- 1 Una pensadora clave para el feminismo
- 2 Un enfoque interdisciplinar para el sexo y el género
- 3 Ni el sexo y género son categorías naturales
- 4 El género se performa
- 5 La identidad es un devenir
- 6 El cuerpo y el discurso
- 7 Una filosofía de los excluidos
- 8 Precariedad y vulnerabilidad
- 9 Estudios queer
- 10 La resistencia como estrategia política
Judith Butler se doctoró en Filosofía en 1978 y obtuvo una plaza como profesora en la Universidad de California de Berkeley en 1993. Entre esas dos fechas publicó las que hoy son algunas de sus obras más conocidas y discutidas, como El género en disputa (1990). Su pensamiento es de rabiosa actualidad en un contexto en el que la liberación sexual, la lucha por los derechos LGTB+ y el cuestionamiento al binarismo de género están a la orden del día de los debates filosóficos y políticos.
En los años previos a la publicación de El género en disputa, Butler ya cuestionaba que en la sexualidad hubiera algo esencial. En sus obras se pregunta cómo es posible, por tanto, que formemos una identidad sexual y cuál es el proceso por el cuál esto sucede.
Para la reflexión se sirve de los planteamientos del filósofo John Austin, quien había considerado la dimensión performativa del lenguaje; esto es, su dimensión creativa, como algo que no solo refleja el pensamiento, sino que lo crea y transforma el mundo. La dimensión performativa del sexo será uno de los asuntos clave de su pensamiento, que analizaremos en este artículo junto con otras cuestiones clave para entender su aporte a la filosofía.
1 Una pensadora clave para el feminismo
Durante los años 60 y 70 del siglo XX, el feminismo conocido como de la segunda ola cuestionó el carácter individual del patriarcado y lo convirtió en un asunto global. El problema de las sociedades patriarcales no era, por tanto, la dimensión individual del agresor o de la víctima, sino que se consideró que existía todo un sistema de opresión a la mujer al que había que enfrentar.
Con el auge de otros movimientos sociales, el feminismo se nutrió de los enfoques del antirracismo, el ecologismo y el pacifismo, sin perder su vinculación con la lucha por el socialismo y el fin del sistema capitalista, como muestran las obras de Angela Davis, bell hooks o el Colectivo Combahee River. Esto le permitió tener una visión más global del capitalismo patriarcal, imperialista y racista e identificarlo como enemigo a combatir.
Durante los años 90 se desarrolló una nueva ola del feminismo. Basándose en las conquistas de derechos civiles alcanzadas durante los años precedentes, las feministas de la tercera ola hicieron hincapié sobre la diversidad y la interseccionalidad, desde una perspectiva más individualista.
Es en este contexto en el que surge el pensamiento de Judith Butler, una de las exponentes de la tercera ola del feminismo. En su obra trata de dar cuenta de la necesidad de seguir indagando en la diversidad humana en torno al sexo, desde el punto de vista de la experiencia individual. Butler contribuye, además, a descentrar el debate de la sexualidad de la opción que tenemos los seres humanos a la hora de relacionarnos y lo centra en la relación que tenemos con nosotros mismos y con nuestra autodeterminación.
2 Un enfoque interdisciplinar para el sexo y el género
Para Judith Butler, las investigaciones en torno al género no pueden ser solamente objeto de una disciplina. Entiende el feminismo como una amalgama de enfoques que configuran una visión más completa y no como un tipo concreto de estudios. Tampoco se trata de una disciplina meramente universitaria, sino que ha de ser un estudio de las prácticas concretas de las personas y de la vida cotidiana.
Sostiene que, cuando se piensa en la vida de las mujeres y de las personas disidentes de género, no se pueden obviar los aspectos relativos a la economía del momento, la situación política, la psicología, el trabajo concreto de esa persona y las cuestiones relativas a su sexualidad. Todas ellas contribuyen al estudio de género y se interrelacionan. Por eso, en su obra encontramos un estudio del género interdisciplinar que recoge elementos de la filosofía, la sociología, la economía y la psicología, entre otras.
