Desde el siglo I d. C., el Imperio Romano hizo un enorme despliegue militar y arquitectónico a lo largo del río Danubio para protegerse de las invasiones germánicas. Hasta la caída del Imperio, durante cuatro siglos, el Danubio se erigió en la principal frontera contra los pueblos llamados «bárbaros» por los romanos.
Es en este contexto en el que vivió Marco Aurelio (121-180). Ocupó el trono del Imperio entre los años 161 y 180 e hizo frente a diversas crisis y guerras durante este periodo. En su última época batalló él mismo al frente de las tropas romanas contra los germánicos. En esta situación, durante las noches que separaban contienda y contienda en el campamento militar donde escribió las conocidas reflexiones que terminaríamos conociendo como sus Meditaciones. En estas meditaciones aurelianas se halla contenido parte de la reflexión estoica más relevante, que todavía hoy tiene una enorme vigencia.
Una época convulsa
Aunque la infancia y juventud de Marco Aurelio transcurrió en un momento de esplendor del Imperio romano (conocido como el Alto Imperio), la estabilidad territorial e institucional no se mantendría más adelante. Su reinado marcó el inicio de una lenta transición hacia un periodo de mayor inestabilidad y estuvo lejos de ser un reinado tranquilo.
Ya como emperador, tuvo que hacer frente a conflictos bélicos, como las campañas en el frente norte del imperio contra los pueblos germánicos, que presionaban las fronteras del Danubio; campañas que desgastaban la salud del Imperio. A estas campañas se sumaban diversas crisis internas, como epidemias que diezmaron a la población o conflictos civiles como la rebelión de Adivio Casio (año 175), que llegó a autoproclamarse emperador en Oriente.
Estas presiones, aunque dentro de un sistema consolidado, convirtieron el gobierno de Marco Aurelio en un momento en el que la clave era mantener una delicada cohesión. Para ello, gobernó de forma conjunta con Lucio Vero hasta su muerte en 169 y, más tarde, con su hijo Cómodo, rompiendo así con la tradición de sus predecesores, que no nombraban a sus familiares como emperadores.
Este momento políticamente convulso generó, a su vez, una crisis de valores. El ideal romano tradicional, basado en el coraje, la dignidad, el sentido del honor, la lealtad, la piedad, la seriedad o la fortaleza chocaban con la corrupción y la irracionalidad del poder, así como el miedo que ello generaba entre los ciudadanos. Es en este contexto en el que el estoicismo empieza a cobrar fuerza. Un pensamiento que venía de la Grecia también en crisis y que se reactualiza en la época romana. La búsqueda de serenidad en mitad del caos, propia de esta corriente, será lo que la convierta en una doctrina popular, en parte gracias al propio Marco Aurelio.
El ideal romano tradicional, basado en el coraje, la dignidad, el sentido del honor, la lealtad, la piedad, la seriedad o la fortaleza chocaban con la corrupción y la irracionalidad del poder, así como el miedo que ello generaba entre los ciudadanos
Marco Aurelio: una vida de serenidad en medio del caos
Marco Aurelio había nacido en Roma en el seno de una familia noble de origen hispano. Su nombre original era Marco Annio Vero, y fue tutelado por el emperador Antonino. Desde joven, otro emperador, Adriano, vio en él a un futuro gobernante muy capacitado. Gracias a este apadrinamiento, el joven recibió una gran formación intelectual, filosófica y política.
Se cuenta que, desde joven, se caracterizaba por su personalidad seria, disciplina e inclinación hacia la vida reflexiva. A los once años abrazó un estilo de vida austero y riguroso, llegando a vestirse con el manto característico de los filósofos. Se trataba de una elección poco habitual en el ambiente cortesano romano del que formaba parte. Entró en contacto con la filosofía estoica y recibió la influencia de maestros como Junius Rusticus, que le instruyó en la escritura y en el pensamiento de Epicteto.
En el año 161 muere Antonino Pío y Marco Aurelio accede al trono imperial compartiendo el poder con Lucio Vero, en un gesto de equidad y respeto hacia él. Lucio murió pocos años después, pero Marco Antonio mantuvo esta práctica de gobierno compartido más adelante con su hijo Cómodo.
Las diferentes crisis que abordó su reinado obligaron a Marco Aurelio a pasar gran parte del tiempo fuera de Roma, especialmente en las fronteras del Danubio, lugar desde cuyas campañas militares escribe sus famosas Meditaciones. Esta obra, escrita originalmente en griego, fue concebida como un ejercicio íntimo de autoformación más que como un tratado de instrucción filosófica, y recoge pensamientos y reflexiones personales que revelan su lucha interior entre el ideal estoico de virtud y su deseo de actuar con justicia como emperador.
Fue precisamente en mitad de una campaña militar cuando le llegó la muerte a Marco Aurelio. El 17 de marzo del año 180, en Vindobona (actual Viena), termina con él la era llamada de los cinco buenos emperadores y comienza un periodo de declive imperial, favorecido por su hijo Cómodo, de carácter muy distinto al de su padre. Su vida ha representado durante cientos de años el modelo de gobernante sabio y virtuoso que trató de armonizar el poder con la ética y la búsqueda de la serenidad en medio del caos.
Las diferentes crisis que abordó su reinado obligaron a Marco Aurelio a pasar gran parte del tiempo fuera de Roma, especialmente en las fronteras del Danubio, lugar desde cuyas campañas militares escribe sus famosas Meditaciones
Vivir conforme al «lógos»
El pensamiento de Marco Aurelio es profundamente estoico en sus principios metafísicos y antropológicos. En concreto, se basa en la necesidad de basar la vida conforme a las leyes racionales de la naturaleza, esto es, el lógos universal que rige el mundo (o kósmos).
