Gran parte del actual quehacer político se asemeja más a un circo emocional que a una actividad seria, razonada y comprometida. Para nadie es un secreto que el discurso político tiende a la demagogia, que suele apelar a nuestras emociones más básicas. Hoy, el debate parece estar en manos de agentes publicitarios, tiktokers, influencers y toda una lista de expertos en manipulación. ¿Cómo influyen las emociones en nuestras decisiones? ¿Las emociones pueden ser racionales? ¿Qué opina la filosofía? Laura Martínez Alarcón lo analiza en este dosier.
- ¿Qué son las emociones?
- El gobierno de las emociones
- Poder, emociones… y posverdad
- Emociones, más a flor de piel que nunca
- David Pineda Oliva: «El problema está en la información sesgada en que se basan las respuestas emotivas»
- Las emociones y los sentimientos no son un lujo
- Los afectos políticos y las emociones públicas
- ¿Por qué la compasión es el prototipo de las emociones?
- Olga Elizabeth Hansberg: «Es más efectivo ganar adeptos despertando emociones que dando razones»
- A modo de conclusión
«Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo».
Aristóteles. Ética nicomaquea
Las emociones son lo más cercano que tenemos. Creemos conocerlas bien porque sabemos cuándo las experimentamos, aunque a veces no sepamos reconocerlas. En los bebés, nos sorprende esa capacidad de pasar inexplicablemente del alborozo al berrido. Nos conmueve la alegría con la que viven las niñas y los niños, una alegría que no conoce el miedo (todavía) y que, ya de adultos, recordamos con cierta nostalgia. La pubertad y la adolescencia, con toda la revolución hormonal que conlleva, viene acompañada de otra revolución emocional que puede ir del enfado a la repugnancia, de la tristeza al miedo, a la desorientación y a comportamientos percibidos por muchos padres como irracionales.
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