- 1 Heredero de Nietzsche
- 2 Siguiendo la estela de Heidegger
- 3 Diálogo con Gadamer
- 4 Pensamiento débil
- 5 Una apuesta por la solidaridad y la compasión
- 6 Hacia una religión no dogmática
- 7 Pensar a Dios en una sociedad secularizada
- 8 Recuperar la estética en el ocaso del arte
- 9 Diálogo intercultural e interreligioso
- 10 Europa y la identidad europea
La filosofía europea se ha caracterizado históricamente por tener unos focos geográficos muy delimitados. El más famoso probablemente sea la Grecia clásica, donde nacieron los grandes maestros de la filosofía (Sócrates, Platón y Aristóteles) y las grandes escuelas éticas de la Antigüedad (epicúreos, estoicos, cínicos y escépticos). Pero no siempre ha sido Grecia el centro de la filosofía europea. A partir de la modernidad, especialmente en la Ilustración, los centros del pensamiento han sido principalmente tres: Reino Unido, Francia y Alemania.
Desde hace unas décadas hay un nuevo polo en la geografía filosófica del continente: Italia. Tras el colapso del posmodernismo francés, las nuevas lecturas de Nietzsche y Heidegger (también de Gadamer, aunque sea un autor contemporáneo) se hicieron en el país italiano. Surgió toda una nueva generación de filósofos y filósofas de Italia: Maurizio Ferraris, Roberto Esposito, Rosi Braidotti… Una generación que ha recuperado la iniciativa filosófica y ha sembrado el panorama del pensamiento europeo de nuevas propuestas.
El padre de esta generación es, sin duda, Gianni Vattimo. Vattimo fue el gran pionero a la hora de realizar determinadas lecturas de los autores contemporáneos y aglutinó en torno a él a los filósofos de una generación, bien sea en un diálogo amistoso, bien sea en una cordial disputa filosófica. Toda una vida entregada al pensamiento. Recogemos las diez claves más importantes para entender el pensamiento de este filósofo que pasará a la historia de nuestro siglo.
1 Heredero de Nietzsche
Tres son las grandes influencias de Vattimo: Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger y Hans-Georg Gadamer. En realidad, y por qué no decirlo, todas se resumen en una: la estela nietzscheana que tanto ha marcado a la filosofía europea en los últimos ciento cincuenta años.
A grandes rasgos, Vattimo acepta los grandes puntos de la filosofía de Nietzsche y construye su propia filosofía desde el diagnóstico nietzscheano de la cultura, una cultura nihilista que no puede resucitar a Dios. El esfuerzo teórico de Vattimo será el mismo que el de Nietzsche: desenmascarar, allá donde nadie sospecha, la huella de un pensamiento totalizador; desenmascarar los enmascaramientos y mostrar que detrás de todos los grandes fundamentos (históricos, filosóficos o biológicos —o lo que sea—) se encuentra una determinada voluntad de poder que quiere hacerse pasar por natural.
Por este motivo, el pensamiento de Vattimo es un pensamiento «posmetafísico», un pensamiento sin fundamentos, sin pretensiones totalizadoras, que no se basa en el concepto de verdad objetiva (pues toda verdad objetiva es, en realidad, una visión parcial que se quiere hacer pasar por absoluta). Desde la perspectiva de Vattimo, la filosofía debe alejarse de los grandes relatos metafísicos, aceptar la pluralidad de perspectivas y renunciar a la búsqueda de fundamentos absolutos.
Por último, Vattimo considera que el nihilismo no debe considerarse un mal o una enfermedad a combatir, sino la única posibilidad de nuestra sociedad. Y es que a nosotros, a los seres humanos del siglo XXI, nada nos queda, en el sentido de nada seguro, nada hay que sea cierto, sin ninguna duda. Y con esa nada tenemos que lidiar. En Filosofía del presente escribió Vattimo: «Hoy, no es que no nos sentimos a gusto porque somos nihilistas, sino porque somos todavía muy poco nihilistas, porque no sabemos vivir hasta el fondo la experiencia de la disolución del ser».
El nihilismo que propone Vattimo no es, entonces, un nihilismo resentido o nostálgico; tampoco un nihilismo fuerte que quiera edificar el mismo desastre sobre unas ruinas que ya no pueden revivirse. El nihilismo de Vattimo es un nihilismo débil, que aprende a vivir en un mundo donde el conocimiento es situado y nunca total, donde la realidad que conocemos siempre es parcial y nunca absoluta.
