Mandela nació un 18 de julio de hace hoy cien años. Comenzaba ese día una larga vida llena de pensamiento, convicción y lucha para poner a toda una raza en el lugar que merecía: exactamente el mismo que el de los blancos. “La libertad nunca se puede dar por sentada. Cada generación debe salvaguardarla y extenderla. Tus padres y abuelos sacrificaron mucho para que tuvieras libertad sin sufrir lo que ellos sufrieron. Utiliza este precioso derecho para asegurarte de que la oscuridad del pasado nunca vuelve (…). Que reine la libertad. El sol nunca se puso en tan glorioso logro humano”, dijo el hombre que nunca respondió al racismo con racismo.
Por Amalia Mosquera
El 13 de agosto de 2017 el expresidente de Estados Unidos Barack Obama recordaba estas palabras de Nelson Mandela a través de su cuenta de Twitter: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”. Obama, el primer presidente afroamericano de Estados Unidos, el hombre que tanto había aprendido de Mandela (“Él nos mostró el poder de la acción; de asumir riesgos en nombre de nuestros ideales”), tuiteaba ese pensamiento el día que un grupo racista de supremacistas blancos se manifestaba en Charlottesville, Virginia (Estados Unidos). Uno de los manifestantes arrolló con su coche a varias personas y mató a una mujer. Si Mandela hubiera vivido habría recordado, seguro, él mismo esas palabras, que recogió en su biografía El largo camino hacia la libertad, que escribió en la cárcel. Tuvo tiempo, mucho tiempo, para hacerlo. Veintisiete años.
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