Fundado por Sigmund Freud (1856-1939), el psicoanálisis ha estado desde su nacimiento en el centro de los debates sobre la mente. Ha influido en las principales filosofías del siglo XX, pero también ha sido profundamente rechazado por corrientes «cientifistas» dentro de la psicología (como el conductismo). En los últimos años, vive una particular resurrección con la aparición de la llamada izquierda lacaniana, en la que se inscriben filósofos de renombre como Ernesto Laclau o Slavoj Žižek.
Gran parte del éxito del psicoanálisis consiste en haber creado un conjunto diverso y útil de conceptos que nos permiten entender el comportamiento de la mente humana. Aunque la teoría en su núcleo puede parecer compleja a primera vista, su concreción en términos específicos es muy útil para diseccionar nuestros comportamientos y comprender nuestras raíces (inconscientes).
Con el objetivo de dar a conocer esta plétora de conceptos y de sistematizar toda la aportación intelectual de Freud a lo largo de su vida, los autores franceses Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis crearon un Diccionario de psicoanálisis, en el que se basa este artículo.
En uno de sus discursos contó David Foster Wallace la ya célebre anécdota sobre dos pececitos jóvenes que iban nadando por el mar. Según la historia, los pececitos se encontraron con otro pez mayor, que les preguntó qué tal estaba el agua. Los peces jóvenes, confusos, respondieron con evasivas y le trataron por loco, pensaron que sufría de un brote senil. En cuanto se alejaron, uno le dijo al otro: «Pero, oye, a todo esto, ¿qué es el agua?».
Y es que sin palabras que nombren la realidad, esta se vuelve invisible. Sirva este diccionario para poder nombrar aquello en lo que estamos inmersos y de lo que no podemos escapar: el agua de nuestro inconsciente.
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