Gianni Vattimo revitalizó en Italia a toda una generación de pensadores. Con él como figura principal, la filosofía italiana se colocó en el centro de la escena europea
2 Siguiendo la estela de Heidegger
Sigamos con la estela nietzscheana. Del maestro a su principal heredero: Martin Heidegger. De este filósofo, Vattimo hereda la concepción «epocal» del ser, es decir, la postura según la cual el ser no es, sino que acontece. Para Vattimo, como para Heidegger, que algo sea no quiere decir otra cosa que ese algo ocurre como un acontecimiento, como una apertura de sentido en un campo de experiencia mediado entre la realidad y el ser humano.
Este campo de apertura donde el ser acontece es principalmente discursivo en la medida en que es en lenguaje donde el ser puede ser comprendido y mostrado. Vattimo asume la célebre sentencia de Heidegger según la cual el ser humano es el pastor del ser y el lenguaje su morada. En Más allá del sujeto: Nietzsche, Heidegger y la hermenéutica escribe Vattimo:
«Al final, el pensamiento de Heidegger parece resumirse en el hecho de haber sustituido la idea de ser como eternidad, estabilidad, fuerza por aquella de ser como vida, maduración, nacimiento y muerte: no es lo que permanece, es de forma eminente […] lo que deviene, que nace y muere. Asumir este nihilismo peculiar es la verdadera realización del programa indicado por el título Ser y tiempo».
Vattimo hereda también de Heidegger la destrucción de la metafísica y, para ello, Vattimo utiliza dos términos del filósofo alemán. El primero es el de Verwindung, que en nuestro idioma involucra diversos significados (cura, aceptación, resignación, alivianamiento…) y que se usa para señalar nuestra reposición de una enfermedad (la metafísica clásica), una metafísica de la que no podemos desprendernos tan fácilmente, pero que debemos revisar constantemente.
La otra noción heideggeriana que Vattimo toma para afrontar el fin de la metafísica —o, al menos, su crisis— es la noción de Andeken (rememoración). Y es que rememorar nuestra tradición metafísica nos puede ayudar a encontrar nuevas posibilidades para salir del propio destino que ella nos impone. No es, en ningún caso, una rememoración nostálgica o dogmática, sino la búsqueda de los desvíos que nunca se produjeron, pero que todavía hoy claman por otras formas posibles de pensar.
Vattimo asume completamente la «muerte de Dios» que proclamó Nietzsche. Con Heidegger, Vattimo intentó crear un pensamiento «posmetafísico», un pensamiento sin pretensiones totalizadoras
3 Diálogo con Gadamer
Es de sobra conocida la calificación que Habermas hizo de Gadamer, de quien dijo haber «urbanizado» la filosofía de Heidegger (que es, a su vez y en nuestra forma de verlo, una «academización» de la filosofía de Nietzsche). Gadamer profundizó en la ontología hermenéutica del maestro, defendiendo que «el ser que puede ser comprendido es lenguaje».
Vattimo trabaja mano a mano con la hermenéutica filosófica de Gadamer y con ella es con la que ha tenido el diálogo más fecundo. Para Vattimo, el ser humano es un ser que comprende, y la verdad no es otra cosa que la interpretación de la realidad, es decir, el proceso de desvelamiento de un sentido antes velado. Así, Vattimo defendió que no existe una verdad definitiva, sino que debemos adoptar un enfoque histórico y aceptar que toda interpretación de la realidad es temporal y fragmentaria. Todo esto tiene relación, como puede observarse, con el «giro lingüístico» al que se somete la filosofía desde Ludwig Wittgenstein.
4 Pensamiento débil
Vattimo es conocido en el panorama filosófico como el padre del «pensamiento débil» (pensiero debole). Este término fue acuñado por Vattimo en un escrito a comienzos de los años 80 del siglo pasado. En ese escrito, el pensamiento débil se postula ya como una filosofía que aspira a debilitar la metafísica: debilitar sus rígidas y altivas pretensiones de totalizar el mundo con su pensamiento y de acercarse a lo débil, a lo vulnerable, a lo frágil.
El pensamiento débil es, pues, el resultado de hacer filosofía después de la célebre «muerte de Dios». Si no podemos aspirar a saberes totales, a verdades objetivas y eternas, entonces tendremos que aprender a hacer otro tipo de filosofía, una filosofía débil, una filosofía que no puede basarse en el férreo concepto tradicional de verdad, sino que debe abrazar su inevitable localidad, su inevitable componente de saber situado. En fin, una filosofía que no se crea por encima de la historia ni de la cultura (¡ni del tiempo!), sino una filosofía que, aun siendo hija de su tiempo, pueda decir algo del mismo.
La metafísica que construye el pensamiento débil es, por supuesto, una ontología que no cree en un ser absoluto y estable («ontología débil» la llamó Vattimo). Todo lo contrario. La ontología débil de Vattimo entiende que el ser es fundamentalmente un evento y se constituye en la realidad como proceso. De esta forma, la identidad ya no es vista como lo idéntico consigo mismo que escapa del tiempo, sino como un flujo, como un proceso.
