Una incompatibilidad para empezar: el estoicismo
Culpa hay en todas partes y todo el tiempo. Quizás por ello, Cicerón aseguraba que no hay mayor descanso en esta vida que vivir libre de culpa. El filósofo romano parecía estar expresando un deseo: «Ojalá pudiéramos vivir sin culpa, encontrar un momento en nuestras vidas en el que la culpa no esté presente». En realidad, Cicerón puso de relieve algo más profundo: hasta qué punto la vida y la culpa se excluyen mutuamente o, mejor aún, ¿y si no se vive ahí donde hay culpa?
Esta incompatibilidad no es extraña para un estoico. Próxima al lenguaje de las pasiones, la culpa nos perturba de tres formas muy distintas: exige soportar una carga, nos obliga a hacer cosas que no podemos dejar de hacer y nos sitúa ante la irreversibilidad de lo que ya está hecho.
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