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La filosofía que nos dejó «El capital»

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Imagen creada a partir de foto de Karl Marx de Сара Дамњановић distribuida por Wikimedia Commons bajo licencia CC BY-SA 4.0 e imagen de "El capital" de 1867 de dominio público de la Zentralbibliothek de Zúrich.

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Coincidiendo con la celebración del 200 aniversario del nacimiento de Karl Marx, Abada Editores rescata para los lectores La filosofía de «El capital», de Felipe Martínez Marzoa, una de las obras fundamentales para comprender la recepción filosófica de la obra de Marx en España.

Por Jaime Rodríguez Uriarte

Publicada por primera –y única– vez en 1983, se reedita ahora tal y como apareció en su momento con el objeto de servir al tiempo para «destacar su papel en la constitución de los puntos de vista que el autor viene sosteniendo hasta hoy mismo», como el propio Martínez Marzoa nos dice en una breve nota inicial que supone el único añadido al texto original, y contribuir a la difusión del valioso análisis filosófico que contiene, aún hoy de un interés teórico y crítico fundamental. Pues La filosofía de «El capital» es, al mismo tiempo que un hito en desarrollo del pensamiento de su autor y una fuente de inmenso valor para comprender las disputas y debates en los que el marxismo llegaba inmerso a la década de los 80 del siglo pasado, una de las piedras fundacionales para comprender la recepción filosófica de Marx en la filosofía española.

"La filosofía de El capital", de Felipe Martínez Marzoa, publicado por Abada Editores.
«La filosofía de El capital», de Felipe Martínez Marzoa, publicado por Abada Editores.

El libro es, ante todo, la reivindicación, frente a la ortodoxia más recalcitrante y a ciertos sectores del marxismo heterodoxo, de la pertenencia por pleno derecho del pensamiento de Marx a la historia de la filosofía. Frente a los más variados intentos de ver en la obra de Marx un ámbito completamente separado del «pensamiento burgués», la creación de una disciplina radicalmente nueva o algún otro desvarío semejante («la presunta especificidad del marxismo»), Martínez Marzoa se esfuerza por entroncarla en el mismo terreno que la filosofía ha venido reclamando para sí desde su nacimiento. Se opone, así, a «cierta idea común a ‘fieles’, ‘heterodoxos’ y ‘críticos'» que «contempla el marxismo como algo situado en una dimensión diferente, como algo que no puede ser valorado en el mismo sistema o ámbito, ni tiene que ser estudiado con el mismo tipo de condiciones, en cuanto a rigor histórico, etc., que la obra de Hegel, de Kant o de Aristóteles». Se trata de encontrar una tierra sobre la que asentar esa gran incógnita que parece seguir siendo, aún hoy, El capital.

El capital sería el texto fundamental desde el que debería estructurarse una adecuada ordenación del corpus de la obra de Marx

El pensamiento de Marx

El texto es una propuesta de lectura de la obra cumbre de Karl Marx y de su pensamiento mismo. Para Martínez Marzoa, y este es uno de los argumentos centrales que se encarga de demostrar en su libro, El capital es el texto fundamental desde el que debería estructurarse una adecuada ordenación del corpus de la obra marxiana. A fin de cuentas, es la única obra teórica que fue publicada por su autor, y aquella para cuya elaboración dejó de lado todo trabajo anterior: «Es en Das Kapital donde está la filosofía de Marx, y, además, no está en el ‘método’, en la ‘manera de proceder’, etc., sino que es la obra misma en su contenido». Por esto su reclamación de una consideración estrictamente filosófica de Marx pasa en primer lugar por la necesidad de asentar los criterios filológicos que deberán regir el estudio de su obra, esto es, por asentar un canon de obras a analizar y por exigir un rigor y unos criterios semejantes a los empleados en el tratamiento de cualquier otro autor de la historia de la filosofía.

