La escritura de Gloria Anzaldúa (1942-2004) es acorde con ella: una escritura mestiza y fronteriza. Ante el horizonte patriarcal y racista que todavía se nos abre, su filosofía es una caja de herramientas para poder pensar otros mundos.
«En 1521 nació una nueva raza, el mestizo, el mexicano». Y de 1521 hasta nuestros días, su herencia mestiza sigue presente. Una de esas herederas fue Gloria Anzaldúa (1942-2004), una de las filósofas más importantes de los estudios poscoloniales y de la filosofía política del último siglo. Junto a Cherie Moraga y Chela Sandoval, es una de las grandes figuras chicanas en el panorama filosófico estadounidense del siglo pasado.
Gloria Anzaldúa nació en Texas en 1942, en una familia de agricultores humildes. Su biografía estuvo marcada por la pobreza y por la miseria. De hecho, a los catorce años murió su padre. A pesar de unas condiciones de partida tan difíciles, Anzaldúa se graduó en la Universidad de Texas-Panamericana y después en la Universidad de Texas, en Austin. Tras graduarse, y a raíz de sus escritos, trabajó en la Universidad Estatal de San Francisco, en la Universidad de California y en la Atlántica de Florida. Después de toda una vida dedicada al pensamiento político, Gloria Anzaldúa murió en 2004 a causa de una complicación diabética.
Sus textos son híbridos: en ellos se mezclan los géneros, las lenguas, las ideas, las creencias y dejan al descubierto las diferentes costuras que componen la identidad de uno. Una forma mestiza de escribir que es la propia del cuerpo mestizo que vive y que dicta la palabra. Una palabra que intenta dibujar una grieta en el silencio de los subalternos. Para romper un poco más ese silencio, te damos diez claves para comenzar a abordar su pensamiento.
1 Ser chicana
«The U.S-Mexican border es una herida abierta where the Third World grates against the first and bleeds».
[«La frontera entre Estados Unidos y México es una herida abierta donde el tercer mundo choca con el primero y se desangra».]
Un elemento fundamental en el pensamiento de Gloria Anzaldúa tiene que ver con su propia condición biográfica de chicana. Las personas chicanas son los estadounidenses descendientes de mexicanos. El término ha sido utilizado de muchas maneras a lo largo del siglo XX: se ha usado para referirse únicamente a descendientes mexicanos, pero también para designar a cualquier persona latina que hubiera nacido en Estados Unidos.
La identidad chicana se caracteriza por ser una identidad —como dicen ellos— «ni de aquí ni de allá». Una identidad de ningún lugar, una identidad sin esencia, híbrida. Ejemplo de esta hibridez es el spanglish (la mezcla indistinta, y su combinación particular, de castellano e inglés) a la hora de hablar. Gloria Anzaldúa era chicana, descendiente de mexicanos, y esta identidad ni-de-un-lado-ni-de-otro configuró su cuerpo, su escritura y su propia visión del mundo.
Los textos de Gloria Anzaldúa son textos híbridos, donde se mezclan los géneros, las lenguas, las ideas, las creencias y quedan al descubierto las diferentes costuras que componen la identidad de uno
2 La frontera
Borderlands/La frontera. La nueva mestiza es su obra más importante, la que le valió el reconocimiento. Salió publicada en 1987 y es un libro difícil de catalogar: no es estrictamente un poemario, tampoco es únicamente un ensayo y, aunque tiene mucha biografía, no es una autobiografía. Y no es porque el libro sea un género diferente a todos los anteriores, no, sino porque es un poco todos a la vez.
El propio libro es un libro mestizo, conformado por lo heterógeneo de los géneros literarios, por las diferentes lenguas que atraviesan el cuerpo de la autora (inglés, español, spanglish, frases en náhuatl) y por la diferente procedencia de los conceptos (occidentales y nativos) que se usan.
