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Una mirada filosófica a la amistad

Aunque en la época moderna la ética se definió como la disciplina que se pregunta por lo bueno y lo malo, en la Grecia clásica tenía otro sentido muy diferente: la disciplina que aborda la buena vida. ¿Cómo vivir para ser felices? ¿Cómo llevar una vida que valga la pena ser vivida? Estas eran las preguntas éticas más acuciantes. En las respuestas a todos estos interrogantes siempre rondaba la amistad, en tanto sustento necesario para una vida feliz. Con la buena vida como meta, recuperamos la pregunta filosófica sobre la amistad (qué es ser un buen amigo, en qué consiste la amistad).

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La vida necesita, huelga decirlo, un sostén material y biológico para vivir. Pero esto no es suficiente. Necesitamos, además, un sostén emocional, una red afectiva, una vida con amigos. Imagen generada a partir de DALL-E2.

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La amistad: un tema filosófico

Desde que nos exponemos a la vida social, cuando apenas hemos empezado a caminar, nada importa más que hacer amigos. Generación tras generación, sigue escuchándose la misma despedida de los padres a sus hijos en las puertas de los colegios: «¡Pásalo bien y haz muchos amigos!». A ser posible, que sean amigos para toda la vida.

La inocencia de la infancia nos libra de los filtros que los prejuicios de la sociedad nos van imponiendo con el paso de los años, como que hombres y mujeres no pueden ser amigos o que no es posible que haya una amistad entre dos personas con una considerable diferencia de años. A esas edades solo importa el placer de compartir un recreo de curiosidades. Años más tarde, la amistad se basa en un recreo de correspondencia, cuya metáfora podría ser un cuadro impresionista al que, sí, siempre se le puede añadir alguna pincelada más, pero quien se ve afectado por él sabe que está lo suficientemente pintado, sabe que no necesita más.

Si tratásemos de discernir entre las preguntas prescindibles y las preguntas relevantes (por ejemplo, sobre la buena vida), pocos serían los que otorgarían algún tipo de valor a pensar la amistad. De hecho, si nos adentramos en este tema, podríamos considerar que todo lo provechoso que nos parece necesario tratar ya lo pensó Aristóteles en su Ética a Nicómaco. Y es que ningún filósofo le ha dado tanta importancia a la amistad como el estagirita. Qué más se podría decir que no dijera ya él.

La pregunta es, entonces, cómo aplicar las enseñanzas de Aristóteles hoy. Un posible camino se desvela al escuchar a nuestros mayores. En esa escucha, percibimos que tenemos dos problemas fundamentales en la sociedad actual a los que debemos prestar atención: a cualquiera se le llama amigo y entendemos peor que nunca qué es la amistad.

Si tratásemos de discernir entre las preguntas prescindibles y las preguntas relevantes (por ejemplo, sobre la buena vida), pocos serían los que otorgarían algún tipo de valor a pensar la amistad. Sin embargo, la amistad es una dimensión fundamental para cualquier vida que merezca la pena ser vivida

Max Weber y Aristóteles

Como defiende Aristóteles en la Ética a Nicómaco, la amistad es lo más necesario para la vida porque, aunque tuviéramos todos los demás bienes, sin amigos nadie querría vivir. En la pobreza, y en cualquier otra desgracia, el único refugio que nos queda es la amistad. Y es que, a fin de cuentas, la vida puede ser un camino al mismísimo infierno —como el que recorre Frodo en El señor de los anillos—, pero también puede ser una aventura si vas acompañado de un amigo que no deja que te pierdas ni en los senderos ni en ti mismo —como hace Sam con Frodo de camino a Mordor—. Una aventura de la que, como Gandalf advierte a Bilbo Bolsón en El Hobbit, no sabes si volverás; pero, en el caso de hacerlo, debes saber que no serás el mismo.

