«Después de la muerte de Alejandro, los destinos de los Estados no constituyen ya el interés esencial (de los filósofos), sino que es el interés de los individuos el que pasa a ocupar el primer término, y en él el sujeto encuentra su bien y su mal. Esta individualidad singularizada solo podía brotar en Grecia: pero el mundo griego no pudo resistirla. El profundo espíritu de Platón lo comprendió bien pronto y por eso quiso excluir de su República la libre subjetividad. Pero esta personalidad consciente de sí misma contiene el germen y principio de la libertad superior, principio que debía aparece en la Historia Universal».
Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, de Hegel 1
Lo que caracteriza al helenismo es la extraordinaria expansión de lo griego —la lengua y la cultura— como elemento civilizador. Las conquistas de Alejandro, que llegó hasta el Indo, sometiendo el gran imperio persa y Siria y Egipto, e imponiendo la tutela de Macedonia sobre las ciudades griegas, cada vez menos autónomas, marca una nueva etapa histórica.
Por una parte, vemos la extensión de la lengua griega como base de una cultura de muy dilatados horizontes («helenismo» viene del verbo hellenízein, «hablar» en griego). Por otra, está la aparición de nuevos reinos o monarquías, que florecen en manos de sus sucesores, los llamados diádocos, tras haberse repartido los dominios en todo ese imperio cuarteado.
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