El hombre virtuoso, en este contexto, es aquel que no se rebela contra los elementos y lucha contra ellos, sino el que vive racionalmente conforme a estas leyes naturales. Hay que aceptar ese orden con serenidad; el objetivo es llegar a la imperturbabilidad del espíritu (la ataraxia), de forma que el discurrir del mundo no nos altere en exceso. Escribe Marco Aurelio en sus Meditaciones que «Todo lo que sucede, sucede como debe».
En este sentido, las pasiones son juicios erróneos, que perturban el alma. La vida buena consiste en cultivar la disciplina, el autoconocimiento y la moderación emocional frente al dolor, la injusticia y la muerte. La idea es de control y dominio de uno mismo: «Que no te domine nada que venga de fuera».
Del mismo modo que existe un orden natural, existe también un destino, que debemos aceptar (este es el concepto de amor fati o amor al destino). Hemos de aceptar lo que venga, nos dice Marco Aurelio, incluso en situaciones muy adversas como la guerra o la enfermedad. Además, como todo lo que ocurre forma parte del orden natural, resistirse a ello es irracional e inútil: «A cada cual le sucede lo que está en conformidad con su destino. Lo importante es cómo se afronta».
Otra reflexión presente en sus apuntes personales es la que gira en torno a la brevedad de la vida, que más que provocarle angustia le empuja a plantear que es necesario estimular una vida virtuosa. Esa conciencia lleva a valorar el presente, sin dejarse atrapar por el pasado ni vivir obsesionado con el futuro. Marco Aurelio nos anima: «Vive como si fueras a morir hoy, pero organiza tu vida como si fueras a vivir para siempre».
Como emperador, Marco Aurelio concebía a todos los ciudadanos y, más extensamente, a todos los seres humanos, como parte de una misma comunidad racional. Esta es la idea de cosmopolitismo del estoicismo. Esta idea le llevó a defender el deber cívico, la compasión y la justicia como principios políticos. «El hombre —escribe— ha nacido para ayudar al hombre». En este sentido, la libertad no consiste, para el filósofo, en hacer lo que cada cual quiere, sino en elegir lo que es correcto. El deber es una guía de vida para el sabio.
Como emperador, Marco Aurelio concebía a todos los ciudadanos y, más extensamente, a todos los seres humanos, como parte de una misma comunidad racional. Esta es la idea de cosmopolitismo del estoicismo
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El pensamiento filosófico de las «Meditaciones»
Las Meditaciones de Marco Aurelio (en griego, Τὰ εἰς ἑαυτόν, «Cosas dirigidas a uno mismo») fueron escritas como un diario filosófico íntimo en el que el emperador reflexionaba sobre su vida, emociones, el deber, la muerte y el universo. Lo escribió durante sus campañas militares, concentradamente en los años finales de su vida, aquejado por la enfermedad.
Muchas reapropiaciones contemporáneas del estoicismo entienden que la imperturbabilidad o ataraxia estoica consiste en reprimir los propios sentimientos en pos de una fuerza masculina que se impone contra los demás y contra el mundo, pero lo que encontramos en Marco Aurelio es, en realidad, un diario íntimo, emocional, que pone sobre la mesa lo que siente para reflexionar sobre ello, sin negarlo.
El objetivo del ejercicio de las Meditaciones (no tanto de su publicación posterior) no es ni la instrucción doctrinal ni la especulación abstracta, sino la invitación a reflexionar y a transformar(se) para alcanzar la virtud. En este sentido, recoge las enseñanzas anteriormente mencionadas, como la centralidad del lógos en el kósmos, el deber como forma de vida, la fugacidad de la existencia y el gobierno de uno mismo.
Marco Aurelio señala en repetidas ocasiones en estas reflexiones que lo relevante, sobre lo que podemos y debemos reflexionar, no es tanto sobre lo que sucede, sino sobre cómo reaccionamos ante ello: «No pierdas más tiempo discutiendo cómo debe ser un hombre bueno. Sé uno». El objetivo de este autodominio no es la fama o el dinero, sino el vivir con un sentido, sin aferrarse al ego ni al éxito, pues «todo es efímero: la fama, el cuerpo el tiempo. Solo permanece el bien que hiciste».
En tanto filosofía para la firmeza ante las emociones destructivas, los juicios precipitados, la soberbia y la queja, el estoicismo de Marco Aurelio se convierte en un entrenamiento del alma frente al dolor y la frustración. Un entrenamiento que, necesariamente, debemos hacer en común: «Nací para colaborar con mis semejantes, como los pies, las manos, los párpados».
El legado de Marco Aurelio
Más allá de su valor filosófico intrínseco, las Meditaciones son un testimonio único del estoicismo vivido, vital. A diferencia de otros pensadores como Séneca o Epicteto, Marco Aurelio no escribió para enseñar a otros, sino para conservarse a sí mismo en un mundo que lo empujaba a la crueldad, la vanidad y el desánimo.
El valor del pensamiento de Marco Aurelio reside en mostrar cómo se puede ejercer el poder sin perder la capacidad de reflexionar en torno a él, y cómo se puede resistir al sufrimiento y la injusticia sin odio ni resentimiento. Por estos motivos, ha influido en pensadores modernos, escritores y líderes de diferentes épocas.
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