La comprensión filosófica de El capital supone que aquello que conforma su hilo rector, la teoría del valor, constituye, más allá de una mera categoría económica, su aportación filosófica fundamental. Felipe Martínez Marzoa define el esfuerzo de Marx en torno a este concepto clave en su obra como la creación de una ontología, referida a un determinado momento histórico (eso que él denomina «la sociedad moderna»), a la vez que el «reconocimiento (inicialmente vago, como no podía dejar de ser) de la historicidad de toda ontología». Con lo que, rechazando los desvaríos del autodenominado materialismo histórico o dialéctico, que considera filosóficamente insostenibles, circunscribe la intervención de Marx a la época concreta que analiza en sus textos, la suya (lo que no quiere decir, por supuesto, que haya dejado de ser también la nuestra), y limita la aplicación de sus herramientas teóricas exclusivamente a dicho objeto. Se rechaza así la presencia de cualquier principio histórico-evolutivo en Marx, es decir, la posibilidad de definir de acuerdo a alguna ley el acontecer histórico o de leer en su pensamiento la articulación de un discurso histórico determinado, así como la típica distinción entre las dudosas nociones de base y superestructura, todo ello rasgos característicos de la peor vulgata marxista.

El ser de las cosas

Que la teoría del valor sea, ante todo, una ontología quiere decir que «el hecho de que en el mundo moderno las cosas sean mercancías determina el ser de las cosas en ese mundo», pues «cada cosa solamente es lo que es ya dentro de un mundo históricamente determinado». Con esto se anula la concepción clásica de la ideología como conocimiento falso generado por una base material que le da forma, sustituyendo está interpretación simplista por una que viene a poner en juego todo el bagaje interpretativo de la historia de la filosofía. El ser de las cosas, en definitiva, está fundamentado por el mundo histórico del que forman parte; y esta fundamentación está basada en la conciencia de sí mismo que tiene ese mundo, que no es otra cosa que «el concepto de la verdad» que opera en él, es decir, las condiciones bajo las cuales se considera que algo es. De modo que la ideología vendría a ser algo así como esa misma ontología que la teoría del valor pondría al descubierto, solo que vista desde otro lado, poniendo de manifiesto «el hecho de que la ontología (en Marx: la ley del valor) se autointerpreta como una delimitación de lo verdaderamente ente frente a lo ente inmediato». Es decir que nos encontramos, en el núcleo de la crítica marxiana de la sociedad moderna, con «eso que desde el comienzo de la filosofía […] es la dualidad y unidad de ontología y metafísica».

Esta obra es una vía para acercarnos a la aportación intelectual de El capital de Marx desde el rigor filosófico más comprometido, desde la consideración directa y profunda de sus contenidos

Tirando de este hilo a lo largo de todo el texto, Felipe Martínez Marzoa nos propone una lectura clara y a la vez novedosa del pensamiento de Marx, libre aquí de ismos y de desviaciones tendenciosas, centrada en sus textos, pero evitando caer en un academicismo adormecedor, sino precisamente desplegando toda la fuerza del pensamiento. De acuerdo con esto se analiza la articulación de la teoría del valor con ese objeto de estudio que sería la sociedad regida de acuerdo con esta forma de ontología, así como su relación con las dos formas principales de «la experiencia moderna de lo ente», esto es, la ciencia y el Estado. El concepto de revolución, considerado como «el nudo (en donde se reúne todo) del pensamiento de Marx», vendría a poner cierre al movimiento lógico puesto en marcha por el desarrollo mismo de esta legalidad.

Nos hayamos ante un texto fundamental para lograr engarzar el pensamiento de Marx en el seno de la tradición filosófica a la que pertenece su obra, a la que interpela y con la que se relaciona. Una vía, pues, para acercarnos a su aportación intelectual desde el rigor filosófico más comprometido, desde la consideración directa y profunda de sus contenidos. No parece que pueda haber mejor forma de honrar su memoria en este aniversario, en una época en la que sus análisis parecen cada vez más necesarios, que volver a un Marx como el que se nos muestra en estas páginas, libre del peso de años de equívocos y manipulaciones, de lecturas poco rigurosas y sesgadas. Un Marx como fue el propio Marx.

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