Cuando salió en 1987 supuso todo un acontecimiento, tanto en los estudios poscoloniales como en la literatura o en el feminismo. El libro de Gloria Anzaldúa explora la intersección entre el género, la raza y el cuerpo y su imbricación con la geografía fronteriza. Como el propio título adelanta, la categoría de frontera es una categoría clave para el estudio de Anzaldúa de esta interrelación.
El libro es un análisis de las fronteras en su sentido más amplio (fronteras no solo geográficas, sino también lingüísticas, por ejemplo) y el estudio de las identidades fronterizas, cuestionando la rigidez de las identidades sexuales y nacionales y asumiendo la condición de constante precariedad que nos impone vivir (geográficamente e identitariamente) en la frontera.
3 Los no-lugares
«But the skin of the earth is seamless. The sea cannot be fenced. El mar does not stop at borders».
[«Pero la piel de la tierra no tiene costuras. El mar no se puede cercar, el mar no se detiene en las fronteras».]
La frontera es una categoría fundamental en el pensamiento de Anzaldúa. Para comprender bien el alcance del término en su filosofía, es importante no reducirlo únicamente al uso espacial-geográfico al que estamos acostumbrados, sino ampliarlo a otros espacios como la lengua, la identidad o la cultura. Como señala la filóloga Cristina Arufe en el número 1 de la revista FILOSOFÍA&CO, «el concepto de frontera no se limita al plano físico, sino que, en un sentido metafórico, es un territorio en constante estado de transición que hace referencia a los problemas de identidad y lugar en el mundo».
Lo que caracteriza a todo espacio fronterizo es la falta de identidad, su definición como «entre», su carácter ni-uno-ni-otro. Habitar la frontera es, pues, y por su propia condición, una situación de marginación, opresión y absoluta precariedad. Lo interesante del pensamiento de Gloria Anzaldúa es que ella fue capaz de encontrar en la frontera, en los espacios fronterizos, una propuesta política para la transformación social.
Y es que todos los «adentros» de la metáfora se construyen como espacios idénticos en sí mismo y se definen siempre frente al otro, al que destierran a la frontera: el otro como bárbaro, como incivilizado, habitante de la periferia, heredero de lo indio, totalmente alejado del progreso. La frontera aparece, así, como una zona de contaminación (y contaminada) frente a la pureza de la identidad y del centro. Como un no-lugar.
Pero es precisamente ese no-lugar el sitio desde el que poder impugnar la totalidad, son precisamente esas identidades otras (que ni siquiera son identidades, sino mestizajes, pastiches, cruce contaminado de herencias) —y que Anzaldúa llama border identities (identidades fronterizas)— las que pueden abrir nuevos caminos. Son las únicas que pueden abrir un nuevo camino ante el delirio del sujeto puro o de la pureza cultural; porque, dice Anzaldúa, habitar la frontera supone vivir sin fronteras. Como dice la filósofa Carolina Meloni, « [la teoría de Gloria Anzaldúa] supone asumir que somos siempre un verdadero cruce de caminos».
Borderlands/La frontera es su libro más importante. Es un análisis de las fronteras en su sentido más amplio (fronteras no solo geográficas, sino también lingüísticas, por ejemplo) y el estudio de las identidades fronterizas, cuestionando la rigidez de las identidades sexuales y nacionales
4 Hija del mestizaje
«[Soy] una lesbiana feminista tercermundista inclinada al marxismo y al misticismo. Me fragmentarán y a cada pedazo le pondrán una etiqueta».
Las personas que habitan la frontera son personas mestizas, en una constante condición de extranjería para las identidades o espacios que les expulsan. Ser mestiza implica no ser ni de aquí ni de allá, ser siempre menos, no ser nunca del lugar en que se vive, no ser nunca puro, ser siempre el otro.
Gloria Anzaldúa se definía a sí misma como una mestiza en muchas dimensiones de su vida, como un cruce de caminos: era chicana en Estados Unidos, lesbiana en una sociedad heteronormativa, mujer en el patriarcado… Era «mitad y mitad», la unión de lo diferente en un mismo cuerpo. Ser mestiza implica, por tanto, estar de alguna forma siempre deslocalizada, estar en un sitio y en otros muchos, estar atravesada por multitud de espacios. Y, sobre todo, encarnar el cuerpo que no se ajusta a la pureza que las identidades esencialistas reclaman para sí.
