Parece que conocemos bien a Simone de Beauvoir, pero… ¿realmente es así? Hemos escuchado montones de historias sobre su relación con Sartre, sobre Zaza (su amiga-amor infantil) y sobre las estudiantes que se convertían en sus amantes. Por supuesto, tenemos presente la famosa cita «no se nace mujer, se llega a serlo».
Con todo, más allá de mitos y leyendas, más allá del personaje, Beauvoir continúa cayendo fuera del canon académico. Bien es cierto que ocupa un lugar preferente en las aulas de Filosofía frente a otras muchas pensadoras que ni tan siquiera parecen haber existido. A Beauvoir se la menciona, es el nombre que aparece y cubre el cupo, pero me atrevería a decir que quienes la hemos leído lo hemos hecho por voluntad propia.
La mayoría, además, la hemos leído desde la conciencia feminista, no buscando en ella a la filósofa existencialista que, en efecto, fue. Beauvoir es una suerte de madre para las feministas; incluso si hemos hecho por desmontarla, no podemos obviar su lugar en la genealogía (occidental, por supuesto).
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