La propuesta política de Judith Butler es de «igualdad radical», es decir, que vaya más allá de la lucha por la igualdad de las mujeres respecto de los hombres y acabe con toda desigualdad basada en el sexo y en el género.
Las investigaciones en torno al género no pueden ser solamente objeto de una disciplina. Butler no entiende el feminismo como un tipo concreto de estudios, sino como una amalgama de enfoques que configuran una visión más completa
3 Ni el sexo y género son categorías naturales
En su obra, Judith Butler defiende que no es posible distinguir entre el sexo y el género. Mientras una parte del feminismo sostiene que el sexo es aquello que viene determinado por caracteres físicos (como los cromosomas o los genitales) y el género, la construcción social a posteriori en torno a la sexualidad, para la filósofa ambas cosas son construcciones sociales.
Además, defiende, la distinción entre sexo y género es útil a la justificación de un binarismo donde solo hay dos posibles determinaciones sexuales que se complementan, perpetuando el modelo opresivo heteronormativo y binario. Es necesario, sostiene, «desesencializar» ciertos conceptos dados y romper con las dicotomías que establecen.
4 El género se performa
Recogiendo la idea de «performatividad lingüística» del filósofo John Austin, el género se convierte, para Judith Butler, en un actuar. Consiste en una actuación conforme a las expectativas sociales que se inscriben en los cuerpos, de manera que el género no forma parte de lo que se es, sino que es algo que se hace.
No existe, para Judith Butler, un cuerpo sin género, porque todo cuerpo está siempre sexuado y tanto sexo como género son constructos sociales. El género se construye a través de la acción, el habla y los comportamientos. Los rasgos relativos al género están mediados por una estructura lingüística que consolida la impresión de ser una cosa u otra, como si nuestro género fuera una realidad interna «verdadera».
La producción y reproducción continua del género se realiza a través de normas y leyes controladas por los poderes instituidos, así como por otras prácticas informales que contribuyen a uniformar la identidad de género y a imponer una heterosexualidad obligatoria.
El pensamiento de Butler se enmarca en un idealismo, en el que se hace pasar el pensamiento y el lenguaje por praxis, y en el que la cuestión material en torno al género (por ejemplo, como es funcional al sistema económico capitalista porque sobreexplota a una parte de la población) se dejan de lado. Es tal vez por eso que en su propuesta política Judith Butler hablará más de resistir y de negociar con el poder antes que de combatirlo.
El género se construye a través de la acción, el habla y los comportamientos. Los rasgos relativos al género están mediados por una estructura lingüística que consolida la impresión de ser una cosa u otra, como si nuestro género fuera una realidad interna «verdadera»
5 La identidad es un devenir
La discusión en torno al género es, para Judith Butler, una discusión en torno a la identidad. Sus preguntas acerca de esta última categoría formaron parte de una reflexión más amplia de repensar al sujeto, un problema tradicionalmente filosófico. Es por este motivo que, de la concepción posestructuralista y performativa del género, Judith Butler sostiene que el individuo es una estructura lingüística en permanente formación.
La identidad, para Butler, no es única en cada ser humano. Existen múltiples identidades en una persona (por ejemplo, ella se entiende como mujer, pero también como estadounidense, como judía) y todas ellas forman parte del sujeto. Asumir solo una de ellas oprime al sujeto múltiple que somos. No hay necesidad de fijar una identidad, sino que hemos de aceptar el devenir que somos y que estamos en un proceso interminable de autodeterminación.
6 El cuerpo y el discurso
Cuestionar la base natural o esencial de sexo y género no implica, para esta filósofa, negar que existe un cuerpo, sino que consiste en concebirlo como un campo de relaciones. Esas relaciones contribuyen a su existencia.
Sin embargo, en la línea de la concepción idealista según la cual no hay un mundo si no es a través de la percepción humana (criticada por el ecologismo antiantropocéntrico o el marxismo, entre otros), Judith Butler considera que no hay acceso a la materialidad del cuerpo fuera del discurso y que, incluso así, no se puede acceder completamente a él.
