«Cada amigo representa un mundo en nosotros, un mundo que posiblemente no nace hasta que ellos llegan,
y es solo en este encuentro que un nuevo mundo puede surgir».
Anais Nin, Diarios
Filosofía de la amistad, publicado por Taurus, propone pensar las prácticas contemporáneas en la actualidad, más allá de la teoría filosófica y de lo que llamamos «políticas de la amistad», como podemos identificar en los feminismos y los lazos entre la comunidad LGTB. También pensar cómo los cambios introducidos en el «entorno digital» han influido y diversificado los modos de la amistad, al punto de llevarnos a preguntas de inspiración poshumanista, como la de si es posible entablar lazos de amistad entre especies, con animales no humanos, o bien con robots sociales e inteligencias artificiales.
«¿Qué hay detrás de esta idea, en apariencia tan simple, que permite hablar de nuestras relaciones más íntimas y de lo familiar, pero también de la vida en sociedad, la ética, la política y la mirada hacia otros seres con quienes compartimos el mundo?», se preguntan las autoras, filósofas y amigas, Danila Suárez Tomé y Laura F. Belli en la introducción a Filosofía de la amistad.
La amistad, al ser, por un lado, un vínculo estrictamente voluntario —no como sucede con los vínculos filiales—, invita a preguntarnos acaso por primera vez (pensemos en las amistades de infancia y adolescencia) cuál es nuestro lugar en el mundo y con quiénes queremos compartirlo. De ahí que, como muestran las autoras, los amigos sean tan importantes en la constitución de la identidad.
Por otro lado, Filosofía de la amistad muestra que los lazos de amistad se basan en una relación no jerarquizada entre las personas. Este tipo de vínculo quizás entonces demande un mayor compromiso ético que otros, porque, a diferencia de lo que puede suceder en la familia, en la pareja o en el mundo laboral, no existe un «guion moral» según el cual vincularnos o una relación de poder o de interés económico que determine ese intercambio. Como establecen las autoras, «se trata de un tipo de relación en donde la reciprocidad reemplaza a la obligatoriedad, y el mantenimiento y fortalecimiento del vínculo requiere del acuerdo y el deseo de todas las partes involucradas».
Existe esa frase según la cual uno «no elige a sus amigos». Pienso que, por lo que acabamos de decir, es estrictamente falsa, pero que a su vez porta cierta sabiduría. Uno no elige a sus progenitores, pero sí a sus amigos. Pero no sabemos del todo bien qué es lo que hace que una amistad se forme. Hay muchas personas que nos interesan, nos caen bien, y con quienes nos relacionamos muy cotidianamente, como compañeros de trabajo, estudio, etc., pero llegar a hacerse amigo es algo más que compartir tiempo juntos y tener intereses en común.
Hay una cuota de misterio en esta relación. Es esta pregunta la que impulsa a escribir Filosofía de la amistad: «Explorar lo que hace de la amistad un fenómeno enigmático en nuestras vidas».
Filosofía de la amistad muestra que los lazos de amistad se basan en una relación no jerarquizada. Este vínculo quizás demande un mayor compromiso ético, porque no existe un «guion moral» según el cual vincularnos o una relación de poder o de interés económico que determine ese intercambio
La amistad como virtud ética y lazo erótico
El concepto de amistad está en la base de toda filosofía ética, porque, como leemos en la introducción de Filosofía de la amistad, «la historia de la filosofía nos muestra que la amistad ocupa un lugar central en la búsqueda de una vida feliz». Los filósofos griegos tomaron la amistad como un tema filosófico en sí mismo. Una obra donde esto se desarrolla con mucha fuerza es la Ética a Nicómaco, de Aristóteles.
En ella se dedican dos libros al tema de la amistad dentro del objetivo de mostrar que el fin último de la ética, la felicidad, solo puede ser alcanzado por la virtud. El ejercicio de la virtud tiene muchísimo que ver con el ejercicio de la amistad: hay amistades, las más raras e infrecuentes, que se basan en la virtud. Y esas son las amistades verdaderas, según Aristóteles, que no se rompen tan fácilmente como las que están basadas en la utilidad o la búsqueda de placer.
