utilizar por intuición propia. Nosotros mismos notamos cuando un libro relacionado con nuestras preocupaciones, o que sus personajes sufren situaciones similares, nos atrae, nos engancha, mucho más que aquellos que no lo hacen. Al fin y al cabo, la cercanía genera atracción, y aquí no es diferente.
La ficción tiene la ventaja de que nos permite transformar y desarrollar nuestras experiencias a través de terceras personas
Viendo esta natural tendencia humana, los terapeutas han sabido ver sus posibles utilidades, desarrollando un sistema que puede ayudarnos en múltiples aspectos, pues está demostrado que, si realizamos una acción, los circuitos neuronales que se activan son los mismos que si imaginamos esa misma acción en nuestra mente, aunque la misma la realice un tercero. De este modo, la mera capacidad de abstraernos con la lectura puede dar lugar a desarrollar zonas de nuestra mente desde el mismo salón de nuestra casa y permitirnos forzar la imaginación de una manera que, quizá, de otra forma no sería posible. Así, es posible desarrollar nuestras capacidades —como por ejemplo la empatía— igual que mejoramos a la hora de tratar de atisbar las posibles consecuencias de nuestros actos en el futuro. Aprendemos de experiencias ajenas que sumamos a las propias, y todo ello… ¡leyendo!
Cómo curarnos con libros
Siruela tiene en su catálogo la biblia de la biblioterapia: Manual de remedios literarios, de Susan Elderkin y Elle Berthoud (quien ya mostrara las virtudes de este método en un reportaje a la revista New Yorker hace unos años). Las autoras estudiaron Literatura en Cambridge y, en 2008, establecieron un servicio de recetas literarias en la londinense School of Life. Desde entonces llevan prescribiendo recetas de libros a pacientes lectores de todo el mundo.
En la introducción, explican las características de su especialidad médica y las peculiaridades de su libro. Para empezar, no se distingue entre dolor físico y emocional. Efectivamente, en el libro hay capítulos y recomendaciones para el miedo al compromiso, los ataques de ira, el amor y sus complementos, la obsesión y sus derivadas… Más o menos lo que te imaginas está ahí, pero también lo que no te imaginabas, como un dolor de muelas, que señala con el dedo a un personaje de Anna Karenina aquejado de esta dolencia («lo que cura a Vronsky, justo después, es el traslado del dolor físico a un intenso dolor emocional»); o la entrada flatulencia, protagonizada por Ignatius J. Reilly de La conjura de los necios.
«Tanto si tienes hipo como resaca, si sufres de miedo al compromiso o si tienes la sensación de que te falta sentido del humor, para nosotras se trata de una dolencia que merece un remedio (…) Somos biblioterapeutas y las herramientas de nuestro oficio son los libros». Elderkin y Berthoud no se quitan los méritos de haber recorrido dos mil años de literatura a la búsqueda de lecturas reconstituyentes, pero tampoco se los ponen: «Los amantes de la literatura llevan usando las novelas como bálsamos —consciente o inconscientemente— desde hace siglos». Y se despiden deseando a sus lectores «el máximo placer con nuestras píldoras y pomadas literarias. Con ellas ganarás en salud, en felicidad y sabiduría».
Está demostrado que los lectores de ficción duermen mejor, tienen mayor autoestima, menos probabilidades de caer en una depresión menores niveles de estrés. Mucho más que aquellos que no leen o que centran buena parte de sus lecturas en la no ficción —de nuevo, ¡quién iba a decirlo!—. Una de las teorías de todo eso es que la misma actividad actúa a modo de meditación: en la lectura de ficción relajamos esa parte «racional» de nuestro cerebro. Rompemos la realidad y su análisis, centrando nuestras capacidades de pensamiento en el desarrollo de la imaginación, de otros puntos de vista. Nos ponemos en la piel de otros, que viven y se relacionan en otros mundos y pensamientos, con el consecuente esfuerzo por nuestra parte para asimilarlos.