Apropiándonos de las supuestas palabras que se le otorgan a Homero, podemos decir que la amistad, como la vida misma, es en gran medida una cuestión de expectativas. En este sentido, podemos definir la amistad en términos de relación social y relacionarlo con el pensamiento de Max Weber. Entre 1918 y 1920, Weber redactó los Conceptos sociológicos fundamentales (aunque fueron publicados póstumamente en 1922 como el primer capítulo de su obra Economía y sociedad).

¿Qué implica entender la amistad como una relación social? Pues, sobre todo, entender la amistad prestando atención a la conducta de los sujetos. Esto supone hacerse las siguientes preguntas: qué pretenden, qué buscan, qué es lo que creen.

Weber define la relación social como una conducta plural (es decir, una conducta entre dos o más individuos) que, por el sentido que encierra, se presenta como recíprocamente referida y se orienta por esa reciprocidad. Ahora bien, tal y como sostiene Aristóteles, «¿cómo podría llamársele amigo a alguien si desconoce la disposición del otro para con él? Debe haber una buena disposición recíproca y que cada uno desee el bien del otro sin ser ignorante de ello».

Para Weber, estamos ante una relación social cuando la conducta de dos sujetos está mutuamente referida por sus sentidos y cada uno de los agentes actúa en función de lo que espera que haga el otro, incluso si en dicha relación los sujetos le dan un sentido diferente a su acción porque tienen expectativas diferentes. No obstante, el punto más importante es el que añade Weber a esa definición en tanto que considera que una relación social consiste plena y exclusivamente en la probabilidad de actuar socialmente de una forma con un sentido determinado (siendo indiferente aquello en lo que esta probabilidad descansa).

En una relación social, de dos o más agentes, dicha relación no tiene por qué implicar necesariamente que los sujetos tengan las mismas expectativas, es decir, que le otorguen el mismo sentido a esa relación. La clave, para Weber, es que la acción siempre hace referencia a otro u otros debido a su sentido. El sentido de una acción se refiere al punto de búsqueda de cada participante que no podemos eludir, es decir, el sentido de una acción responde a la pregunta de qué busca o qué quiere un determinado sujeto con su acción.

Con esto en mente, podemos trasladar estas preguntas al primer tipo de amistad que trata Aristóteles en su Ética: la amistad que se da por accidente. Este tipo de amistad se da cuando un agente quiere la amistad de otro por interés, porque el otro le es útil. En este tipo de amistad el otro no es amado por lo que es en sí mismo, sino por la utilidad que procura.

¿Qué implica entender la amistad como una relación social para Max Weber? Pues, sobre todo, entender la amistad prestando atención a la conducta de los sujetos: qué quieren, qué buscan, qué expectativas tiene…

La noción weberiana de «chance»

Weber acuñó el concepto de chance para explicar cómo los sujetos orientan su conducta basándose en la expectativa de cómo actuarán los demás. Pongamos un modelo simple de relación social con únicamente dos agentes. Si una relación social consiste en dos conductas mutuamente referidas por su sentido (y que se orientan por las expectativas que tienen los sujetos de cómo actuará el otro) nunca es seguro que el otro actúe como uno espera, por eso hablamos exclusivamente de probabilidades (chances), porque siempre cabe la probabilidad de que el otro no actúe como se espera, es decir, de que no cumpla con nuestras expectativas o nosotros con las suyas.

Con esto Weber subraya la contingencia esencial que afecta a las relaciones sociales y a la vida social. Siempre hay un margen, por pequeño que sea, de que los otros no actúen como uno espera, de que no cumplamos con las expectativas; siempre hay un elemento de imprevisibilidad en la vida social.

Para Weber, la vida social es un tejido de acciones sociales y expectativas acerca de lo que otros harán donde siempre hay un margen para que los otros no actúen como nosotros esperamos y, por tanto, la relación social no vaya por donde se esperaba. Esto nos puede llevar a pensar que, como sostuvo Aristóteles, la mayor parte de las diferencias entre amigos tienen lugar cuando no son amigos de la manera en que creen serlo. Es ahí donde pueden acabarse las cosas. Y es que una relación social, y por ende también una amistad, puede ser transitoria o ser perdurable en el tiempo.

