¿Qué propone la teoría de la Era Axial? Si pensamos en el concepto desencantamiento del mundo, lo más probable es que pensemos en su creador, Max Weber. Este estableció que la racionalización generada por el progreso de la ciencia, las dinámicas capitalistas y las éticas protestantes hacían que la sociedad dejara de creer en poderes ocultos y pasara a pensar que todo puede ser dominado mediante el cálculo, es decir, se expulsaban los factores mágicos de la vida cotidiana.
Este proceso, el de desencantamiento, puede parecer entonces un fenómeno moderno o contemporáneo, propio de una línea temporal que comienza con la reforma protestante y culmina con la industrialización. Sin embargo, para Jaspers y muchos otros, el pistoletazo de salida para el proceso de desencantamiento se puede encontrar realmente en ese tiempo al que denominamos Era Axial.
En Origen y meta de la historia encontramos que esta era abarca los años comprendidos entre los años 800 y 200 a. C. Estos cinco siglos suponen para Karl Jaspers la fuerza más potente de transformación y configuración del ser humano, el establecimiento de los conceptos y las formas de pensamiento que seguimos manteniendo a día de hoy.
Así, nos dice, la Era Axial se caracteriza por un movimiento espiritual simultáneo pero inconexo desde Europa hasta Asia que da lugar al hombre tal y como lo conocemos, cuyo hilo conductor es el surgimiento paulatino de nuevas formas de pensamiento en todo ese cordón intercontinental.
La Era Axial como florecimiento cultural
Podemos observar que es en este abanico de tiempo cuando surgen en China el taoísmo, el confucianismo y el moísmo; en la India comienzan a florecer los Upanishads, vive Buda y se desarrollan todas las posibles tendencias filosóficas; en Persia surge el zoroastrismo; en Palestina aparecen los profetas como Elías, Isaías, Jeremías y, por último, en Grecia encontramos a los filósofos clásicos desde Parménides hasta Aristóteles, pasando por Sócrates y Platón.
Pese a que estos fenómenos son inconexos y entre algunos hay varios siglos de diferencia, Jaspers los engloba bajo una misma era, la Era Axial, pues encuentra entre todos ellos varios factores comunes. En primer lugar, el filósofo alemán establece que esta es una época en la que los mitos son paulatinamente transformados; no es que se erradiquen, pero sí son entendidos desde una nueva profundidad, una que va minando o cuestionando el mito general fundacional milenario.
En este contexto surgen por primera vez los filósofos, que elevan el pensamiento especulativo del hombre al ser mismo, formulan preguntas radicales y aspiran a la liberación y la salvación mientras toman conciencia de sus límites. Para Jaspers esta forma de pensamiento crea las categorías fundamentes con las cuales todavía pensamos, y estas se reproducen bien a través de corrientes filosóficas o de religiones. Así, la Era Axial supone la construcción del sujeto fuera de la comunidad y la puesta en duda de los principios trascendentales que ordenaba esta.
Para el filósofo canadiense Charles Taylor, las sociedades primitivas anteriores a la Era Axial estaban constituidas de tal forma que los individuos no se podían concebir a sí mismos desconectados de la matriz social, cosmológica o moral, cada persona era una con el todo del cual formaba parte. Estas sociedades primitivas estaban además constituida por acciones y rituales colectivos que establecían un orden social sacrosanto.
Para Taylor, estas civilizaciones anteriores a la Era Axial suponen entonces lo que en nuestro contexto llamaríamos un mundo encantado, es decir, un orden social previo al proceso de desencantamiento. Cierto es que, de igual manera que estos cinco siglos suponen el surgimiento de grandes escuelas filosóficas y religiosas que ponen el centro en el sujeto, también en este tiempo encontramos la caída de los imperios milenarios y las culturas más antiguas tales como las civilizaciones babilónicas, egipcias, indias o la China primitiva.
El proceso de desencantamiento del mundo puede parecer contemporáneo, pero para Jaspers su pistoletazo de salida fue en el tiempo que denominamos como Era Axial, entre el 800 y el 200 a. C.