Un saber de siglos
Lo curioso es que, en realidad, estas prácticas llevan desarrollándose casi desde la misma Grecia. No es casualidad que en la biblioteca de Tebas estuviera escrito: «Un lugar de placer curativo para el alma»; o que Sigmund Freud ya experimentara con la recomendación de libros concretos para sus pacientes de psicoanálisis. Pero no ha sido hasta estos últimos años, concretamente la primera década del siglo XXI, que el movimiento ha ido cogiendo cada vez mayor ritmo, convirtiéndose en una tendencia usada a lo largo y ancho del mundo, tanto en psicología como en el —también en desarrollo— asesoramiento filosófico.
Personas con problemas de confusión frente a la existencia, sentimientos de pérdida o duelo, rupturas de relaciones, depresiones o aflicciones de distinto tipo, han encontrado en este tipo de terapia, si no una solución completa, sí un apoyo, un paliativo, con el que ir dando los pasos necesarios para mejorar. ¿Y qué mejor manera para un lector que haciendo lo que más le gusta?
Este método logra el triunfo tal y como lo definió Horacio: une lo útil con lo agradable
Porque esa es otra: en el mundo actual, en que hay millones de opciones de lectura (artículos, webs, libros en papel, libros digitales, etc.), nos vemos sumidos en una auténtica marea literaria, de modo que hoy, más que nunca, hemos de ser especialmente selectivos con las lecturas que escogemos. En primer lugar, y tal como dicen los expertos en biblioterapia, porque cada lectura que hagamos afectará en mayor o menor medida a nuestra psique. Y en segundo, por lo que decíamos al comienzo del artículo: los libros que más disfrutamos, que nos enganchan, que no podemos dejar ni para dormir, suelen ser los que están relacionados con temas que nos interesando algún modo. De hecho, ahí está una de las grandes ventajas de este método de terapia: todos ganamos. El paciente, el lector, el terapeuta, el escritor…, la sociedad en su conjunto. Desarrollamos aún más el placer de leer —los que ya lo tenemos— y cada vez más personas, atraídas por lecturas que les afecten realmente, comenzarán a leer más. Y si eso, además, nos permite disfrutar más y mejor de la vida, ¿dónde demonios pueden haber sitio para la crítica?
33 libros para 10 males


Hemos buscado un listado de lecturas que quizá no curen tus males, pero te ayudarán a salir del mal momento. Es una selección de la llamada Terapia Tolstoy. Si quieres saber más: www.tolstoytherapy.com
Controlar la ansiedad
- La insoportable levedad del ser, Milán Kundera.
- Otra vuelta de tuerca, Henry James.
- En busca del tiempo perdido, Marcel Proust.
Estimular a niños y jóvenes
- Oliver Twist, Charles Dickens.
- Las cenizas de Ángela, Frank McCourt.
- El señor de las moscas, William Golding.
Contra la depresión y el ánimo bajo
- 100 años de soledad, Gabriel García Márquez.
- La sombra del viento, Carlos Ruiz Zafón.
- Orgullo y prejuicio, Jane Austen.
Crecer y aceptarse a uno mismo
- El guardián entre el centeno, J. D. Salinger.
- El Principito, Antoine de Saint-Exupéry
- Kafka en la orilla, Haruki Murakami.
Buscando sentido a la vida
- El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl.
- Guerra y paz, León Tolstói.
- Siddhartha, Hermann Hesse.
- Momo, Michael Ende.
Diferenciar el bien del mal
- Matar a un ruiseñor, Harper Lee.
- El mercader de Venecia, William Shakespeare.
- Una cierta justicia, P. D. James
Problemas de exclusión y aislamiento
- Apuntes del subsuelo, Fíodor Dostoievsky.
- Las olas, Virginia Woolf.
- El gran Gatsby, F. Scott Fitzgerald.
- Crónicas de Narnia, C. S. Lewis
Subir la autoestima
- Ensayos, Michel de Montaigne.
- Meditaciones, Marco Aurelio.
- Jane Eyre, Charlotte Bronte.
Cultivar la fortaleza
- El Conde de Montecristo, Alexandre Dumas
- La Odisea, Homero.
- Manual para la vida feliz, Epicteto.
Tranquilidad, todo puede empeorar…
- Un mundo feliz, Aldous Huxley.
- La campana de cristal, Sylvia Plath.
- La carretera, Cormac McCarthy.
- 1984, George Orwell.
Muy buen artículo! suelo recomendar libros a mis pacientes de hecho, ahora sé que existe la biblioterapia como método y me parece de los mejor, gracias por toda la información