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F+ La duda, motor del conocimiento

Dosier: Dudar como base de la filosofía

En la sociedad de la inmediatez, los debates viscerales y la atención a cuentagotas, la duda y su prudencia se han vuelto una carga pesada sobre nuestros hombros. Por eso es importante recuperar la visión sobre la duda que proponía Victoria Camps: «no como parálisis de la acción, que también puede llegar a serlo, sino como ejercicio de reflexión, de ponderar los pros y los contras cuando las vísceras están a flor de piel». © Ana Yael

En la sociedad de la inmediatez, los debates viscerales y la atención a cuentagotas, la duda y su prudencia se han vuelto una carga pesada sobre nuestros hombros. Por eso es importante recuperar la visión sobre la duda que proponía Victoria Camps: «No como parálisis de la acción, que también puede llegar a serlo, sino como ejercicio de reflexión, de ponderar los pros y los contras cuando las vísceras están a flor de piel». © Ana Yael

Vivimos tiempos urgentes que exigen inmediatez en las respuestas y rotundidad en segundos. Las redes sociales son inclementes y no hay espacio para la reflexión pausada, ni para la ponderación necesaria o el pensamiento dubitativo. Vomitar exabruptos sin detenerse a pensar en las consecuencias es lo que dictan los nuevos modelos de comunicación. Pareciera que la duda no tiene cabida o está proscrita, como en otras épocas. Laura Martínez Alarcón ilumina los momentos clave de la historia de la duda como el motor de nuestro conocimiento.

¿Prohibido dudar?

La duda es el motor del conocimiento. Así ha sido siempre, desde el principio de los tiempos hasta el día de hoy. Sin su impulso, la humanidad no habría avanzado, porque la duda promueve la revisión, la mejora y el avance. Dudar es pensar. Es, como dijo Aristóteles, el principio de la sabiduría. Hay quien opina que para que la vida valga la pena tiene que ser examinada de manera constante con objeto de ampliar sus horizontes un poco más allá, con más conciencia y rumbo. Sin embargo, este ejercicio, que debería ser tan cotidiano, se convierte en un acto casi imposible en estos tiempos de urgencia e inmediatez, en los que se exigen soluciones cerradas y cómodas, se esperan fórmulas incondicionales emitidas por personajes convertidos en gurús. Basta ver o escuchar cualquier tertulia política —o epidemiológica, ahora que nos hemos convertido en expertos en cualquier tema— para darnos cuenta de que sólo hay cabida para certezas categóricas y dogmas de fe.

Tendríamos que volver a «anteponer la duda a la reacción visceral», como dice la filósofa española Victoria Camps. Así lo explica también el escritor Manuel Vicent en El País: «En la opinión pública ahora mandan los fulanos que están siempre en lo cierto. El pensamiento dubitativo te lleva a emitir juicios llenos de matices, lo que te convierte en un ser moderado, equidistante y contradictorio, muy sospechoso». Cualquier juicio ponderado, agrega, «provocará insultos y desprecio como si fueras un débil mental o tonto de baba».

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Elogio de la duda, de Camps (Arpa).

Tampoco se trata de convertirnos en unos escépticos de cuidado, dudando de cada paso que damos o instalados en la inmovilidad o la ataraxia. ¿Tan difícil es encontrar la justa medianía? Hoy más que nunca, lo que necesitamos es contener la reacción a un estímulo en cualquiera de sus formas (comentarios, opiniones, noticias falsas y un largo etcétera) y juzgarlo con una actitud dubitativa, como dice Victoria Camps en su libro Elogio de la duda, «no como parálisis de la acción, que también puede llegar a serlo, sino como ejercicio de reflexión, de ponderar los pros y los contras cuando las vísceras están a flor de piel». Y agrega:

«Aprender a dudar implica distanciarse de lo dado y poner en cuestión los tópicos y prejuicios, cuestionarse lo que se ofrece como incuestionable. No para rechazarlo sin más, pues eso vuelve a ser confrontación. Sino para examinarlo, analizarlo, razonarlo y decidir qué hacer con ello».

Hasta los griegos de a pie lo decían en uno de sus tantos proverbios: «El que nada duda, nada sabe». Por algo, el escepticismo, como visión filosófica, nació entre ellos. Pero no bastaba con dudar sólo de las evidencias o de quien se creía poseedor de «la verdad absoluta». A los griegos les gustaba reflexionar y proponer diversas alternativas u opiniones, a desarrollar argumentos. El escepticismo nació dividido en dos: el académico y el pirrónico. Los primeros, provenientes de la Academia de Platón, creían que no era posible ningún conocimiento y que la mejor información que podíamos obtener sólo era probable y, por tanto, debería juzgarse de acuerdo con las probabilidades; los segundos trataban de no comprometerse en ninguna cuestión, ni siquiera con la validez de sus propios argumentos.

Como señala Richard H. Popkin, para ellos, el escepticismo era una capacidad o actitud mental de oponer la evidencia, en pro y en contra, acerca de toda cuestión sobre lo que no era evidente, de tal manera que se pudiese suspender el juicio sobre ella. Este estado mental conducía entonces al estado de ataraxia, quietud o imperturbabilidad, en que el escéptico ya no se preocupaba ni interesaba por lo que estuviese más allá de las apariencias.

