¿Somos realmente libres? La cuestión de la libertad ha interesado a la filosofía desde sus comienzos, incluido el grado de esta que poseemos. ¿Vivimos conforme a un plan maestro o somos nosotros los que determinamos nuestra vida? ¿Tenemos elección o solo una ilusión de elección? Cuestiones para las que la filosofía ha buscado respuestas una y otra vez y que, aún hoy, nos generan dudas.
¿Qué entendemos por libertad? ¿Qué es el libre albedrío? ¿Son lo mismo? ¿Quiénes lo han investigado y desde qué punto de vista? La libertad es uno de los temas que más ha importado a la humanidad a lo largo de su historia. Ha influido en nuestra forma de gobernarnos, en nuestra organización social, en nuestro desarrollo cultural y en un sinfín de aspectos más. Más que ninguna otra faceta de nuestro comportamiento, la historia de la humanidad es la búsqueda, de una u otra manera –en ocasiones tergiversadas– de alcanzar la libertad.
Como explica el filósofo español Jesús Mosterín en La cultura de la libertad, esta, pese a su relevancia, no soluciona ninguno de nuestros problemas. Lo cual no deja de ser curioso, pues no por ello deja de ser una cualidad absolutamente esencial sin la cual la vida no tiene sentido alguno. «La libertad es lo que constituye la condición de posibilidad de despliegue de nuestros esfuerzos y nuestras iniciativas para solucionarlos». Si no existe, nuestras alternativas vitales se reducen, nuestra creatividad se corrompe y se nos incapacita para que demos lo mejor de nosotros mismos. Sí, podemos vivir sin libertad, pero lo haremos infinitamente peor de lo que podríamos hacerlo. Nuestra evolución cultural es fruto de nuestra libertad para tomar decisiones y actuar como personas, no de la imposición de otros.
Ahora bien, antes de nada, estaría bien saber qué es lo que normalmente entendemos por libertad, en qué grado la poseemos y cuáles son sus manifestaciones. «Democracia es libertad». Pues no. Obviamente una democracia liberal tiene mucha más libertad para sus ciudadanos que una dictadura, pero de ahí a identificarlas como iguales hay un paso. La libertad no consiste en hacer lo que quiere la mayoría, sino en hacer lo que nosotros, con nuestra vida, queremos. Como explicaba el utilitarista John Stuart Mill en Sobre la libertad, una sociedad donde una mayoría tiene derecho a pisotear a la minoría será muy democrática, pero poco libre. La libertad, como concepto, es más puro y absoluto. No puede ser descafeinada.
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