Desde esa concepción, los lazos de amistad ponen en práctica un modelo de vida en común con los otros: de buscar juntos la felicidad a través de acciones virtuosas. En palabras de Aristóteles retomadas por las autoras de Filosofía de la amistad:
«[…] la amistad perfecta es la de los hombres buenos e iguales en virtud; pues, en la medida en que son buenos, de la misma manera quieren el bien el uno del otro, y tales hombres son buenos en sí mismos».
Ahora bien, más allá de virtud, es decir, de que la amistad nos haga mejores, también se trata de deseo: de obtener placer y dicha compartiendo tiempo con nuestros amigos. A diferencia de Aristóteles, la amistad en Platón a menudo está «erotizada»: entre Sócrates y algunos seguidores o discípulos que traban un lazo afectivo con él, como Fedro; o que se enamoran de él al borde de la desesperación como sucede con Alcibíades en El banquete.
En palabras de Aristóteles retomadas por las autoras de Filosofía de la amistad: «[…] la amistad perfecta es la de los hombres buenos e iguales en virtud; pues, en la medida en que son buenos, de la misma manera quieren el bien el uno del otro, y tales hombres son buenos en sí mismos»
Pero más allá de eso, en general la concepción de la philia platónica está bastante fusionada con la de Eros, lo cual lleva a preguntarnos: ¿la amistad es una forma del amor? ¿Es un vínculo erótico, pero sin sexo? Y si en algún momento llegara a mediar el deseo sexual, ¿eso dejaría de llamarse amistad?
El tratamiento más exhaustivo de estas preguntas las autoras lo ubican en uno de los primeros diálogos de Platón: Lisias. Aunque en ese texto queda claro que, para Platón, las relaciones de amistad «involucran un grado de intimidad que raya el deseo sexual», lo que puede ocurrir es que, cuando media el deseo, se dé una relación de desigualdad en el vínculo. Allí emerge otra relación que es la de «erástenes» y «erómenos»: el amante y el amado.
Se trata de una relación que, si bien puede ser recíproca, es asimétrica. Sería un sinsentido pensar la amistad en esos términos. Y a menudo sale mal, como se ilustra en el diálogo: Hipótales «se hace amigo» de Lisias con el fin de obtener su amor y, como podía esperarse, fracasa. Como dirá Séneca más adelante, «quien es amigo, ama; quien ama, no siempre es amigo; de ahí que la amistad resulta siempre provechosa; el amor a veces hasta es perjudicial».
Así lo analizan las autoras de Filosofía de la amistad:
«Platón va a señalar que el amor por la otra persona no resulta suficiente para fundar una relación de amistad en sentido pleno. Esto es así porque la amistad no puede reducirse a una emoción intensa. Para construir una relación de amistad es necesario apelar a motivos racionales más estables, no basados exclusivamente en los apetitos y en los impulsos».
En general, la concepción de la philia platónica está bastante fusionada con la de Eros, lo cual lleva a preguntarnos: ¿la amistad es una forma del amor? ¿Es un vínculo erótico, pero sin sexo? Y si en algún momento llegara a mediar el deseo sexual, ¿eso dejaría de llamarse amistad?
Para Aristóteles, la práctica de la amistad entrena la moderación, la templanza con respecto a las emociones. En ello, está en juego algo más que nosotros mismos y nuestro deseo de ser amados, tener riquezas, ser reconocidos. Hay algo superior, que debería estar en la base de toda vida en común: que el otro sea feliz. Incluso cuando no lo soy, incluso cuando no estamos juntos. Ver a nuestros amigos felices a menudo puede ser tanto o más satisfactorio que serlo nosotros mismos; contribuir a su felicidad nos hace sentir realizados incluso cuando nuestros proyectos no andan del todo bien.
En esos momentos de insatisfacción, la amistad proporciona una contención, un horizonte: para volver a encontrar el entusiasmo es fundamental la mirada y el aliento de nuestros amigos. Así «un amigo es una suerte de ‘otro yo’, un alter ego con quien se construye una relación profunda similar a la que se tiene consigo mismo», resumen las autoras de Filosofía de la amistad.