La verdad nunca es absoluta porque la realidad, como en los textos, siempre esconde una multiplicidad de sentidos. La verdad es más «una experiencia de verdad», según la hermenéutica de Gadamer, que una fría comprobación científica del mundo
5 Una apuesta por la solidaridad y la compasión
Durante su vida, los interrogantes éticos y políticos no le fueron indiferentes. Vattimo apostó por desarrollar un pensamiento basado en la solidaridad y la compasión en obras como Nihilismo y emancipación (2003), Ecce comu (2007) y Comunismo hermenéutico (2010).
Su punto de partida fue que vivimos en un mundo atravesado por la diversidad cultural y su diálogo debido a la globalización. Es por este motivo que apostó por un pensamiento «débil» también en este terreno, porque renunció a buscar normas y principios universalizables para apostar por la multiplicidad de perspectivas y la contingencia.
La solidaridad emerge así como un valor fundamental que puede dar coherencia al comportamiento humano en un mundo fuertemente fragmentado, carente de fundamentos éticos absolutos, porque la solidaridad requiere de una comprensión y una empatía previas que nos permiten entender esas múltiples perspectivas.
Se puede considerar, por tanto, que Vattimo rechazó una moralidad absoluta y prescriptiva para dar lugar a un enfoque flexible, contextual y circunstancial. Es un enfoque abierto a la diferencia y la diversidad que el filósofo plasmó no solo en su obra, sino también en su actividad política, opuesto a la violencia y al fundamentalismo.
6 Hacia una religión no dogmática
Vattimo es considerado uno de los pensadores religiosos más relevantes del último medio siglo. Fue educado en la tradición católica, pero en su pensamiento encontramos una interpretación «posmetafísica» del cristianismo. Una interpretación que trata de alejarse del dogmatismo de la Iglesia, abrazando una comprensión más inclusiva y tolerante. Esto tiene relación con su rechazo de cualquier tipo de dogma, incluido el de la fe rígida y la ortodoxia cristiana.
Su pensamiento hermenéutico es aplicado, además, al contexto religioso. Frente a una visión inflexible del texto bíblico, Vattimo propone que las escrituras sagradas sean interpretadas de manera contextualizada, reconociendo que su significado puede ser variable dependiendo del contexto.
Desde su visión de rechazo a las verdades eternas e inmutables, el pensador italiano propuso desmitificar la religión. Es decir, propuso una visión de los relatos religiosos que considerara que son metáforas o relatos simbólicos, y no verdades literales. Esto no solo no es un ataque a la fe personal, como propondrían los dogmáticos, sino que es un requisito para que esta siga dándose en un contexto que cada vez es más global y plural.
La potencia del pensamiento del catolicismo se encuentra, sostuvo Vattimo, en su apuesta ética por la solidaridad y la compasión. Su filosofía moral, basada en estos principios, bebe de la tradición cristiana, especialmente de la enseñanza de amor al prójimo.
«Hoy, no es que no nos sentimos a gusto porque somos nihilistas, sino porque somos todavía muy poco nihilistas, porque no sabemos vivir hasta el fondo la experiencia de la disolución del ser»
7 Pensar a Dios en una sociedad secularizada
El concepto de «secularización» es uno de los más discutidos en filosofía desde la modernidad. Procede de la tradición cristiana y quiere decir algo parecido a «sacar del claustro». Secularizar era, por tanto, autorizar a un religioso a vivir fuera del edificio claustral o reintroducirlo en la sociedad librándole de algunos de sus votos. El término proviene del latín saeculum, que refiere a la vida mundana, y a su vez este remite a seglar (el que vive en el siglo) por contraste a regular (el que vive sujeto a una regla, por ejemplo, en un convento).
Pese a ser un término con grandes connotaciones religiosas, el pensamiento moderno lo utilizó como sinónimo del proyecto de desacralización de la sociedad; es decir, como sinónimo de alejamiento de las imágenes metafísicas del mundo y la irracionalidad del mito (¿religioso?) para dar paso al proyecto racional de la Ilustración. Max Weber, en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, mostró cómo esa racionalización no terminó de resolver los problemas que pretendía, porque generó un nuevo tipo de violencias.
Vattimo parte de estos problemas que genera la racionalización capitalista para pensar la sociedad contemporánea. La secularización que él propuso tiene que ver con su proyecto de abandonar la metafísica y sus dogmas, pero también la violencia que una metafísica de lo contingente propia de la contemporaneidad puede llegar a generar.
Por tanto, la secularización que defiende consiste en acabar con una visión inamovible de la realidad para dar paso a una visión hermenéutica débil. El ser, planteó Vattimo en su artículo Metafísica, violencia y secularización, «se libera de sus connotaciones violentas; de ‘principio’ que era se vuelve palabra, discurso, interpretación». La violencia acaba para dar paso al amor cristiano (caritas) y al fin de la modernidad.