La propuesta mestiza de Anzaldúa pretende socavar las relaciones de poder actuales y mostrar las grietas de un paradigma identitario que aspira a la pureza, a la no contaminación, a la definición esencialista (el ser-hombre, el ser-blanco) y que construye al otro siempre como su contrario (lo-que-no-es-hombre, lo-que-no-es-blanco). En palabras de la filósofa Carolina Meloni:
«Anzaldúa va a situarse en la diferencia, en la diáspora, incluso, en la traición como herramienta crítica: ni leal a su raza, a su cultura, traidora a su género femenino, usurpadora de la lengua […]. No es casual que Anzaldúa se autodefina como la bestia o el monstruo cuya rebeldía hace tambalear los cimientos de un imaginario colonial poblado de metáforas extraídas de la zoología para justificar las violencias más infames. Encontramos en Anzaldúa una reapropiación política de estas bestias, de esos ‘bichos o aliens‘, como ella define a esos sujetos desposeídos de la propia subjetividad, marcados por el color de su piel, por su deseo sexual y sus modos de vida. Gloria, la hocicona y deslenguada; el torbellino y la puente, que transforma sus magulladuras en armas para la resistencia».
Lo que caracteriza a todo espacio fronterizo es la falta de identidad, su definición como «entre», su carácter ni-uno-ni-otro. Habitar la frontera es, pues, y por su propia condición, una situación de marginación, opresión y absoluta precariedad
5 Feminismo chicano
En 1972, Gloria Anzaldúa se gradúa y empieza a involucrarse en asociaciones políticas y feministas. En ellas, Anzaldúa se da cuenta de que la realidad concreta de la mujer chicana (muy diferente a la realidad de las mujeres blancas) no se tiene en cuenta. Los discursos que se enuncian desde esos círculos feministas están situados en una realidad completamente ajena a la suya.
Y no era una cuestión únicamente identitaria, sino también de clase y de orientación sexual. La mujer que se dibujaba en esos entornos feministas era una mujer de clase media y heterosexual, olvidando otras opresiones particularidades que sufrían otras mujeres negras, chicanas, lesbianas o trans, por ejemplo. Como señala Cristina Arufe, «Anzaldúa comprende entonces que el feminismo debe transformarse, remar hacia una mayor inclusividad y, por tanto, abrir su abanico a las realidades de muchas otras mujeres».
Con esta desviación de la norma (blanca) feminista, Gloria Anzaldúa se sitúa, junto a nombres como Angela Davis o Audre Lorde, en el grupo de mujeres feministas radicalizadas y lesbianas que durante la década de los 80 del siglo pasado cuestionaron las inercias de clase y raciales del feminismo. Algunas de estas autoras fueron recopiladas en 1981 en el ensayo Esta puente, mi espalda. Voces de mujeres tercermundistas en los Estados Unidos, que fue un hito en este sentido.
Con sus discursos rompedores con el feminismo blanco, estas autoras señalaron el eurocentrismo que predominaba en las prácticas feministas y en cómo esas prácticas no solo no atendían a la realidad de todas las mujeres, sino que en algunas ocasiones podían incluso perpetuar otras opresiones (opresiones raciales y de clase) al elevar la realidad de la mujer blanca y de clase a media a experiencia universal.
El feminismo chicano o el feminismo negro, que se alzan contra esta falsa homogeneidad, apuestan por la pluralidad de voces que conforman el ser-mujer y evitan constantemente reducir la diversidad de las experiencias a un único sujeto mujer (como habían hecho las feministas blancas). En este sentido, se habla, por ejemplo, de «geometrías de la diferencia y de la contradicción». En palabras de Arufe:
«[Estas autoras] consiguen visibilizar las diversas realidades de las mujeres, condicionadas por clase social, raza, orientación sexual, asentando las bases del feminismo interseccional, un feminismo heterogéneo en el que caben múltiples realidades, no centradas exclusivamente en el género».