En todo caso, el escepticismo, ya sea académico o pirrónico, lo que sí hizo fue desarrollar «argumentos para mostrar o sugerir que la evidencia, razones o pruebas empleadas como fundamentos de nuestras diversas creencias no eran enteramente satisfactorias», apunta el filósofo estadounidense. A partir de entonces, la influencia de aquella corriente filosófica en la historia de la humanidad ha desempeñado un papel fundamental, recuperándose y adaptándose a los problemas de cada época y ofreciendo argumentos e ideas propositivas para cuestionar la verdad que se erige en monumento, en monolito de piedra, en dogma.

«Aprender a dudar implica distanciarse de lo dado y poner en cuestión los tópicos y prejuicios, cuestionarse lo que se ofrece como incuestionable». Victoria Camps

La duda, fiel compañera de la humanidad

Sin embargo, el escepticismo no es estrictamente una idea europea, ni proviene sólo de Occidente. Así lo afirma Jennifer Michael Hecht, historiadora estadounidense, en su libro Doubt: A history (Una historia de la duda), publicado en 2003 por la editorial Harper Collins. En él, Hecht ofrece un compendio universal de hombres y mujeres que a lo largo de la historia han cuestionado las distintas religiones y negado la existencia de Dios, se han mostrado críticos con las creencias e ideologías de su época y, por ello, han sido silenciados por dogmatismos de toda índole, o bien, omitidos e ignorados en los libros de Historia. Al ser considerados críticos marginales por las instituciones, ningún estado o religión les ha dado crédito ni reconocimiento. Ejemplos sobran, dice Hecht, y señala el caso de numerosas comunidades judías que, en el año 200 a. C., reemplazaron sus tradiciones por costumbres de la cultura griega, incluido su idioma, prácticas comunitarias e incluso aspectos de la religión. Se convirtieron en una amenaza para algunas autoridades que decidieron destruirlas; ahora, apenas se los menciona en los textos oficiales del judaísmo.

La autora parte de los presocráticos y su explicación del universo y atraviesa el mundo griego señalando nombres como el de Protágoras, uno de los primeros mártires de la duda, para quien «ni la tradición, ni la experiencia, ni la contemplación, ni la razón podían ser prueba suficiente de la existencia de Dios». Vale recordar que Protágoras, el más grande sofista de su tiempo, fue el creador de otra frase memorable: «El hombre es la medida de todas las cosas», y que su incansable búsqueda de la verdad inspiró, muchos siglos después, a los filósofos ilustrados del siglo XVII.

A lo largo del libro, reseñado a partir de la versión en inglés por Bernat Castany Prado, filósofo y filólogo hispánico de la Universidad de Barcelona, Hecht señala que, aunque la duda siempre ha acompañado a la humanidad desde el principio de los tiempos, la primera señal inequívoca de duda radical se encuentra en el Carvaka, una doctrina surgida en la India en el siglo VII a. C., que cuestionaba severamente al hinduismo, una de las religiones más antiguas del planeta.

El Carvaka dudaba del karma, de los dioses, de cualquier idea de vida después de la muerte e incluso, se burlaba de la costumbre de incinerar los cadáveres para que llegasen más rápido al cielo, tradición que se mantiene en la India hasta hoy. Por desgracia, los textos originales de esta doctrina que proponía disfrutar de la vida en el presente desaparecieron, como ocurrió con la obra de muchos otros escépticos, agnósticos, ateos o librepensadores que se perdió o fue destruida a manos de los defensores del dogma. Lo que de estas ideas y textos se conoce y ha llegado a nuestros días ha sido, curiosamente, a través de sus propios detractores que elaboraron airados resúmenes para refutar aquel pensamiento crítico.

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6 respuestas a «F+ La duda, motor del conocimiento»

  1. Avatar de José Zárate Madrigal
    José Zárate Madrigal

    A mí me preocupan las generaciones jóvenes que estamos educando ¿Cómo inculcarles el pensamiento crítico, si todo lo que la sociedad les ofrece es «light» y de consumo rápido? Los especialistas en todo, como muchos políticos y seudoperiodistas, saben que son ignorantes; opinan tendenciosamente y con muy mala leche. Los jóvenes son el futuro y hay que «impermeabilizarlos» contra los opinólogos, lo falaz e lo irreflexivo. Las viejas maderas ya no agarran el barniz.

  2. Avatar de Francisco Luque Alba
    Francisco Luque Alba

    Si no dudamos siempre permanecemos en el mismo lugar; nos volvemos monótonos, aburridos y caminamos al hastío o al fanatismo. La duda nos mantiene vivos y dinámicos.

  3. Avatar de Rubén Ochoa atacho
    Rubén Ochoa atacho

    La duda es existencial y tambien dinámica. El existir de la duda esta ligada por su esencia y al tiempo y a la temporalidad. Solo la filosofía tiene un lugar preeminente. La duda esta para juntar al hombre no esta para aislarlo en su valor de callar.
    Que bueno que existan las dudas! felicidades,

  4. Avatar de thierry Precioso
    thierry Precioso

    De momento aconsejo El mal de Montano de Vila-Matas, en eso no dudo !

  5. Avatar de Stella Mennucci
    Stella Mennucci

    Cuando nos damos permiso para dudar, aparece el otro, que sin su existencia, nuestras vidas no cobrarían cuerpo y sentido.

  6. Avatar de Eduardo Fuentes U.
    Eduardo Fuentes U.

    Dudar es reflexionar, invitar al análisis desde otra perspectiva.
    Dudar es aceptar que no existe la verdad absoluta y diluir los dogmatismos.
    Es aceptar que cualquier óptica es parcial y subjetiva. Es incitar al juego.

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