El mito en la Era Axial
Pero ¿es la Era Axial realmente el comienzo de un proceso de desencantamiento? En China, el taoísmo surge como una filosofía cuya doctrina es profundamente individualista, desmitifica la realidad y se centra en el comportamiento que cada individuo debe o puede llevar al margen de la sociedad de la que forma parte.
En este mismo contexto, surgen el confucianismo y el moísmo, que sin renunciar a la comunidad ni centrarse únicamente en elaborar una doctrina individual, sí que presentan una nueva teoría alejada de fundamentos míticos y argumentada a través de una lógica mundana.
En la India, los Upanishads, textos sagrados hinduistas, presentan una suma de filosofías y creencias que establecen la idea de deberes morales individuales y doctrinas que cada persona debe seguir de forma subjetiva en lo relacionado con el amor, las riquezas materiales y el ciclo de reencarnaciones. Por otra parte, el budismo surge en este aspecto como una doctrina filosófica más individualista centrada en la superación del sufrimiento y el ciclo de la muerte.
En Persia, el zoroastrismo se eleva como religión paradigmática, fundamentándose la igualdad de todos los seres humanos y el respeto a las formas vivientes con las que comparten el mundo, instaurando valores relacionados con el trabajo, la caridad, la lealtad y la comunidad. Pese a que se fundamenta en una mitología basada en deidades, el zoroastrismo es una filosofía de la elección moral individual y la vida como encrucijada y camino hacia el bien.
Jaspers establece que en la Era Axial los mitos son paulatinamente transformados; no es que se erradiquen, pero sí son entendidos desde una nueva profundidad, una que va minando o cuestionando el mito general fundacional milenario
En Palestina, los llamados profetas mayores plantean la lucha por la fidelidad a Dios por parte del pueblo, advirtiendo del pecado y promulgando la esperanza. Así, algunos de ellos se convirtieron en grandes agitadores o líderes de su pueblo en el exilio o bajo la dominación extranjera, señalando las conductas incorrectas de los poderosos y cuestionando la comunidad y la tradición, fomentando entonces la moralidad individual.
Por último, en la Grecia clásica encontramos cómo desde los filósofos presocráticos hasta las escuelas helenísticas se desarrolla toda una tradición filosófica rica en todas sus vertientes y corrientes. Pese a la diversidad de escuelas y periodos, la filosofía griega en general propone una nueva forma, en principio a-mítica, de entender el mundo y el lugar del hombre en él, centrada en la naturaleza, la búsqueda de la verdad y el desarrollo del pensamiento ético, moral, lógico y político.
Como vemos, las corrientes que surgen a lo largo de estos cinco siglos no son necesariamente extrañas a la fundamentación de un orden material en base a relatos míticos. De igual manera, podemos encontrar en ellas rituales que aspiran a instaurar una jerarquización y un orden social
¿Suponen entonces un cambio tan radical con respecto a las sociedades previas a la Era Axial? Para Jaspers sí, sin duda el surgimiento de todas estas corrientes incide en el individuo y su capacidad de deliberación moral subjetiva y ajena a la comunidad, fenómeno que quizá, en esas sociedades primitivas, no estaba enteramente desarrollado o promulgado. El hecho de que haya un cambio radical no significa que sea un cambio rápido ni instantáneo; estamos hablando de cinco siglos en los cuales las sociedades europeas y asiáticas establecieron los cimientos de la epistemología que constituiría los siguientes milenios. De ahí su importancia.
Podemos ver entonces en la Era Axial el comienzo de un lento pero largo proceso de desencantamiento. Esto no es una locura, pues son muchos los filósofos occidentales que, a lo largo del siglo XX, han buscado justificar situaciones contemporáneas en base a las consecuencias que supuso el surgimiento de la filosofía griega en Europa. Por tanto, fundamentar que este fenómeno es común a escala global o, al menos, a escala euroasiática, es ambicioso, pero reconoce la importancia que tuvieron dichos cinco siglos en el establecimiento, coetáneo pero inconexo, de las doctrinas que han condicionado la historia hasta nuestros días.
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