Gabriel García Márquez tardó dieciocho meses en escribir su novela más importante, Cien años de soledad, en la que relata una centuria de hechos y cotidianidades de una familia, los Buendía. Inscrita en la corriente del realismo mágico, la novela de García Márquez tiene un actor fundamental, una sombra que la recorre de principio a fin: el tiempo.
Por Javier Correa Román
La concepción clásica del tiempo
El tiempo, el gran problema de la filosofía. Si no me preguntas qué es el tiempo, decía San Agustín, sé lo que es, pero si me lo preguntas, no sé qué decirte. Es difícil pensar el tiempo. Sobre todo, porque parece que el tiempo todo lo impregna, todo lo arrolla, todo lo colorea. Sin embargo, y a pesar de esta ubicuidad, da la sensación de que el lenguaje es incapaz de atraparlo. ¡Si incluso las palabras son en el tiempo, se dicen en un momento concreto! Todos somos en el tiempo y no hay un afuera del mismo que nos permita verlo con perspectiva. De hecho, el tiempo nos recorre de una forma tan profunda que cuesta discernir si es el tiempo el que nos pasa o somos nosotros los que pasamos por él.
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