Jacques Taminiaux inicia un ensayo sobre Hannah Arendt y Martin Heidegger con una cita del Teeteto de Platón. Esta cita no es original de Taminiaux: es una referencia a La vie de l’esprit de Hannah Arendt. En esta referencia singular, Arendt nos recuerda la absoluta seriedad con que Platón relata la historia de la joven campesina de Tracia. La escena original del Teeteto sobre la joven de Tracia dice así:
«Es lo mismo que se cuenta de Tales, Teodoro. Este, cuando estudiaba los astros, se cayó en un pozo, al mirar hacia arriba, y se dice que una sirvienta tracia, ingeniosa y simpática, se burlaba de él, porque quería saber las cosas del cielo, pero se olvidaba de las que tenía delante y a sus pies. La misma burla podría hacerse de todos los que dedican su vida a la filosofía. En realidad, a una persona así le pasan desapercibidos sus próximos y vecinos, y no solamente desconoce qué es lo que hacen, sino el hecho mismo de que sean hombres o cualquier otra criatura. Sin embargo, cuando se trata de saber qué es en verdad el hombre y qué le corresponde hacer o sufrir a una naturaleza como la suya, a diferencia de los demás seres, pone todo su esfuerzo en investigarlo y examinarlo atentamente».
Después Platón repetirá: «En su avidez por conocer las cosas del cielo, perdió de vista lo que se encontraba a sus pies» (174a y siguientes). Aristóteles evocó una vez más la figura de la joven de Tracia en la Ética a Nicómaco cuando pone el énfasis, a propósito de Tales, en la compatibilidad entre ser sophós (sabio) y no ser, al mismo tiempo, phrónimos (prudente). Taminiaux evocará a su vez a Heidegger en La pregunta por la cosa (Die Frage nach dem Ding) dónde hay un pasaje sobre la joven de Tracia que dice lo siguiente:
«La pregunta ¿qué es una cosa? debemos, pues, caracterizarla como de las que hacen reír a las criadas. ¿Y por qué razón no debería tener una criada la oportunidad de reír? (…) La filosofía es este pensar por el cual no podemos iniciar nada y a propósito del cual las criadas no pueden evitar reírse. Esta definición de la filosofía no es un simple chiste: debe de ser meditada. Nos iría bien recordar de vez en cuando que podemos caer en un pozo sin poder llegar al fondo durante un buen rato».
La joven de Tracia es —dice Platón— «ingeniosa y simpática». Se ríe alegremente y en el resonar de su carcajada modifica la sombría concentración del filósofo. Tales de Mileto es considerado como el padre de la Filosofía, pero también representa una metáfora: la del filósofo distraído. Distracción y carcajada se contraponen en esta escena alusiva a las dificultades del filósofo para vivir en el mundo y situarse en la vida cotidiana junto a los otros. La joven de Tracia se sorprende y goza del desamparo de Tales: la contemplación de los astros lo tiene fascinado y no se da cuenta de las otras cosas concretas que tiene delante de las narices.
Platón dirá sobre Tales: «En su avidez por conocer las cosas del cielo, perdió de vista lo que se encontraba a sus pies»
La metáfora de la joven de Tracia —una de las versiones más antiguas sobre la posición femenina como modo peculiar de inserción en el mundo— es, claramente, en la época de los posfeminismos, una fuente de inspiración. En los sistemas políticos actuales, defensores de la «igualdad de género», el posfeminismo reivindica el género como una especie de invención, como una fórmula más o menos arbitraria de construcción —lo que Judith Butler llamará perfomances—. Esto ha conducido a la batalla de los feminismos en la segunda década del siglo veintiuno.
La joven de Tracia nos permite, en cambio y casi por contraposición, situar el asunto del género en el discurso clásico, entendiendo por clásico el pasado más antiguo en el presente más actual. Hablar de mujeres y filosofía hoy, o de la cuestión del lugar desde donde las mujeres se acercan a la filosofía, es tanto una evidencia (hombres y mujeres en igualdad) como un problema que se plantea .desde el estatuto de interrogante a la Filosofía misma, entendiendo la Filosofía como el resultado del conjunto de producciones históricas en este campo, pero también como un lugar de enunciación, un punto de partida.
El principal motivo por el que la joven de Tracia contribuye a localizar este interrogante es que no lo solemos encontrar en las orientaciones generales desde el discurso de género actual. Trabajar este tema a partir de las metáforas femeninas puede contribuir a desvelar algunos de los matices más delicados de la cuestión. No tanto saber que las mujeres pueden filosofar (lo cual es evidente), sino desde qué lugar las metáforas en femenino cuestionan —o subvierten— a la Filosofía como «episteme».
Nosotras no somos, en definitiva, profesionales de la Filosofía. Tal vez no lo seremos nunca.
Deja un comentario