La propuesta mestiza de Gloria Anzaldúa pretende socavar las relaciones de poder actuales y mostrar las grietas de un paradigma identitario que aspira a la pureza, a la no contaminación, a la definición esencialista (el ser-hombre, el ser-blanco) y que construye al otro siempre como su contrario (lo-que-no-es-hombre, lo-que-no-es-blanco)
6 La nueva mestiza
«As a mestiza I have no country, my homeland cast me out; yet all countries are mine because I am very woman’s sister or potential lover».
[«Como mestiza no tengo país, mi patria me echó; sin embargo, todos los países son míos porque soy hermana o amante potencial de cualquier mujer».]
Es en el hilo de todos estos pensamientos que surge el concepto de la nueva mestiza, la prieta o la «new mestiza». Es una nueva categoría política que excede lo simplemente cultural, es decir, la nueva mestiza no trata únicamente de pertenecer o tener la identidad de tal o cual grupo. Además de esto, la categoría de la nueva mestiza incluye componentes de género y de clase. La nueva mestiza está ahogada también por el patriarcado y por el capitalismo.
Es un concepto, como vemos, que tiene en su propia composición la interseccionalidad que componen la experiencia de los cuerpos subalternos y que han obviado los feminismos blancos o los discursos de los hombres obreros. La mestiza, pues, es una categoría que aspira a remover el silencio de todos los cuerpos que no han encontrado discursos que les enuncien, palabras que les hablen. Dice Carolina Meloni: «Testimoniar ese silencio, politizar esa zona de indiferencia, hacer habitable lo inhabitable, es decir, los espacios intermedios y periféricos, es ya el síntoma de una praxis política diferente».
La nueva mestiza es una persona que pluraliza constantemente las identidades fijas, que encuentra lo que de plural hay en, por ejemplo, las «latinas». Es una categoría que desafía la noción misma de sujeto porque muestra no solo que los sujetos son lábiles y que las etiquetas con las que se definen tienen fracturas hechas por la diferencia, sino porque también muestra que un cuerpo es siempre más que una etiqueta.
7 La lengua como resistencia
Para Gloria Anzaldúa, como para muchos otros escritores, la escritura es un acto político. Entender la escritura como acto político significa comprender que la escritura no es una mera re-producción del mundo, sino que actúa en nuestra realidad produciéndola, dialogando con ella, interfiriendo en sus engranajes. Supone entender la escritura y los libros como un artefacto o explosivo más que como un espejo. Más como un mapa que dibuja nuevos caminos en terrenos asalvajados que como un calco realista de un terreno supuestamente objetivo.
De ahí que la pregunta sobre la forma sea igual de importante que la pregunta por el contenido. Por eso, la escritura de Anzaldúa es una escritura mestiza, a medio camino entre todo (un cruce de caminos). Escribe en inglés, en español y en spanglish; pero también es un híbrido entre la poesía, el ensayo y la autobiografía. Habitar la diferencia que encarna la nueva mestiza supone también escribir desde esta diferencia, desde el propio mestizaje.
La «nueva mestiza» es una categoría que desafía la noción misma de sujeto porque muestra no solo que los sujetos son lábiles y que las etiquetas con las que se definen tienen fracturas hechas por la diferencia, sino porque también muestra que un cuerpo es siempre más que una etiqueta
8 El cuerpo como frontera
«Se afirma que la naturaleza humana es limitada y que no puede evolucionar hacia algo mejor. Pero yo como otras personas queer, soy dos en un único cuerpo, tanto hombre como mujer».
Muy relacionado con la escritura está el tema del cuerpo, porque en Gloria Anzaldúa el cuerpo se hace texto: se escribe desde una herida, la herida de la mestiza, y se escribe para dar cabida a lo que sucede en el cuerpo. Como dice la filósofa Liliana Vargas-Monroy, «el lugar del cuerpo y de su experiencia racializada como base para el desarrollo de conceptos como el de mestizaje y frontera dentro de su trabajo».