Por último, recordemos que la concepción griega de la amistad no se da solo en la filosofía: Filosofía de la amistad muestra también que la amistad a menudo impulsa la trama en las tragedias, así como también la poesía épica, «constituyendo una figura dominante en las obras literarias y poéticas clásicas». En efecto, valores como la lealtad, el honor, incluso el patriotismo, son representados a través de una «dupla» de amigos cuya unión resulta fundamental para su empresa.
Valga de ejemplo la amistad entre Aquiles y Patroclo, y la pérdida de este último en batalla en el Canto XVII de la Ilíada. Quisiera recordar un fragmento de un poema de la norteamericana Louise Glück que los retrató así:
«En estas amistades/ siempre hay uno que atiende al otro/ la jerarquía/ se nota todo el tiempo, aunque no se pueda/ confiar en las leyendas:/ su fuente es el que sobrevive, el abandonado. ¿Qué eran las naves griegas incendiadas en comparación con esa pérdida?/ En su carpa, Aquiles lo lloró con todo su ser, y los dioses vieron que ya era un hombre muerto, víctima de la parte que amaba, de la parte mortal».
Entonces, de algún modo también la amistad, al hacernos vivir la experiencia de estar compartiendo la vida a la par, nos hace conscientes de su finitud, de que aquello o a quienes amamos algún día no estarán, y que nosotros mismos podríamos no estar para ellos. En suma, que somos mortales.
Filosofía de la amistad muestra que la amistad a menudo impulsa la trama en las tragedias, así como también la poesía épica, «constituyendo una figura dominante en las obras literarias y poéticas clásicas»
¿Qué hacer con los enemigos? La respuesta piadosa de San Agustín
Ahora bien, si vamos a poner a la amistad como base de la virtud cívica, debemos asumir también pensar cómo nos vinculamos con los demás por fuera de las relaciones personales de amistad: básicamente, ¿qué pasa con quienes no son nuestros amigos?
Las autoras de Filosofía de la amistad abordan esta pregunta desde el punto de vista de San Agustín y el amor cristiano. En tanto somos todos resultado del «amor de Dios», uno debería tener una actitud piadosa incluso con sus enemigos. Dicen: «Agustín no contradice el mandato de amar a todas las personas por igual, pero sí modula ese acto: mientras que en el amor hacia mis amigos me entrego en plena confianza, el amor hacia mis enemigos lo practico con cautela».
Ya en Cicerón y en Séneca estaba presente la amistad como valor por fuera de las relaciones de proximidad y era particularmente importante en los momentos de crisis política: «La amistad, virtud cívica por excelencia, es postulada como modelo de vida ideal frente a la crisis de las relaciones humanas que supone el fin de la República», comentan las autoras de Filosofía de la amistad.
Y esto me parece particularmente importante: actualmente en mi país [Argentina], el discurso del gobierno tiende a fomentar más la «enemistad» que la amistad. El otro es concebido como un «enemigo» para mi progreso; por otro lado, el Estado, o cualquier organización social comunitaria donde se den relaciones de asistencia a quienes más lo necesitan, de apoyo mutuo, es concebida como amenazas contra el nuevo modelo de sociedad que tiene en su centro al individuo liberal: emancipado de toda necesidad de los otros.
Ya en Cicerón y en Séneca, estaba presente la amistad como valor por fuera de las relaciones de proximidad y era particularmente importante en los momentos de crisis política
¿Simone Weil y Simone de Beauvoir hubiesen sido amigas?
Rompiendo la tradición exclusivamente masculina en filosofía, una de las grandes virtudes de este libro es el de rescatar filósofas que han pensado la amistad. De algún modo, los modelos de amistad grecorromanos y también, como muestra el libro, en gran parte de la filosofía moderna, partían de la exclusividad de la amistad entre varones: una mezcla de fraternidad y cofradía. La amistad con una mujer solo es posible como una suerte de compañerismo dentro del matrimonio.
