- El ángel que mira hacia el pasado
- Nostalgia como instrumento para afrontar el futuro
- La melancolía de los griegos
- Una enfermedad metafísica
- Poesía, la pócima mágica para Novalis
- Un veneno y un remedio para Keats
- Repulsa sentimental frente al sistema capitalista
- Conciliar lo urbano con lo rústico
- Sin sentimiento de pertenencia
- Dos tipos de nostalgia
- La nostalgia surge a partir de estímulos primarios
- Vulnerables, frágiles, desprotegidos
- Superar el nihilismo imperante
- El hastío lleva a la destrucción
- La esperanza asociada a la utopía
- Justicia, libertad y formación moral
- La desesperación para Sartre
En el último siglo, desde que Oswald Spengler publicara La decadencia de Occidente (1918-1923), apenas concluida la Gran Guerra, Europa quedó inmersa en una atmósfera de pesimismo cultural, convencida de que nunca podría llegar a concretar los ideales de libertad, igualdad y fraternidad propuestos por la Revolución francesa. La segunda conflagración mundial y los dramáticos acontecimientos políticos de entreguerras, incluida la contienda civil española, aumentaron la decepción.
En ese contexto, surgió un grupo de intelectuales franco-alemanes, entre ellos Arnold Gehlen, Bertrand de Jouvenel, Carl Schmitt, Alexandre Kojève, Ernst Jünger, Henri Lefèbvre (y en ciertos aspectos: Walter Benjamin y Theodor Adorno), que crearon la idea de poshistoria.
Se basaron en la creencia de que la masificación y el estatismo de las sociedades occidentales, amenazadas ante la inminencia de una posible tercera confrontación, volverían ficticia la categoría de progreso, sobre la que hasta entonces se había forjado el desarrollo del capitalismo gracias a la creciente aplicación del conocimiento científico a la vida cotidiana, esto es, mediante la técnica.
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