Quizá el «egoísmo moral» se pueda explicar de una forma más «científica» que nos haga comprender por qué generalmente el individuo opta por elecciones que favorecen su bienestar personal antes que el comunitario, o por qué muchas de esas elecciones y juicios morales no parecen ser lo más racional. Esto es, por qué somos egoístas.
A inicios de este milenio se consolidó la neuroética de una forma distinta a como se entendía en el pasado: no como ética o bioética de los avances científicos de la neurociencia, sino como una neurociencia de la conducta humana, o una neurociencia de la ética. Esto es, pensando si es posible que en el cerebro se encuentre el origen de toda conducta humana individual y comunitaria. La neuroética, desde su veta filosófica contemporánea, es la reflexión sobre si lo moral e inmoral puede explicarse a partir de bases neurobiológicas, y si lo que motiva el comportamiento humano se puede comprender desde una o varias funciones cerebrales.
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