¿Hablan de un mismo sentimiento o de sentimientos diversos? ¿De una virtud o de una fuente de sufrimiento? ¿Es un sentimiento universal? ¿Está más bien relacionado con la época? ¿Se puede aprender a amar? Si, como dijo el escritor francés Stendhal, «el amor es una flor que crece junto al abismo», intuimos que hablar de él no va a ser una tarea sencilla, a pesar de ser algo tan cotidiano, tan humano, que afecta de lleno a todos, independientemente de la ideología, el sexo, el lugar de origen, las creencias, el nivel económico y cultural… El amor se convierte en pregunta más que en respuestas a cada paso que damos indagando en lo que los filósofos han dicho y escrito sobre él a lo largo de la historia.
«¿Alguien sabe de verdad lo que es el amor? ¿Una descarga química, una tormenta hormonal que nos obliga a tendernos hacia el otro/la otra con el cuerpo anhelante y la mente al borde del abismo? ¿El encuentro de dos almas predestinadas? ¿Es el amor un sentimiento universal? Un indígena shuar —nuestros antepasados lo llamarían ‘jíbaro’— me dijo una vez que en su lengua no existe la palabra ‘amor’; si los shuar no conocen la palabra ‘amor’, ¿quiere eso decir que no aman? ¿Quiere decir tal vez que en la condición humana más cercana a la naturaleza el amor no existe? ¿O quiere decir que existe, pero no saben nombrarlo? Pero ¿existe lo que no se nombra?».
Todas estas dudas y muchas más las plantea la escritora española Ángeles Caso en la introducción de su último libro, Quiero escribirte esta noche una carta de amor, publicado por Lumen, que recoge la correspondencia amorosa y pasional de quince escritoras de la historia.
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