Esta operación da a pensar que la amistad como virtud cívica/civilizante, al ser retirada del mundo afectivo de las mujeres, de algún modo las coloca por fuera de la sociedad. Si no son «aptas para la amistad», tampoco lo son para las leyes y los asuntos públicos, o del conocimiento. Lo refleja esta terrible cita que las autoras rescatan de Michel de Montaigne:
«La inteligencia ordinaria de las mujeres no alcanza a que puedan compartirse los goces de la amistad; ni el alma de ellas es bastante firme para sostener la resistencia de un nudo tan apretado y duradero. Si así no aconteciera, si pudiera fundamentarse y establecerse una asociación voluntaria y libre de la cual no solo las almas participaran sino también los cuerpos, en que todo nuestro ser estuviera sumergido, la amistad sería más cabal y viva. Pero no hay ejemplo de que el sexo débil haya dado pruebas de semejante afección y los filósofos antiguos declaran a la mujer incapaz de profesarla».
Pero, contraria a esta mirada y en línea con la genealogía que veníamos trazando, una de las autoras que revisita los conceptos de los filósofos antiguos y medievales sobre la amistad es Simone Weil. En su planteo, que, si bien es místico, se diferencia de la concepción medieval de San Agustín o Tomás de Aquino, postula que la amistad entre los mortales no es un reflejo del amor divino, sino que los amigos se unen «en Dios», como dos líneas paralelas, extendidas al infinito:
«No es posible que dos seres humanos sean uno y se respeten radicalmente en la distancia que los separa si Dios no se hace presente en cada uno de ellos».
Esto da lugar a un valor secular fundamental que es el del concepto de autonomía. Según las autoras de Filosofía de la amistad, «el respeto a la autonomía humana es tan fuerte en su concepción de la amistad que se vuelve una nota definitoria. Incluso Weil afirma que desear que nuestros amigos compartan nuestros puntos de vista y opiniones es una afrenta contra la pureza del lazo, algo que la distingue de otros pensadores que sostenían como fundamental, en toda amistad, compartir puntos de vista sin excepciones».
Simone Weil se diferencia de la concepción medieval, postula que la amistad entre los mortales no es un reflejo del amor divino, sino que los amigos se unen «en Dios», como dos líneas paralelas, extendidas al infinito
Otra de las filósofas insoslayables en este aspecto y que será fundamental para pasar al vínculo entre filosofía y feminismos es Simone de Beauvoir1. A diferencia de su tocaya, «Beauvoir no recurre a las ideas griegas y romanas clásicas para pensar sobre este vínculo».
Paralelamente a sus obras más sistemáticas, escribe Las inseparables, basada en el vínculo con una amiga de la adolescencia, Zaza Lacoin. Zaza fallece a la edad de 21 años por una encefalitis viral, lo cual coloca a Simone de Beauvoir desde muy temprana edad ante la idea de la finitud y de la muerte. Es por eso que, como observan las autoras en Filosofía de la amistad, «no es de extrañar, entonces, que Beauvoir haya dedicado parte de su pensamiento a explorar filosóficamente la amistad como fenómeno existencial humano».
Así como para Weil es la autonomía, para Beauvoir será fundamental el concepto de «autenticidad» para pensar la amistad, el cual se convertirá en un concepto central para la filosofía existencialista en general.
Una amistad auténtica es una amistad enraizada en la libertad, sin reaseguros por parte de un orden divino, tampoco de una justificación del «deber ser» moral. Nadie nos obliga a seguir siendo amigos de alguien, es una decisión libre y voluntaria, que, si no se da de esa manera, actuaríamos, según la filosofía existencialista, «de mala fe», sin autenticidad.
Pero, además, lo que reconoce es que, dado que la amistad conlleva una forma del deseo, conlleva también conflicto. El conflicto se halla, según Beauvoir, también en la base de todos los vínculos humanos, por la necesidad de afirmación y reconocimiento a través de los otros, en el juego dialéctico de ser «para sí» y «para otro».
