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F+ De la nostalgia a la esperanza: un viaje filosófico del siglo XX al XXI

La violencia en las guerras, la represión a través de sucesivas dictaduras y el fracaso de las revoluciones durante el siglo XX provocaron una profunda decepción ante la incapacidad humana para transformar la sociedad, arrojando una sospecha radical sobre la noción de progreso. Quizás la única alternativa para salir de este atolladero fue lo contrario a la nostalgia, la esperanza, y así equilibrar, incluso vencer, la rémora de la perplejidad y el miedo a construir el futuro.

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Ilustración de Cristina Daura.

Ilustración de Cristina Daura publicada originalmente en el número 3 de la revista impresa FILOSOFÍA&CO.

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En el último siglo, desde que Oswald Spengler publicara La decadencia de Occidente (1918-1923), apenas concluida la Gran Guerra, Europa quedó inmersa en una atmósfera de pesimismo cultural, convencida de que nunca podría llegar a concretar los ideales de libertad, igualdad y fraternidad propuestos por la Revolución francesa. La segunda conflagración mundial y los dramáticos acontecimientos políticos de entreguerras, incluida la contienda civil española, aumentaron la decepción.

En ese contexto, surgió un grupo de intelectuales franco-alemanes, entre ellos Arnold Gehlen, Bertrand de Jouvenel, Carl Schmitt, Alexandre Kojève, Ernst Jünger, Henri Lefèbvre (y en ciertos aspectos: Walter Benjamin y Theodor Adorno), que crearon la idea de poshistoria.

Se basaron en la creencia de que la masificación y el estatismo de las sociedades occidentales, amenazadas ante la inminencia de una posible tercera confrontación, volverían ficticia la categoría de progreso, sobre la que hasta entonces se había forjado el desarrollo del capitalismo gracias a la creciente aplicación del conocimiento científico a la vida cotidiana, esto es, mediante la técnica.

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