Aristóteles: «¿Cómo podría llamársele amigo a alguien si desconoce la disposición del otro para con él? Debe haber una buena disposición recíproca y que cada uno desee el bien del otro sin ser ignorante de ello»

Qué es un buen amigo para Aristóteles

A Aristóteles no le preocupaba definir la amistad, sino entenderla, pensar qué es ser un buen amigo. Él sostiene en su Ética a Nicómaco que «hay amistad cuando la simpatía es recíproca». Aunque en la actualidad otorgamos a la simpatía un valor puramente afectivo, en la antigua Grecia la sympátheia no tenía que ver con una inclinación afectiva de los sujetos, sino que tenía que ver con la compasión, con compartir la vivencia del dolor.

A día de hoy, especialmente las generaciones más jóvenes, se le otorga a la amistad una virtud muy alejada de la compasión. Como sostiene Aristóteles:

«La amistad de los jóvenes parece existir por causa del placer porque estos viven de acuerdo con su pasión y persiguen sobre todo lo que les es agradable y presente, pero con la edad también cambia para ellos lo agradable. Por eso, los jóvenes se hacen amigos rápidamente y también dejan de serlo con facilidad».

Sobre las amistades entre personas de distinta edad

Por eso, algunos jóvenes encuentran dificultades a la hora de entablar amistad con personas de su misma generación, se sienten fuera de su propia época y les estimula más la idea de entablar amistad con personas más mayores. No existe ninguna regla que lo impida y, sin embargo, a la sociedad actual aún le cuesta no aplicar sus prejuicios a estas relaciones sociales.

Para sobrevivir a este tipo de pensamiento social, resulta más necesario que nunca convertirse en un moderno. Adoptar un comportamiento según el cual, como hace la obra de arte moderna, el sujeto no se deje reducir a la mirada y al gusto de los demás. Un comportamiento que se base en alejarse de la tiranía de la vida social, tomar distancia de la arbitrariedad impuesta para cosechar, así, no solo el sentimiento de seguridad, sino, sobre todo, el dominio sobre uno mismo.

Porque, como sostiene Aristóteles, «el vivir parece consistir principalmente en sentir y pensar y es precisamente la convivencia con personas buenas lo que puede producir una especie de práctica en la virtud». Y es que, para el filósofo griego, «toda amistad es por causa de algún bien o placer (…) y existe en virtud de una semejanza». Esto parece ir en contra del caso que nos ocupa porque, a primera vista, resulta más sencillo encontrar desigualdades o diferencias entre una persona joven y otra más mayor. En un primer vistazo parece difícil imaginar alguna semejanza posible entre ambas partes que les pudiera llevar a establecer una relación social, es decir, una amistad.

Aristóteles sostuvo que la mayor parte de las diferencias entre amigos tienen lugar cuando no son amigos de la manera en que creen serlo. Es ahí donde pueden acabarse las cosas

«Êthos» y «pathos»

La primera diferencia identificable responde a las concepciones clásicas de êthos y pathos. En la antigua Grecia, el êthos representaba la forma de ser de una persona, es decir, su carácter, su comportamiento y los rasgos personales que le caracterizaban. Por experiencia puramente cotidiana sabemos que esta no es una semejanza necesaria para que dos personas puedan entablar una amistad, pues pueden ser radicalmente diferentes a nivel personal. Esto es lo de menos, especialmente en el caso del joven y el mayor, porque precisamente por la diferencia de edad será habitual que tengan distinto carácter, siendo uno más maduro que otro.

Por otro lado, el pathos se asocia a las emociones, no solo a las que el sujeto pueda sentir, sino también las que puede hacer nacer en los demás. Precisamente por este motivo, el arte otorga tanta relevancia al pathos, en tanto la emoción más íntima que contiene la obra (y que es capaz de reproducir de forma similar en quien la contempla). Así todo, podemos considerar que la mayor semejanza entre dos sujetos que establecen una amistad es el nacimiento de afecto producido por el pathos.