Si una habita diferentes identidades (e identidades de las diferencias), entonces el cuerpo solo puede entenderse como un lugar fronterizo entre todas esas identidades. Frente a la norma heteropatriarcal que impone una identidad férrea y disciplinada a un cuerpo pulcro (para que en él no habite otra cosa que la norma), el cuerpo mestizo es un eterno cruce. Por eso mismo, habitar hoy la frontera, bajo el régimen de normalidad que impera, es también sufrir violencia corporal y habitar un cuerpo partido.
En numerosos escritos habla Gloria Anzaldúa de un «cuerpo mutilado», que es la experiencia corporal de las mestizas en el sistema actual. Un sistema que disciplina a los cuerpos con violencia y que los arroja a los márgenes y al abismo.
9 El mundo zurdo
La alternativa de Gloria Anzaldúa es el mundo zurdo. Una alternativa a nuestro sistema político y nuestras formas de conocimiento. El mundo zurdo es un desafío a nuestro sistema filosófico tradicional, cimentado en el binarismo y las oposiciones binarias. María Lugones, en un ensayo interpretativo sobre Borderland, dijo que la propuesta de Anzaldúa era una propuesta colectiva para articular la diferencia.
El mundo zurdo es un mundo hecho por los subalternos, por todos aquellos excluidos, por todos los que mendigan a la vida un poco de oxígeno para poder sobrevivir en las fronteras de este sistema violento. En Esta puente, mi espalda dice Anzaldúa:
«Somos los grupos raros, la gente que no pertenece a ningún sitio, ni al mundo dominante, ni completamente a nuestra propia cultura. Todos juntos abarcamos tantas opresiones. Pero la opresión abrumadora es el hecho colectivo de que no cuadramos y porque no cuadramos somos una amenaza».
En el mundo zurdo, como dice Liliana Vargas-Monroy, la gente de distintas trayectorias se junta para lograr un cambio revolucionario. Juntarse, pero sin apagar la diferencia: en el mundo zurdo las comunidades se basan en cosas comunes, no en la igualdad (y su rodillo homogeneizador).
En numerosos escritos habla Anzaldúa de un «cuerpo mutilado», que es la experiencia corporal de las mestizas en el sistema actual. Un sistema que disciplina a los cuerpos con violencia y que los arroja a los márgenes y al abismo
10 «Sabía que era un alien». Lo queer y Gloria Anzaldúa
Lo queer, entendido como la ruptura con la norma heteropatriarcal, atraviesa toda la obra de Gloria Anzaldúa y está en perfecta consonancia con lo dicho hasta aquí: el cuerpo como elemento central, la vida mestiza, la frontera como lugar desde el que hablar y que habitar… Sobre el tema, quizá el ensayo más importante sea To(o) Queer the Writer—Loca, escritora y chicana, donde Gloria Anzaldúa discute específicamente el término queer.
La lucha contra el sistema occidental (y su apuesta por un sujeto fuerte y su expulsión de la alteridad) es también una lucha contra su lógica binaria, que tiene una aplicación sin parangón en el sistema de género occidental (hombre-mujer, heterosexual-homosexual). El Otro, o la alteridad, no se entiende ya únicamente como lo inferior de cada polo (la mujer, el homosexual), sino como todo lo marginalizado por ese binomio, todo lo invisibilizado por esa dupla.
Lo queer siempre es mestizo y habitar lo queer supone habitar la frontera. Son los cuerpos de las personas queer los que sufren más disciplinamiento social, por ser un cuestionamiento específico a la norma del binarismo occidental. Para Anzaldúa, la figura hermafrodita, presente simbólicamente en la diosa azteca Coatlicue, «se vincula con los sujetos dotados de una sexualidad queer, o, en términos indígenas, ‘patlache’», como señala la filósofa Zoë Magniette.
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