Vattimo es un pensador que podríamos llamar posmoderno, sí, pero eso no le hizo abrazar el relativismo. Su compromiso cristiano le mantuvo muy pegado a la pregunta por el otro
8 Recuperar la estética en el ocaso del arte
La perspectiva de Vattimo sobre el arte es similar a la de otros autores contemporáneos, que ven en el arte actual un declive y una decadencia propia del nihilismo reactivo y vaciamiento de nuestra sociedad. Según el filósofo italiano, la experiencia que tenemos actualmente del arte es la de «su ocaso».
Este ocaso se muestra en nuestra sociedad a través de diversas formas, que son —en definitiva— formas de negar la soberanía estética: la «estetización massmediática de la vida», que debilita a la obra de arte y la convierte en algo puramente kitsch; la «autoironización» de la obra de arte, que produce un autodesmantelamiento de sus propios criterios y fundamentos, y la pérdida de la experiencia estética como algo contemplativo, y su ulterior sustitución por una distracción líquida.
En el fondo de esta crítica se encuentran las lecturas heideggerianas del arte. Para Vattimo, al igual que para Heidegger, la obra de arte es tanto exposición (Aufstellung) como producción (Her-stellung). Con la primera idea, Vattimo señala que el arte tiene la función de establecer y conformar las fronteras que definen un mundo histórico. Con la segunda idea, Vattimo hace referencia al «aquí y ahora» de la obra, a la cual, según el pensador italiano, siempre se aplican nuevas interpretaciones y lecturas, es decir, «nuevos mundos posibles».
Para Vattimo, vivimos en un mundo atravesado por la diversidad cultural. Es por este motivo que apostó por un «pensamiento débil» también en este terreno, porque renunció a buscar normas y principios universalizables para apostar por la multiplicidad de perspectivas y la contingencia
9 Diálogo intercultural e interreligioso
El pensamiento político de Vattimo, como hemos visto, se basa en el diálogo, la compasión y el amor, desde un fundamento de pluralidad de culturas que es indisoluble. Es en este contexto en el que el filósofo apuesta no por disolver las diferencias e ignorarlas, sino por problematizarlas desde la tolerancia.
A esta actitud filosófica tendente al diálogo y al debate, pero sin la imposición de un dogma, es a lo que llama diálogo intercultural. Vattimo argumentó que, en un mundo cada vez más globalizado, este diálogo es una necesidad para encontrar puntos de encuentro en la diversidad.
La hermenéutica propuesta por Vattimo entronca así en otras propuestas filosóficas de diálogo interreligioso, como la planteada por Raimon Panikkar. La noción de interpretación, clave en la hermenéutica débil del filósofo italiano, es una puerta abierta a la discusión con otras culturas y otras tradiciones religiosas, aceptando que se dialoga siempre con otros puntos de vista y perspectivas, que juntas ayudan a dar una imagen más completa (si bien nunca completa hasta el final) del mundo.
10 Europa y la identidad europea
Vattimo fue un pensador europeo en todos sus sentidos. Por un lado, es un pensador en la estela de la tradición europea, es decir, dialoga con los autores propios del continente (Nietzsche, Heidegger…); pero, por otro, es un pensador que piensa profunda y filosóficamente a Europa como problema. ¿Qué es Europa? ¿Cómo ha llegado Europa hasta aquí? ¿Qué Europa cabe esperar? De hecho, Europa no fue únicamente para él un problema intelectual, sino que incluso participó en ella, siendo diputado en el parlamento europeo.
La reflexión de Vattimo acerca de Europa parte, en gran medida, de su proceso de secularización. Europa fue la cumbre del pensamiento cristiano; sin embargo, hoy, Europa es menos cristiana que nunca. El proceso de secularización para Vattimo no es necesariamente algo negativo, pero corre el riesgo de una deriva poco ética, de olvidar los valores cristianos. El proceso en el que está Europa (y el desafío al que se enfrenta) tiene que ver precisamente con esto: cómo desarrollar una Europa libre, democrática, plural y secularizada sin perder de vista el horizonte ético. Para ello, Vattimo consideraba que había que bucear en nuestra propia tradición europea, encontrar en ella los elementos que puedan orientarnos en este proceso de cambio.
Ahora bien, para afrontar todos estos problemas, Europa como institución, ya no como continente, tiene que sufrir grandes cambios. En una entrevista al diario La Vanguardia dijo lo siguiente: «Europa tal y como es no funciona, y no se puede decir de forma simple ‘corrijamos esto o aquello’, porque no se sabe qué parte corregir».
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