Ahora bien, como sostiene Aristóteles, «el afecto se parece a un sentimiento y la amistad, a un modo de ser». Esto no quiere decir que neguemos la existencia de un sentimiento afectivo entre quienes conforman la relación social. Este sentimiento puede ser la génesis de la relación social, pero no lo que la mantenga viva (y aquí el punto). Y es que la amistad es más bien un modo de ser basado en un recreo de correspondencia donde, a pesar de las desigualdades que pueda haber entre el joven y el mayor, mirar por el bien del otro conforma la lógica del sentido de dicha relación.

El problema es que, como dice Aristóteles, «el deseo de amistad surge rápidamente, pero la amistad no». Es necesario que el tiempo pase por ella para que se afiance la confianza entre ambos y la relación social se asiente en un modo de ser concordante, es decir, que desaparezca la responsabilidad afectiva causada por la desigualdad generacional y quede como poso el bien común como ejercicio de la virtud.

Un último apunte de Walter Benjamin

Algunos editores alemanes reunieron diversos textos de Walter Benjamin y lo titularon Imágenes que piensan. Entre sus páginas se puede encontrar un texto de Benjamin titulado La muerte de un anciano, donde el filósofo alemán reflexiona sobre la relación entre un joven y una persona de más edad a raíz de la muerte de un anciano.

Dice Benjamin que «la pérdida que esta muerte representa para una persona que es mucho más joven dirige la atención de su mirada, quizá por vez primera, a lo que puede haber entre personas bastante separadas por la edad y unidas, sin embargo, en el afecto». Y es que, aunque hubiera temas de interés para uno o para otro que juntos no pudieran abordar, para el joven «la conversación con él siempre estaba llena de una frescura y una paz imposibles con un coetáneo».

Benjamin va más allá y considera que esto tiene dos causas. La primera es que «cualquier confirmación que ambos pudieran obtener del otro, pese al abismo de las generaciones, era más importante que la confirmación de sus iguales». No importa demasiado quién fuera cada uno o las diferencias que existieran entre ambos, pues lo importante de esa relación residía en el aprendizaje que obtuvieron el uno del otro.

Para que el aprendizaje pueda producirse es necesario el ejercicio de humildad y de respeto mutuo por parte de ambos, pero no es suficiente, porque sin la química generada por la emoción del pathos no sería posible el recreo de correspondencia en el abismo del tiempo que les separa.

La segunda causa atiende a que:

«… el joven encontraba lo que, más adelante, cuando lo hayan abandonado sus mayores, desaparecerá por completo hasta que él mismo a su vez sea viejo: una conversación que carece de cálculos y consideraciones exteriores, porque ninguno espera nunca nada del otro, ninguno da con otro sentimiento que con ese extraño sentimiento: benevolencia carente de adjetivos».

Debe ser así pues, como sostiene Aristóteles, quienes en sus relaciones afectuosas intercambian lo útil en vez de lo agradable, son menos amigos y por poco tiempo. En las palabras de Walter Benjamin encontramos definida la amistad como una relación social basada en el recreo de correspondencia que podemos acabar describiendo, en términos aristotélicos, como «dos marchando juntos».

Sobre la autora

Lucía Márquez es graduada en Filosofía en la Universidad de Málaga. Profesora de secundaria, analista deportiva y amante de la literatura, sus inquietudes actuales versan sobre la figura del referente en la vida cotidiana, el análisis de las relaciones sociales, la filosofía de la educación y, en especial, el estudio de Frankenstein, la obra maestra de Mary Shelley.

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2 respuestas

  1. Avatar de Gregorio Ramos
    Gregorio Ramos

    Excelente análisis. Aterriza la filosofía en el campo de las relaciones humanas, quitándole ese hálito de metafísica o de algo por encima de nuestras vidas. Es una filosofía práctica de la vida.

  2. Avatar de Mario Argüello
    Mario Argüello

    Excelente desde el abordaje teórico y filosófico. Desde el argumento de la autora, cómo comprendemos la amistad entre políticos autoritarios que se «juntan» cómo iguales para compartir estrategias de bien y mal para protejer sus intereses personales, en su afán de control y enriquecimiento?

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