Eso pone en cuestión que la amistad sea un vínculo simétrico y recíproco, como algunos filósofos anteriores han asumido como condición. En cambio «veremos que la reciprocidad está siempre en riesgo a través de una asimetría que no podemos evitar, porque, según Beauvoir, la existencia humana intersubjetiva se da siempre a través del deseo y del conflicto».
El desafío entonces más profundo de la amistad es, para ella, poder convertir ese conflicto existencial en concordia, sin negarlo, asumiendo los momentos de distancia y cercanía que toda amistad conlleva. Esto es particularmente importante entre las amistades entre mujeres, a menudo asociadas como hemos visto, patriarcalmente a la competencia y la enemistad. O bien, luego al ideal infantil de «amigas para siempre» de las películas de Disney.
Una de las filósofas insoslayables que será fundamental para pasar al vínculo entre filosofía y feminismos es Simone de Beauvoir. A diferencia de Weil, «Beauvoir no recurre a las ideas griegas y romanas clásicas para pensar sobre este vínculo»
Teorías contemporáneas «amistosas»: las políticas afectivas como políticas de la amistad
La ruptura que introduce Beauvoir dentro del concepto es importante, y, como el resto de su filosofía, dará paso también a comprender la amistad desde un punto de vista feminista. Como plantea Filosofía de la amistad, «el conflicto ontológico originario del que hablaba Beauvoir —y que daba lugar a pensar el tema de la diferencia y la asimetría en la amistad— reaparece bajo otros ropajes en las obras filosóficas de la última mitad del siglo XX».
Asumir la asimetría, la amistad como un vínculo tan conflictivo como el resto de las relaciones humanas, implica poner en crisis el «ideal de amistad» de la tradición clásica y también moderna. Así lo explican las autoras de Filosofía de la amistad:
«Idealizar a la amistad como un tipo de relación que siempre debe ser perfecta es ignorar lo que realmente sucede en las amistades cotidianas, a la vez que normativizar una sola manera en la que ella se puede dar. Como vimos, muchos filósofos a lo largo de la historia tendieron a hacer esto mismo: plantear un ‘ideal de la amistad’ y comparar a todas las amistades existentes con ese ideal».
Pasar entonces del «ideal» a las «prácticas» de la amistad parece más adecuado para comprender la amistad en términos actuales. Por eso, la segunda parte de Filosofía de la amistad está dedicada no estrictamente a la filosofía, sino a las reflexiones contemporáneas en torno a la amistad como las que han traído la de los feminismos y la del poshumanismo.
Y es que la amistad entre mujeres y entre las personas de la comunidad LGTB requieren capítulos aparte. No porque no sean parte de las mismas características de la amistad en general, sino porque hay dimensiones que se agregan: la de ser unidas por la lucha contra una opresión común, ciertas estrategias de supervivencia y un estilo de vida que por lo general se coloca fuera de las normas sociales y sexuales.
Plantean las autoras de Filosofía de la amistad, como punto de partida para este capítulo que, «tanto el movimiento feminista como el movimiento queer han hecho de la amistad una figura central en el entramado de sus utopías de liberación, en oposición al ideal de la familia tradicional heteronormada».
Pero para eso es importante traer uno de los conceptos que las autoras recorren: el de «política afectiva». La idea central es muy simple: nuestras emociones no son neutras políticamente. Están íntimamente arraigadas en estructuras sociales y de poder, como la clase social, la raza y el género, en cómo nos han criado nuestros padres, etc.: «En la educación sentimental que nos garantiza nuestra inscripción social, van a existir algunos sentimientos que se alientan y otros que se desalientan, así como normas de hacia dónde direccionar esos sentimientos».
Plantean las autoras de Filosofía de la amistad que «tanto el movimiento feminista como el movimiento queer han hecho de la amistad una figura central en el entramado de sus utopías de liberación, en oposición al ideal de la familia tradicional heteronormada»
Así, con lo que se compromete esta nueva teoría filosófica es con observar las diferentes torsiones que existen en torno al afecto una vez que empezamos a pensarlo en «intersección» con las múltiples opresiones que lo determinan. Las autoras de Filosofía de la amistad traen un ejemplo muy simple: «Un caso muy claro de cómo ha influido el poder social en el ideal de la amistad a lo largo de la historia es el de la creencia en la imposibilidad de la amistad entre mujeres y varones, así como también de la amistad entre mujeres».
