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La portada está pintada de un rosa melocotón pastel. Muestra de frente una ilustración de una mujer (María Zambrano) vestida con una gabardina y un gorro azul, escribiendo con una pluma. Está rodeada de cactus azules y verdes con flores amarillas, y debajo de ella hay unos pájaros de color rosa más pálido, que tocan la pluma con el pico, sobre una maleta azul con un sol naciente.

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NÚMERO 10

Dosier

María Zambrano: poesía, vida y democracia en el exilio

Ese viaje largo y decisivo

F+ Jean Améry: escribirse a sí mismo

Intentó comprender lo que le había pasado y descubrió nuevas formas en el ensayo: la gracia de la palabra precisa convirtió en canónica su experiencia de la tortura o del resentimiento. Sin embargo, él siempre ansió ser reconocido como escritor, donde también inventó géneros. Por inventar se inventó a sí mismo: se dio nombre, se analizó, se escribió. El conjunto de su vida, su muerte programada y sus libros hacen de Jean Améry una obra literaria total, maciza, perfecta.

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Jean Améry en la imagen de cubierta de la biografía escrita por Irene Heidelberg-Leonard y publicada por PUV. Su lectura inspira y vertebra este artículo.

Jean Améry a partir de la imagen de cubierta (Album-akg-images/Binder) de la biografía escrita por Irene Heidelberg-Leonard y publicada por PUV (Publicaciones de la Universidad de Valencia). Su lectura inspira y vertebra este artículo.

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«Mucho después leyó por casualidad un ensayo Sobre la tortura de un hombre de apellido francés, pero que era austriaco y vivía en Bélgica (…), en este ensayo quedaba expresado lo que ni ella ni todos los periodistas podían expresar, lo que ni las víctimas supervivientes se atrevían a decir». Con estas palabras hablaba inequívocamente de Jean Améry la escritora y poeta austriaca Ingeborg Bachmann. Lo hacía desde la ficción, en el relato Tres senderos hacia el lago: «(…) era evidente que él había necesitado muchos años para atravesar la superficie de hechos aterradores y para entender esas páginas, que sin duda pocos leerían, hacía falta una capacidad muy distinta de la que produce un pequeño horror pasajero, pues aquel hombre trata de descubrir en la destrucción del espíritu lo que le había ocurrido a él mismo, y averiguar de qué manera un ser humano se había transformado y aniquilado realmente y, pese a saberlo, seguía viviendo».

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