7 Una filosofía de los excluidos
La reflexión en torno al cuerpo y su materialidad tiene una fuerte vinculación con la forma en que entendemos a las minorías y las poblaciones que han sido históricamente oprimidas, según Butler. Y es que tanto las mujeres como aquellas personas disidentes de género o no binarias son oprimidas porque su cuerpo no está socialmente reconocido, y se les condena a una marginación de su existencia.
Tanto la excesiva patologización (es decir, la asunción de que la disidencia es un «desorden psiquiátrico» o una enfermedad) como la violencia económica, los prejuicios e insultos, son formas de condenar a una parte de la población a vivir como «fantasmas». Retoma así Judith Butler el planteamiento de Michel Foucault en torno al poder: la educación, el derecho y las instituciones son formas de contener todo aquello que se salga de la «normalidad», esto es, de lo que conviene a los poderes.
Tanto las mujeres como aquellas personas disidentes de género o no binarias son oprimidas porque su cuerpo no está socialmente reconocido, y se les condena a una marginación de su existencia
8 Precariedad y vulnerabilidad
La noción de «precariedad» es fundamental en la obra de Judith Butler. Refiere a la incompletud del ser humano, su naturaleza como ser siempre inacabado. Es un sujeto siempre arrojado a lo externo a él, al otro, lo cual le vuelve un ser vulnerable y dependiente del resto.
Esta condición de precariedad expone al sujeto permanentemente al ataque, la violencia, el insulto y la exclusión y ve su condición de sujeto amenazada. Pero, desde otro ángulo, la precariedad no solo es un déficit o un signo de debilidad, sino que también puede serlo de fortaleza, porque cuestiona la ilusión de total autosuficiencia. Asumir nuestra precariedad es abrir la puerta a la ética y a la vida en común.
9 Estudios queer
La obra de Judith Butler se considera fundacional de los estudios o «teoría» queer. Un corpus de pensamiento surgido en los años 90 que por su propia naturaleza no constituye una escuela como tal, sino un ámbito de interés asociado a la academia en torno a los debates sobre la identidad y la liberación sexual.
Algunos de los autores y autoras son Eve Kosofsky Sedgwick, Teresa de Lauretis, Jack Halberstam o Lauren Berlant y sus influencias beben del psicoanálisis, el posestructuralismo y la obra de Foucault entre otras. Sus ámbitos de estudio no se limitan a lo filosófico; tratan de introducir una perspectiva queer que cuestiona el binarismo de género y el esencialismo sexual en disciplinas como el cine, la literatura o la psicología.
La obra de Judith Butler se considera fundacional de los estudios o «teoría» queer, un ámbito de interés asociado a la academia en torno a los debates sobre la identidad y la liberación sexual
10 La resistencia como estrategia política
El objetivo de la reflexión es, para Judith Butler, conseguir que «las vidas de las minorías de género y sexuales sean más posibles y más vivibles, que puedan moverse con libertad». Es decir, se trata de defenderse de un mundo hostil que oprime a las disidencias sexuales y las mujeres, de aliviar un sufrimiento derivado de la asignación de un género y de la discriminación asociada a esa asignación.
De nuevo la herencia de Foucault puede rastrearse en su obra. Para el francés, el poder no era algo atribuible a un estado o gobierno, sino que se encuentra siempre inscrito en las relaciones sociales y las torna relaciones de poder. Ante la imposibilidad de identificar a un enemigo, la única estrategia posible es la resistencia.
En la obra de Judith Butler, esta resistencia se muestra en forma de búsqueda de reconocimiento. Los sujetos oprimidos lucharían, así, por buscar visibilidad, empoderamiento individual y reconocimiento social y político, pero no por transformar las condiciones materiales de su vida (condiciones que obligan, por ejemplo, a una parte importante de las personas queer a trabajos muy precarios y a situaciones de prostitución). La lucha es, en palabras de Judith Buttler, continua y sin fin.
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Irene Gómez-Olano (Madrid, 1996) estudió Filosofía y el Máster de Crítica y Argumentación Filosófica. Trabaja como redactora en FILOSOFÍA&CO y colabora en Izquierda Diario. Ha colaborado y coeditado la reedición del Manifiesto ecosocialista (2022). Su último libro publicado es Crisis climática (2024), publicado en Libros de FILOSOFÍA&CO.
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