Vivimos tiempos urgentes que exigen inmediatez en las respuestas y rotundidad en segundos. Las redes sociales son inclementes y no hay espacio para la reflexión pausada, ni para la ponderación necesaria o el pensamiento dubitativo. Vomitar exabruptos sin detenerse a pensar en las consecuencias es lo que dictan los nuevos modelos de comunicación. Pareciera que la duda no tiene cabida o está proscrita, como en otras épocas. Laura Martínez Alarcón ilumina los momentos clave de la historia de la duda como el motor de nuestro conocimiento.
¿Prohibido dudar?
La duda es el motor del conocimiento. Así ha sido siempre, desde el principio de los tiempos hasta el día de hoy. Sin su impulso, la humanidad no habría avanzado, porque la duda promueve la revisión, la mejora y el avance. Dudar es pensar. Es, como dijo Aristóteles, el principio de la sabiduría. Hay quien opina que para que la vida valga la pena tiene que ser examinada de manera constante con objeto de ampliar sus horizontes un poco más allá, con más conciencia y rumbo. Sin embargo, este ejercicio, que debería ser tan cotidiano, se convierte en un acto casi imposible en estos tiempos de urgencia e inmediatez, en los que se exigen soluciones cerradas y cómodas, se esperan fórmulas incondicionales emitidas por personajes convertidos en gurús. Basta ver o escuchar cualquier tertulia política —o epidemiológica, ahora que nos hemos convertido en expertos en cualquier tema— para darnos cuenta de que sólo hay cabida para certezas categóricas y dogmas de fe.
Deja un comentario