¿Qué significaría para la historia de la filosofía comenzar realmente a escuchar aquellas voces por tanto tiempo silenciadas y excluidas? Así se interrogaba recientemente la filósofa colombiana María del Rosario Acosta en un artículo publicado en la revista Ideas y valores. Se trata de un tema —el de la injusticia epistémica en filosofía— que ha tratado en numerosas investigaciones y publicaciones conjuntas.
Por Damián Pachón Soto
Una herida psíquica
El filósofo francés Emil Cioran, quien tuvo una relación ambigua y compleja con la filosofía, escribió: «En cuanto las mujeres se consagran a la filosofía, se vuelven presuntuosas y agresivas y reaccionan como advenedizas. Arrogantes y, sin embargo, inseguras, visiblemente extrañadas, no se encuentran, a todas luces, en su elemento».
Lo que no explicitaba Cioran en su texto es la herida psíquica que ha producido siglos de exclusión de la mujer de la educación y de la falta de oportunidades para el ingreso a la universidad, y para ejercer efectivamente la filosofía en el espacio social, oportunidades que solo conquistaron de manera un poco más amplia en el siglo XX.
Desde luego, esa marginación, que constituye una forma de violencia producida por estructuras patriarcales anquilosadas, tal vez explique esa inseguridad, esa extrañeza, esa sensación de ser recién llegadas en un medio que las ha excluido e invisibilizado sistemáticamente, condicionantes que han tenido que superar con gran tenacidad.
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