«El feminismo es un impertinente. Se dice ‘feminismo’ e inmediatamente nuestros interlocutores se ponen a la defensiva. ¿Por qué? Porque el feminismo cuestiona el orden establecido. Y el orden establecido está muy bien establecido para quienes lo establecieron, es decir, para quienes se benefician de él». Así lo explica la escritora y periodista Nuria Varela en su libro Feminismo para principiantes. Incomodemos, pues. Molestemos. Seamos impertinentes. Buceemos en la historia del feminismo y su pensamiento. Recorramos su lucha por la igualdad, sus fracasos y sus logros. Saquemos de la oscuridad a tantas mujeres que dedicaron su vida y su obra a defender sus derechos y los de todas las demás. Intentemos explicar aquí por qué era esencial el feminismo y en próximos capítulos por qué lo sigue siendo todavía. Leed, leed todos…, muy especialmente el que se sienta molesto o incómodo: es quien más lo necesita, con urgencia.
“La trama de la filosofía es una película sesgada por esos hombres que no se detuvieron a considerar a sus colegas mujeres como semejantes y ni siquiera llegaron a pensar en la posibilidad de que una mujer pudiera sostenerse en el prodigioso universo intelectual al que ellos sí pertenecían”. Con esta contundencia escribe Julieta Lomelí, autora de ensayos sobre divulgación de la filosofía, estudiante de doctorado, estudiante asociada en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México y colaboradora de Filosofía&co., en un artículo publicado en su blog. El título ya adelanta con claridad las líneas que va a recorrer a lo largo del texto: El olvido de la mujer en la filosofía. Y si quedaba alguna duda, el inicio de sus palabras la despeja por completo: “Quizá una de las disciplinas con mayor hostilidad hacia las mujeres es la filosofía”. Así de rotundo. No deja apenas ni una rendija abierta. Solo ese “quizá”. Poca cosa.
No sabemos si ha sido la disciplina más hostil hacia la mujer, pero desde luego sí estamos seguros de que no ha sido la única. La ciencia y la investigación, la literatura, al arte, la política, la economía…, en todos los campos ha quedado relegada a lo largo de la historia a un segundo, tercer, cuarto plano. Ha habido mucho que luchar. Sigue quedando mucho camino acercándonos ya al primer cuarto del siglo XXI. La batalla no se ha terminado. Esta es la historia inacabada aún del feminismo, que recorremos para intentar entender el papel que le ha tocado jugar a la mujer en diferentes épocas y la necesidad de romperlo; para comprender cómo hemos llegado hasta aquí y el esfuerzo titánico que muchas mujeres (y algunos hombres, como veremos también en otras partes de este dosier) han tenido que hacer para derribar muros de injusticia y traspasar techos de cristal, para destruir las ideas y la acción que imponían la superioridad masculina en el terreno físico e intelectual y la desigualdad de oportunidades; para conocer el espacio que la mujer ha ocupado y el que no le han dejado ocupar en la historia del pensamiento, la vida social y política. Y ¡sorpresa! –o no– resulta que ha habido mucho de los dos: del que ha ocupado por méritos propios y del que le han arrebatado silenciándola.
Ha habido mucho que luchar. Sigue quedando mucho camino acercándonos ya al primer cuarto del siglo XXI. Esta es la historia inacabada aún del feminismo, que recorremos para intentar entender el papel que le ha tocado jugar a la mujer y la necesidad de romperlo
Tener que reivindicar y defenderse por ser mujer
Si tuviera que elegir a una mujer feminista de la historia, ¿a cuál elegiría y por qué?, le preguntamos a Pilar Pardo Rubio, autora del libro El feminismo en 100 preguntas, publicado por Nowtilus, asesora jurídica en la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid (España) y experta en igualdad de género. Y esta es su respuesta, en la que en un momento hace un recorrido por muchos de los nombres protagonistas del feminismo que no son siempre justamente conocidos ni reconocidos:
«No puedo elegir una sola. Cuantas más feministas he ido conociendo, más me gustan. Su historia me va conquistando, y si te conquistan las feministas, te conquista el feminismo, por eso es tan importante incorporarlas a la cultura compartida. Confieso mi debilidad por las feministas revolucionarias de finales del siglo XIX y principios del XX. Feministas sin derecho al voto ni a la educación, declaradas legalmente menores de edad, destinadas al matrimonio y la maternidad forzosa o a la más absoluta pobreza y aislamiento. Mujeres a las que les había tocado vivir en un mundo de hombres blancos y propietarios sin ningún referente en el que apoyarse y entregaron su vida a la lucha por los derechos y libertades que hoy disfrutamos, saliendo a la calle todos los días, renunciando a su comodidad y seguridad, muchas de ellas fueron encarceladas o desterradas o duramente castigadas por ello. Emma Goldman, Alexandra Kollontai, Flora Tristán, Lucía Sánchez Saornil se adelantaron un siglo a las reivindicaciones feministas que continuarían sus herederas, mujeres ya con presencia en las instituciones y acceso a la educación. Debemos pensar que organizaban mítines, escribían libros, fundaban revistas, dirigían congresos internacionales, viajaban de país en país para extender sus ideales, en una época en que el padre o el marido ejercía por ley la voluntad de la mayoría de sus congéneres. Para mí el mérito es incalculable y el que no nos lo hayan transmitido así, no solo a través de la escuela, sino de la literatura, el cine, los homenajes…, sin duda, muy sospechoso».
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