Con este simple ejemplo lo que podemos ver es que detrás de esa idea lo que hay es una política «heteronormada», es decir, pensar que no es posible la amistad entre varones y mujeres es reforzar la idea heterosexual que solo puede haber amor entre ellos, no amistad. Y, simultáneamente, que entre las mujeres no puede haber amistad, porque tienen relaciones de competencia por buscar siempre el deseo de los varones. En los últimos capítulos de Filosofía de la amistad, las autoras se dedicarán a mostrar las diferentes teorías que han opuesto otras alternativas para pensar los vínculos entre varones y mujeres, y entre personas LGTB.
Traigo de mi parte, otro ejemplo, extraído del cuento Clase de historia de la escritora antillana Marsya Condeé2 que es maravilloso. Dos niñas, una negra y una blanca, juegan en el arenero. Mientras que la niña negra busca iniciar amistad con ella, la niña blanca al principio juega, pero sus padres, una vez que detectan que han pasado demasiado tiempo compartiendo, la retiran del arenero. La amistad en este caso se imposibilita por la imposición de un código racista.
En los últimos capítulos de Filosofía de la amistad, las autoras se dedican a mostrar las diferentes teorías que han opuesto otras alternativas para pensar los vínculos entre varones y mujeres, y entre personas LGTB
¿Sueñan los androides con amigos humanos?
En su vocación de completitud y contemporaneidad, el libro se involucra también con los debates actuales sobre la relación «híbrida» que ya esta altura existe entre identidades humanas y digitales. «La invención de diversos robots sociales se ha convertido en uno de los núcleos de debate más salientes en la filosofía práctica», apuntan las autoras de Filosofía de la amistad.
Por empezar, se asume que es posible tener vínculos sin necesidad de contacto corporal, lo cual es de por sí interesante en términos filosóficos. Un ejemplo es lo que muestra la película Her, donde un hombre se enamora de su sistema operativo. Quienes la hayan visto sabrán la cantidad de interrogantes que la película genera: ¿De qué se enamora concretamente? ¿De su voz? ¿De sus conversaciones?
Automáticamente, cuando descubre que su sistema operativo entabla relaciones con miles y miles de humanos como él, se angustia al preguntarse si entonces todo lo que han vivido no fue simplemente a un sistema operativo que «funciona siempre igual». La desingularización del vinculo es quizás entonces algo que quiebra el amor o a la amistad.
Pasando de la ficción a la realidad, existen casos ya de personas «enamoradas» de ChatGPT o de otros «robots sociales». En las pocas veces que he usado ChatGPT, lo que noto interaccionando con él es que su única actitud es de «servicio». ¿Se reitera la pregunta de «en qué puedo ayudarte?» o bien ante un problema más complejo: «No puedo ayudarte en este aspecto».
En mi opinión, desde el momento en que no «podemos hacer nada por ellos», construir cuidado y apoyo mutuo con problemas de la «vida real», o al menos con los que tenemos fuera de las pantallas, no sé si es posible considerar a ese intercambio una verdadera amistad. Pero, como muestra el recorrido completo de Filosofía de la amistad, que recomiendo leer, el concepto de amistad, sus prácticas y los mundos posibles que abre dentro de nosotros están siempre redefiniéndose y es quizás una pregunta tan compleja como la pregunta por la filosofía.
Melina Alexia Varnavoglou (Buenos Aires, 1992) es ensayista, poeta y librera. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional de San Martín (Argentina). Es autora del poemario Por mano propia, la publicación de poesía y fotografía Los mundos posibles. Ha participado en otros libros, como Historia feminista de la literatura, tomo IV y Poetas argentinas. Lectora de Sontag desde su primera juventud, ha seguido toda su obra y su pensamiento.
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